Tesla vs. Trump: ¿Está en peligro el imperio de Elon Musk por su pelea con el expresidente?
Una enemistad entre el magnate tecnológico y el líder político podría frenar el futuro de los autos autónomos, contratos espaciales y la transición energética en EE.UU.
Un choque de titanes: negocios vs. política
En el corazón del nuevo enfrentamiento político-tecnológico de Estados Unidos están dos de los personajes más influyentes del siglo XXI: Donald Trump, el expresidente y candidato republicano con ansias de revancha, y Elon Musk, el empresario más rico del mundo y cabeza de gigantes tecnológicos como Tesla, SpaceX y Starlink.
La disputa entre ambos, que surgió públicamente a principios de junio de 2025, amenaza con desencadenar consecuencias millonarias para el conglomerado empresarial de Musk y podría influir en la forma en que EE.UU. avanza (o retrocede) en áreas críticas como la movilidad eléctrica, la exploración espacial y la conectividad global. Pero, ¿qué está realmente en juego en este choque de egos e intereses?
¿Saboteo político a la innovación?
El primero de varios impactos en la maquinaria de Musk llegó rápidamente. Tras el cruce de declaraciones, Tesla experimentó una caída del 14% en sus acciones el jueves, tras semanas en las que habían subido 50% debido a la expectativa por el lanzamiento de sus robotaxis autónomos en Austin, Texas. Esta tecnología es vital para la recuperación de Tesla, cuyas ventas globales de vehículos eléctricos han disminuido en 2024.
Sin embargo, la National Highway Traffic Safety Administration (NHTSA) solicitó información detallada sobre el funcionamiento de estos taxis autónomos en condiciones de baja visibilidad —algo que podría retrasar o incluso bloquear el plan si encuentran inconsistencias. Además, el Departamento de Justicia mantiene abierta una investigación sobre la seguridad del software de conducción autónoma de Tesla.
“Para alguien que se queja tanto del dinero público, todos los negocios de Elon dependen tremendamente de ese mismo dinero”, afirmó el analista Sam Abuelsamid.
Las contradicciones de un capitalista ‘anti-papel-gobierno’
Irónicamente, la fortuna de Musk ha estado entrelazada con contratos gubernamentales desde sus inicios. Tanto Tesla como SpaceX han recibido inversión y respaldo estatal. Los créditos de carbono que Tesla vende a fabricantes que no cumplen con los estándares de emisiones le han dado más de 595 millones de dólares sólo en el primer trimestre de 2025.
Pero ese modelo está siendo amenazado. La administración de Trump, reforzada por un Senado republicano, ha introducido reformas que eliminarían las multas por bajo rendimiento de combustible para autos a gasolina. Si estas enmiendas avanzan, el lucrativo negocio colateral de Musk podría desaparecer.
La revancha desde el espacio
SpaceX es probablemente el actor más vulnerable dentro del portafolio de Musk. Su contrato con la NASA para llevar astronautas a la luna y su rol como única compañía capaz de transportar seres humanos a la Estación Espacial Internacional (ISS) pueden verse comprometidos si Trump impulsa cortes presupuestarios con sesgo personal.
El CEO reaccionó a las amenazas tweetando —en tono provocador— que desmantelaría la nave Dragon, clave para las misiones espaciales tripuladas. Horas después, se retractó, evidenciando lo delicado del panorama. Estados Unidos no tiene una alternativa inmediata y confiable: depender de las cápsulas rusas Soyuz podría ser políticamente inviable.
Según analistas del sector aeroespacial, SpaceX ha recibido más de 15.000 millones de dólares en contratos gubernamentales desde 2008. Una enemistad profunda con el ejecutivo podría costarle cientos de misiones a futuro.
