Escándalo en el arte: el caso Ojiri y su conexión con la financiación del terrorismo
Un experto televisivo en antigüedades es condenado por vender obras de arte a un presunto financiero de Hezbollah, en un juicio histórico que sacude al mundo del arte británico
Un delito entre arte y terrorismo
Oghenochuko Ojiri, conocido rostro en los programas británicos de televisión Bargain Hunt y Antiques Road Trip, ha sido sentenciado a dos años y medio de prisión tras admitir su culpabilidad en ocho cargos relacionados con la legislación antiterrorista del Reino Unido. Esta sentencia marca un hito, al ser la primera vez que se aplica la Ley de Terrorismo del año 2000 a un caso dentro del sector del arte.
Ojiri fue juzgado en el prestigioso Old Bailey de Londres por haber vendido, entre octubre de 2020 y diciembre de 2021, obras de arte valuadas en alrededor de £140,000 (USD 185,000) a Nazem Ahmad, un mercader de diamantes y arte sancionado por el Reino Unido y Estados Unidos por su presunta financiación del grupo militante libanés Hezbollah.
¿Quién es Nazem Ahmad?
Ahmad fue incluido en la lista negra del Departamento del Tesoro de EE. UU. en 2019, acusado de ser uno de los principales blanqueadores de capitales en Líbano, involucrado en el contrabando de diamantes de sangre: piedras extraídas en zonas de conflicto y vendidas para financiar violencia. En 2021, el Tesoro del Reino Unido también congeló sus activos, reforzando las restricciones internacionales en su contra.
Las sanciones prohibían expresamente realizar transacciones comerciales con él o cualquiera de sus empresas, una prohibición que Ojiri ignoró deliberadamente. Según la Fiscalía, las transacciones realizadas por el experto en arte no solo violaban la ley, sino que servían directamente para facilitar actividades de financiación del terrorismo.
Una colección de alto calibre en juego
Tras su arresto en abril de 2023, la Policía Metropolitana de Londres, en colaboración con el Homeland Security de EE. UU., obtuvo una orden judicial para confiscar obras de arte almacenadas en dos almacenes británicos y registradas a nombre de Ahmad. En la colección figuran piezas de Pablo Picasso y Andy Warhol, entre otros artistas de renombre, con un valor total estimado en casi £1 millón.
Estas obras están programadas para ser subastadas, con la finalidad de canalizar los fondos hacia la Policía Metropolitana, el Servicio de Fiscalía de la Corona y el Ministerio del Interior británico, reforzando el mensaje de que el Reino Unido no tolerará la utilización del arte como vehículo para lavar dinero destinado a organizaciones terroristas.
Un precedente judicial sin parangón
El comandante Dominic Murphy, jefe de la unidad de lucha antiterrorista de la Policía Metropolitana, fue contundente:
“Esta acusación, utilizando legislación específica sobre terrorismo, es la primera de su tipo y debe servir como advertencia a todos los comerciantes de arte: podemos y vamos a perseguir a quienes hagan negocios con personas identificadas como financiadores de grupos terroristas”.
Las autoridades británicas señalaron que el caso también es significativo por establecer jurisprudencia sobre cómo pueden aplicarse las leyes antiterroristas en sectores no tradicionales como el mercado del arte. La sentencia de prisión incluye, además, un año adicional de libertad vigilada, hecho que refuerza la gravedad de los delitos cometidos por Ojiri.
El mercado del arte bajo la lupa
Este escándalo saca a la luz un tema recurrente en los últimos años: cómo el arte y las antigüedades pueden convertirse en medios atractivos para el blanqueo de dinero. A través de obras de alto valor, que en muchos casos cambian de manos sin la rigurosidad legal necesaria, los criminales pueden ocultar flujos financieros ilícitos de forma sofisticada.
En 2020, la Comisión de Seguridad Nacional de EE. UU. advirtió sobre los riesgos del mercado del arte como herramienta para el lavado de dinero y la financiación del terrorismo. En un informe, indicó que es un sector que, debido a su opacidad, es altamente susceptible a ser utilizado por actores maliciosos.
Oghenochuko Ojiri: de la fama al descrédito
La caída de Ojiri ha sido abrupta. Con una presencia carismática en la televisión, había ganado notoriedad como experto respetado en obras de arte y antigüedades. Sin embargo, detrás de la imagen pública se escondía un agente dispuesto a actuar fuera de los límites legales en beneficio económico personal, incluso si eso significaba colaborar indirectamente con estructuras terroristas.
Durante el juicio, Ojiri admitió haber tenido conocimiento de las sanciones impuestas a Ahmad, pero decidió ignorarlas. No se trató de un error ingenuo: los fiscales mostraron documentos y correspondencia en la que Ojiri se aseguraba de no levantar sospechas en sus transacciones, señal clara de una actitud premeditada.
El impacto internacional del juicio
Estados Unidos, a través de Homeland Security, continúa desarrollando su propia investigación sobre Ahmad. Se cree que este individuo utilizó una red de empresas fantasma para ocultar transacciones con múltiples individuos alrededor del mundo.
En paralelo, las agencias de inteligencia financiera de Europa han aumentado su vigilancia sobre las transacciones de arte de alto valor, con especial atención a librerías de arte, subastas privadas y ferias internacionales. La implicación de Ojiri, con conexiones públicas y notoriedad mediática, ha generado un efecto dominó de escrutinio dentro de la industria.
¿Se avecinan regulaciones más estrictas?
Las repercusiones del caso ya se sienten en Westminster. Algunos parlamentarios británicos, junto con organizaciones como Transparency International, están proponiendo que se implemente una legislación más robusta para registrar la compraventa de arte de más de £10,000, incluyendo la obligación de verificar antecedentes de los compradores y reportar movimientos sospechosos.
De concretarse estas iniciativas, el Reino Unido podría seguir el ejemplo de la Unión Europea, donde desde 2020 las casas de subastas y comerciantes de arte están sujetas a directrices contra el blanqueo de capitales similares a las del sector financiero.
¿El arte como víctima o cómplice?
Este suceso abre un amplio debate ético: ¿Es el mundo del arte, por su naturaleza y tradición opaca, una víctima utilizada por delincuentes sofisticados o se ha convertido en cómplice pasivo de dichos crímenes? Muchos expertos creen que la autorregulación del sector ya no es suficiente.
El profesor James Brodie, especialista en economía del arte en la Universidad de Cambridge, comentó:
“La libertad que siempre se ha valorado en el mercado del arte no puede seguir sirviendo de escudo para lavado de dinero o financiación del terrorismo. Ha llegado el momento de reglas claras y cumplimiento obligatorio”.
Una advertencia global
El caso de Ojiri se ha convertido en una alerta para galeristas, coleccionistas y casas de subastas alrededor del mundo. La implicación en redes financieras ilícitas, incluso de manera indirecta, puede traer consecuencias penales severas. Este precedente empieza a cambiar la narrativa alrededor de un sector donde la estética y el valor cultural a menudo han eclipsado los aspectos legales y éticos del comercio.
La historia aún no ha terminado. Con el decomiso de las obras de Ahmad y la investigación estadounidense en curso, podríamos estar frente al primer capítulo de una serie de revelaciones que sacudan aún más los cimientos del exclusivo y, hasta ahora, indulgente universo del arte internacional.