Princesa Kako en Brasil: un viaje de diplomacia, memoria e identidad nipobrasileña
La sobrina del emperador Naruhito inicia una gira histórica por ocho ciudades brasileñas, fortaleciendo lazos culturales y honrando 130 años de amistad entre Japón y Brasil
San Pablo, Brasil - La princesa Kakō de Akishino, sobrina del emperador Naruhito de Japón, ha iniciado una gira de once días por Brasil, marcando no solo una importante visita diplomática, sino también un tributo a uno de los puentes culturales más sólidos entre Asia y América Latina: los 130 años de relaciones diplomáticas entre Japón y Brasil.
En un homenaje repleto de simbolismo, la joven princesa —segunda hija del príncipe heredero Fumihito y la princesa Kiko— fue galardonada con la Ordem do Ipiranga, la más alta distinción del estado de São Paulo. Este reconocimiento fue entregado en una ceremonia privada en el Palácio dos Bandeirantes, sede del gobierno estatal, en presencia del gobernador Tarcísio de Freitas.
Un lazo centenario que sigue fortaleciéndose
Japón y Brasil han tejido una relación única a lo largo de más de un siglo, y esta gira no solo conmemora esa trayectoria histórica, sino que también la proyecta hacia el futuro. La comunidad japonesa en Brasil, estimada en 2,7 millones de personas, es la más grande fuera del archipiélago nipón, y alrededor de la mitad reside en el estado de São Paulo.
Durante un discurso ante el gobernador, la princesa se refirió a los pioneros japoneses que, en un viaje extenuante, llegaron a Santos en 1908 a bordo del Kasato Maru, dando inicio a una nueva etapa para miles de familias.
“Sentí que los inmigrantes hicieron un enorme esfuerzo para adaptarse a Brasil y, aún hoy, están profundamente activos en muchas áreas. El hecho de que Brasil acogiera a la comunidad japonesa permitió que los lazos entre los dos países se hicieran más profundos”, expresó con emoción.
Una agenda cultural y política cargada
La gira de la princesa incluye visitas a ocho ciudades: además de São Paulo, pasará por Río de Janeiro, Brasilia —donde se reunirá con el presidente Luiz Inácio Lula da Silva—, Curitiba, Londrina y otras ciudades con fuerte presencia nipobrasileña.
En su primer día, visitó el memorial de los primeros inmigrantes japoneses en el Parque Ibirapuera de São Paulo, en un acto cargado de simbolismo que refuerza el aprecio mutuo entre ambos pueblos.
“Es como si estuviéramos cerrando un círculo histórico”, declaró Yamato Tanaka, presidente de la Sociedade Brasileira de Cultura Japonesa. “Recibir a la princesa Kako no solo honra la historia, también enciende una nueva etapa de compromiso y proyección de nuestra cultura”.
Una historia de persistencia y adaptación
El arribo del Kasato Maru en 1908 con 781 japoneses a bordo marcó el inicio de una comunidad que atravesó dificultades, prejuicios y pobreza extrema para convertirse en un actor clave en la economía y sociedad brasileña. Inicialmente contratados como trabajadores de plantaciones de café, los inmigrantes japoneses pronto destacaron en sectores como la agricultura, la industria textil, comercio e incluso la política.
Durante la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, enfrentaron una dura represión: fueron forzados a dejar de hablar japonés, se les prohibió publicar en su idioma y se disolvieron muchas de sus asociaciones.
“Fue un periodo oscuro. Pero incluso en esos años difíciles, la comunidad japonesa mantuvo su identidad”, señaló la historiadora Ana Claudia Sugano, especialista en migraciones asiáticas. “Es notable cómo han logrado integrarse sin perder sus valores fundamentales, transmitiéndolos a nuevas generaciones”.
¿Por qué Brasil y Japón siguen tan vinculados?
Brasil y Japón están separados por más de 17.000 kilómetros, pero unidos por múltiples hilos: intercambio educativo, cooperación científica, comercio, turismo y sobre todo la diáspora nipobrasileña.
Actualmente, Brasil es el octavo principal socio comercial de Japón en América Latina. El intercambio supera los 9.000 millones de dólares anuales, con productos que van desde autos híbridos hasta tecnología agrícola.
Además, son comunes los acuerdos culturales como el Festival do Japão en São Paulo, que reúne cada año a más de 200.000 personas, o intercambios de estudiantes en instituciones como la Universidad de Tokio o la USP.
En palabras del exembajador japonés, Akira Yamada: “Brasil es nuestra segunda casa. En ningún otro país del mundo, un descendiente es considerado tan japonés como en Japón mismo. En Brasil sí lo son”.
¿Quién es la princesa Kako?
Con 29 años, la princesa Kako se ha convertido en una figura pública destacada del Palacio Imperial japonés. Habla inglés fluido, estudió en la Universidad Gakushuin y en la Universidad de Leeds, y es considerada una figura moderna dentro de una familia marcada por el protocolo.
Es la segunda hija de Fumihito, primero en la línea de sucesión, ya que el emperador Naruhito no tiene hijos varones. En Japón, las mujeres no pueden heredar el trono, una tradición altamente debatida en los últimos años. Su hermana, la princesa Mako, renunció a sus títulos reales en 2021 para casarse con un plebeyo, en un caso que generó amplio debate público.
La última vez que un miembro de la familia imperial visitó Brasil fue en 2018, cuando Mako recorrió 13 ciudades en un viaje similar, también conmemorando las relaciones bilaterales.
Una comunidad que no olvida sus raíces
En São Paulo, uno de los barrios más emblemáticos para la comunidad es Liberdade, un enclave urbano donde se fusionan kimonos, sushi, oden y festivales típicos con samba y feijoada. Allí, obras teatrales de kabuki comparten escenario con grupos de taiko y capoeira.
“Liberdade no es solo una referencia cultural. Es el corazón de nuestra identidad en Brasil”, explica Ricardo Uehara, director del Museo Histórico da Imigração Japonesa. “La visita de la princesa Kako nos reconecta con Japón, pero desde nuestra realidad brasileña”.
Entre tradición y presente: el rol de la juventud nipobrasileña
Una de las tareas implícitas en la visita de Kako es captar el interés de las nuevas generaciones, muchas de las cuales han nacido y crecido en un entorno completamente brasileño y a veces más distantes de la cultura japonesa.
“Tenemos un desafío de transmisión cultural. Pero la princesa Kako representa una figura joven, cercana, femenina y moderna, capaz de hablar el lenguaje de nuestros estudiantes, de nuestras hijas”, comentó Keiko Nakamura, directora de una escuela de idioma en Londrina.
La gira también suma actos junto a jóvenes descendientes de japoneses, proyectos de integración social y clases demostrativas de ikebana, sumo y caligrafía japonesa.
Más que una gira ceremonial
La presencia de la princesa Kako es una expresión viviente de Japón en territorio brasileño: respetuosa de sus tradiciones, pero abierta al diálogo con un país multicultural y diverso.
Es también un recordatorio de cómo los puentes culturales no solo se construyen desde el poder político, sino en los corazones y recuerdos de quienes jamás olvidaron su origen.
“Brasil es parte de la historia japonesa tanto como Japón es parte de la historia brasileña”, concluyó la princesa en un brindis que selló el primer día de su visita. Y en ese espíritu, su gira se proyecta como una nueva página en un capítulo de complicidad entre pueblos que, aún en sus diferencias, han aprendido a caminar juntos.