Starlink: entre diplomacia y disputa digital
Otro flanco es Starlink, la empresa de internet por satélite que forma parte del ecosistema de SpaceX. Este año había logrado acuerdos clave en países estratégicos como India, Pakistán y Arabia Saudita. Muchos de estos tratos coincidieron con viajes diplomáticos en los que Musk aparentaba cercanía con Trump.
Ahora, si el expresidente activa represalias, podría interceder contra la empresa en mercados donde el respaldo estadounidense influye. Ya circulan dudas sobre si estos acuerdos fueron facilitados políticamente.
India aprobó esta semana una licencia crucial para que Starlink opere en su territorio, un hito en un país donde el 40% de los habitantes carece de internet. Pero el conflicto podría volverse un factor internacional si se reanuda la guerra comercial entre potencias.
X (antes Twitter): la red social en la cuerda floja
El entorno digital también está profundamente atado a esta disputa. Desde que Musk tomó el control de Twitter en 2022 —rebautizado como X—, la red experimentó una fuga de anunciantes debido a la proliferación de discursos extremistas y teorías conspirativas que Musk se negó a moderar.
Sin embargo, en los últimos meses, algunos anunciantes comenzaron a regresar tímidamente. ¿La causa? El temor a represalias del movimiento conservador. Pero ahora, si Trump decide convertir X en blanco de ataque, otra ola de abandono podría producirse.
La politóloga Sarah Kreps, de la Universidad de Cornell, lo resume:
“X podría tornarse nuevamente radioactiva para las grandes marcas. Todo depende de si el conflicto se exacerba y cómo termina”.
Retroceso climático: ¿quién sostiene la transición hacia los autos eléctricos?
En el centro de esta tormenta se encuentra una lucha por el alma ecológica del sistema automovilístico estadounidense. Mientras la administración Biden impuso estándares que incentivaban la venta y producción de vehículos eléctricos, más eficientes y con menos emisiones, Trump busca desmantelarlos.
Recientemente, el Secretario de Transporte Sean Duffy declaró como “ilegales” las regulaciones de eficiencia energética dictadas durante el mandato de Biden. La nueva postura abre paso a mantener los autos a gasolina sin penalizaciones, lo cual afectaría al mercado EV (vehículos eléctricos) y le quitaría presión a los fabricantes tradicionales.
Se estima que, bajo las normas actuales, los autos debían lograr 50 millas por galón para 2031. Pero las nuevas medidas volverían permisivo el estándar. Tesla —que lideraba ese cambio— ya enfrenta la paradoja de perder ventas entre los consumidores progresistas, desencantados con la retórica política de Musk.
Los grupos automotrices celebraron este giro. John Bozzella, presidente de la Alianza para la Innovación en Automoción, declaró:
“Esta es una importante noticia para clarificar las normas sobre kilometraje. Las reglas anteriores estaban mal fundamentadas en la existencia de EVs”.
No todos están de acuerdo. Katherine Garcia, directora del programa de Transporte Limpio en el Sierra Club, advirtió que revertir estos cambios encarecería el costo del combustible, limitaría las opciones limpias y agravaría el cambio climático.
¿El principio del fin o una distracción temporal?
Queda la pregunta clave: ¿puede este enfrentamiento tumbar el imperio empresarial de Elon Musk? Y sobre todo, ¿puede revertir los esfuerzos hacia una economía más electrificada, limpia y autónoma?
Los analistas no se apresuran a predecir. Algunos ven una tormenta pasajera; otros temen que el daño sea estructural. Tesla, que cotizaba sobre los $380 dólares este año, ronda ahora los $300. Su valor depende críticamente del éxito del robotaxi. SpaceX, sin alternativas confiables en EE.UU., podría ser intocable a corto plazo, pero no de forma indefinida si cambia la voluntad federal.
Lo cierto es que la mezcla volátil de tecnología, política y ego promete mantenernos en vilo durante los meses de elecciones en Estados Unidos. Y esta batalla podría redefinir mucho más que un negocio: podría redibujar la ruta hacia el futuro energético y espacial del país.