Prohibido servir: la purga de militares transgénero en EE.UU. y la lucha por el mérito
Más de mil soldados trans enfrentan el exilio forzoso mientras el gobierno de Trump redefine el concepto de identidad en las fuerzas armadas
Una orden en medio del Orgullo
En plena conmemoración del Mes del Orgullo LGBTQ+, el gobierno de Donald Trump activó una controvertida política: excluir a las personas transgénero del servicio militar. Con una fecha límite hasta el viernes para renunciar voluntariamente con compensación económica, y hasta el 7 de julio para los reservistas, más de 1,000 militares han comenzado a abandonar las filas.
Pero muchos otros —con esperanza, ira o amor por su carrera— han optado por permanecer en sus puestos, resistiendo un mandato que consideran discriminatorio, inconstitucional y contrario a los valores de mérito que supuestamente defiende el gobierno estadounidense.
El dilema trans: dignidad versus subsistencia
Los testimonios recogidos por medios y organismos de derechos humanos evidencian una dualidad dolorosa. Roni Ferrell, especialista del Ejército con base en Lewis-McChord, decidió retirarse para no perder un bono de 18,500 dólares. “Mi comandante básicamente dijo que era mi única opción si quería asegurar el bienestar de mis hijos”, dijo.
Casos como el de Ferrell ilustran cómo las condiciones económicas han forzado decisiones no deseadas. El Pentágono ofreció el doble de la paga por separación habitual a quienes optaran por retirarse voluntariamente, mientras que quienes se resistan podrían verse obligados a devolver becas, bonificaciones u otros incentivos, que en algunos casos superan los 50,000 dólares.
Una paradoja de la meritocracia
El argumento oficial de la administración Trump es eliminar la "wokeness" y restablecer un "ethos de guerrero". El secretario de Defensa, Pete Hegseth, fue claro: EE.UU. debe dejar atrás “la debilidad y los tipos con vestidos”.
Sin embargo, esto contradice el principio de meritocracia que tanto proclama el gobierno republicano. “He superado pruebas, liderado escuadrones y mi expediente está impoluto. Aun así, me están empujando fuera mientras otros que apenas cumplen siguen dentro”, lamentó una marina con más de 25 años de servicio.
La resistencia desde dentro
No todos ceden. Varios soldados han decidido luchar desde dentro del sistema. Un suboficial de la Fuerza Aérea señaló: “Mi servicio habla por mí. Estoy aquí por mérito, no por identidad de género”.
Esta no es una simple cuestión legal. Es una lucha identitaria, y para muchos militares, es también una batalla moral. “La cultura militar me abrazó, y yo la abracé”, dijo un miembro de la Guardia Nacional. “Sería contradictorio irme ahora por una política injusta”.
Una historia que se repite: entre avances y regresiones
La historia del ejército estadounidense en relación con la inclusión está plagada de vaivenes. Desde la segregación racial hasta el final de la política “Don’t Ask, Don’t Tell” en 2011, las fuerzas armadas han sido escenario de batallas sociales más allá del combate militar.
En 2016, el gobierno de Barack Obama abrió oficialmente las puertas a las personas trans en el servicio militar. No fue sino hasta julio de 2017 cuando, vía Twitter, Trump anunció la reversión. Desde entonces, una maraña legal y política mantiene a miles de soldados en una incertidumbre permanente.
Impacto humano: angustia, silencio y miedo
Muchos de los testimonios actuales se ofrecieron de manera anónima, por temor a represalias. Esa atmósfera de miedo tiene consecuencias psicológicas significativas. Una docena de organizaciones, incluyendo la Human Rights Campaign, han pedido que se garanticen defensorías legales para los afectados y se valore caso por caso.
Cynthia Cheng-Wun Weaver, directora de litigación de la organización, recomendó que los militares consulten con sus defensores legales para entender las implicaciones reales de retirarse o resistirse.
Códigos en el expediente militar: una marca peligrosa
Los especialistas temen que quienes sean separados involuntariamente reciban un código en su historial militar que indique que fueron dados de baja por razones de “seguridad nacional”. Esto podría obstaculizar el acceso a trabajos públicos o privados que requieren autorizaciones de seguridad.
“Ese código puede perseguirte el resto de tu vida”, dijo una marine veterana que, tras años de servicio ejemplar, decidió acogerse a la separación voluntaria para no arriesgar su futuro profesional.
Guardias Nacionales: atrapados entre géneros
Tal vez el conflicto más absurdo lo vivan miembros de la Guardia Nacional. Dependientes parcialmente de las autoridades estatales, se espera que asistan a sus ejercicios mensuales identificándose con el género asignado al nacer.
Un oficial que transicionó hace cinco años indicó: “Me vería obligado a usar instalaciones femeninas, portar uniforme femenino y ser llamado ‘señora’... eso es irreconciliable con quién soy y con cómo me perciben mis soldados”.
¿Y ahora qué?: dobles discursos y arenas movedizas
Mientras desde el Pentágono se afirma que los soldados serán tratados con “dignidad y respeto”, los movimientos indican lo contrario. En su ambigüedad, la política de Trump permite a los jefes de unidad decidir cuándo y cómo iniciar los procesos de separación.
La herramienta clave será la identificación médica de la disforia de género durante los exámenes anuales. Pero esto podría llevar meses, tiempo suficiente para iniciar litigios o cambiar la composición política del poder ejecutivo.
Reacciones políticas: una grieta ideológica
Un total de 23 senadores demócratas, liderados por la veterana Tammy Duckworth de Illinois, han exigido al secretario de Defensa que se retire la directiva. Argumentan que nadie debería ser excluido por su identidad cuando cumple con los estándares físicos y mentales requeridos por el ejército.
Por su parte, el gobierno ha optado por el silencio. Más aún, la estrategia de Trump y su entorno parece apuntar directamente a desmantelar políticas de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI) bajo el pretexto de retomar el control ideológico del país.
No todos se van
Algunos soldados, sobre todo quienes no tienen bonos que devolver o que llevan poco tiempo en el servicio, han decidido esperar a ver qué ocurre. Confían en que las demandas en curso logren frenar la medida o incluso revertirla.
“No es por dinero —es por vocación. Amo mi carrera, y es por eso que me quedo”, dijo una oficial de la Fuerza Aérea.
En paralelo, diversas organizaciones jurídicas y de derechos humanos continúan la batalla en los tribunales, buscando fallos que declaren inconstitucional esta nueva exclusión, tal como ocurrió con la prohibición del matrimonio entre personas del mismo sexo.
Una democracia a prueba
Para muchos, el caso de los militares transgénero es una prueba del verdadero compromiso del país con los principios que proclama.
“Si la administración insiste en que el mérito es lo único que importa, entonces no debería importar nuestra identidad de género. Sin embargo, eso es exactamente por lo que nos están expulsando”, dijo un veterano involucrado en una de las demandas contra el Pentágono.
Más allá de una cuestión militar, la situación actual refleja cómo la identidad y la participación ciudadana siguen siendo negociables en una nación que se enorgullece de su libertad.
Quizá, en palabras de estos soldados, el verdadero “ethos de guerrero” no se mida por uniformes, sino por la capacidad de resistir y mantener la dignidad en medio del prejuicio institucionalizado.