La ambiciosa conexión ferroviaria de India con Cachemira: ¿infraestructura o estrategia?
El tren Vande Bharat llega a Srinagar en medio de tensiones con Pakistán, marcando un hito tanto en ingeniería como en geopolítica
Un tren que desafía las montañas, la política y la historia
El Vande Bharat Express, uno de los símbolos más modernos del auge ferroviario de India, ha alcanzado este 7 de junio de 2025 una de sus metas más ambiciosas: cruzar el Himalaya y llegar por primera vez hasta Srinagar, en la región de Cachemira controlada por India. Esta hazaña no solo representa un hito en ingeniería, sino que también deja al descubierto la compleja intersección entre infraestructura, identidad nacional y tensiones geopolíticas.
La nueva línea ferroviaria atraviesa 272 kilómetros entre Udhampur y Baramulla, pasando por Srinagar, la principal ciudad de la región. El proyecto incluye 36 túneles y 943 puentes, una proeza de la ingeniería civil que ha tenido un costo aproximado de 5.000 millones de dólares.
Un megaproyecto con implicaciones históricas
Ni la geografía ni la historia de Cachemira son simples. Se trata de una zona montañosa, escarpada, propensa a aludes y terremotos. Pero también es una región disputada por India y Pakistán desde 1947, cuando ambos países emergieron como repúblicas tras la Partición del Imperio Británico. Desde entonces, los dos han librado tres guerras —1947, 1965 y 1999— por esta región, además de innumerables escaramuzas militares.
Ambos países controlan porciones de Cachemira, pero la reclaman en su totalidad. En el lado indio, miles de efectivos militares patrullan la zona a diario debido a la presencia de grupos insurgentes que han desafiado la autoridad de Nueva Delhi desde 1989. Desde entonces, según cifras del gobierno y organizaciones de derechos humanos, más de 70.000 personas han muerto, incluyendo civiles, rebeldes y fuerzas de seguridad.
¿Tren para la paz o herramienta geoestratégica?
El primer ministro Narendra Modi no se presentó solamente como jefe de Estado en la inauguración del tren. Lo hizo como arquitecto de una nueva era de infraestructura nacional que se entrelaza con su visión de hegemonía territorial. “Este tren no solo lleva pasajeros, lleva el sueño de una India unida hasta sus fronteras más difíciles”, dijo en su discurso.
Pero no todos lo perciben así. Para muchos kashmiríes musulmanes, el tren no es una promesa de modernidad sino un símbolo de imposición. “Nos hablan de conectividad mientras aumentan los toques de queda y se silencian nuestras voces”, dijo Sajjad, un comerciante de Srinagar, a la radio local.
Un contexto agravado por el conflicto más reciente
La inauguración del tren tiene lugar apenas semanas después de una nueva escalada militar entre India y Pakistán. A finales de abril de 2025, un ataque armado en Cachemira dejó 26 personas muertas, la mayoría turistas hindúes. India responsabilizó a Islamabad de apoyar a los atacantes. En cuestión de días, ambos países intercambiaron misiles y drones en múltiples incidentes. Aunque no se ha producido una guerra abierta, la región vivió momentos de profunda tensión, con lamentos en ambos lados de la frontera.
En ese contexto, la línea ferroviaria adquiere una nueva dimensión: el tren sirve también como vía de transporte de tropas y armamento. Aunque el gobierno sostiene que el objetivo es mejorar el acceso de los civiles y fomentar el turismo, la facilidad de movilización militar que aporta esta vía es innegable.
¿Puede el turismo salvar a Cachemira?
El gobierno central insiste en el potencial turístico de la línea. Srinagar ha sido durante siglos un destino codiciado por sus shikaras (barcas) en el lago Dal, sus jardines mogoles y su artesanía única. Sin embargo, cada episodio violento —como el reciente ataque a los turistas— destruye esa imagen idílica.
“El turismo se desmorona cada vez que hay un atentado. Los hoteles cierran, los guías quedan sin trabajo, y todo vuelve al silencio”, señaló Mehmood, dueño de una casa flotante.
La esperanza del gobierno es que, con presencia ferroviaria estable, se facilite el arribo masivo de visitantes y al mismo tiempo se impulse el desarrollo económico en la región: se mejorarían las comunicaciones logísticas para comercio, educación y salud. Pero muchos se preguntan si un tren, por sí solo, es suficiente para lograr la tan ansiada paz.
Comparaciones internacionales: trenes que también unen y dividen
Este tipo de megaobras en zonas de conflicto no es única de India. A lo largo de la historia contemporánea, otras naciones han utilizado el transporte como una forma de consolidar hegemonía territorial:
- China construyó el tren Qinghai–Tíbet, que vincula el Tíbet con el este del país. Pese al progreso económico, la obra fue muy criticada por reforzar el control de Pekín sobre el Tíbet.
- Israel ha sido acusado de utilizar carreteras segregadas para conectar asentamientos israelíes en Cisjordania, consolidando su poder en los territorios ocupados.
- En Estados Unidos, proyectos ferroviarios en el siglo XIX también sirvieron para el control y desplazamiento de las poblaciones indígenas.
En todos estos casos, la infraestructura no fue neutral: representó una pieza más en un tablero de poder.
Cachemira y la paradoja del desarrollo
El dilema de Cachemira puede resumirse así: ¿es posible el progreso económico sin abordar las demandas políticas? Lo que para Delhi es desarrollo, para muchos en Srinagar es asimilación forzada. Sobre todo desde que en agosto de 2019, el gobierno eliminó el estatus especial de Jammu y Cachemira (artículo 370), desatando protestas masivas y miles de detenciones.
Mientras el tren se desliza por sus nuevos túneles, transportando más que viajeros —historias, tensiones, esperanzas y derrotas—, el mundo observa cómo India intenta consolidar con acero y rieles lo que no ha resuelto con políticas inclusivas.