Milicias palestinas y la ayuda humanitaria en Gaza: ¿resistencia local o herramienta política?
Israel respalda grupos armados en Gaza que aseguran combatir a Hamás, pero trabajadores humanitarios los acusan de saquear ayuda frente a la pasividad militar. ¿Quién realmente controla la distribución de alimentos?
Una nueva dinámica en Gaza: el surgimiento de milicias pro-Israel
Desde hace meses, el sur de Gaza ha visto surgir una figura inquietante: grupos armados palestinos autoproclamados como "fuerzas nacionalistas" que operan en zonas controladas por el ejército israelí. A primera vista, estas milicias aseguran estar protegiendo centros de distribución de alimentos. Sin embargo, diversas denuncias acusan a estos grupos de saquear convoyes de ayuda humanitaria mientras soldados israelíes observan sin intervenir.
Uno de estos grupos, denominado Fuerzas Populares y liderado por Yasser Abu Shabab, ha ganado notoriedad. Según sus propias declaraciones, están trabajando con la Gaza Humanitarian Foundation (GHF), una organización contratista americana que aspira a reemplazar a las agencias de Naciones Unidas en la entrega de ayuda. No obstante, los trabajadores humanitarios son categóricos: la ayuda no se distribuye libremente sino bajo un patrón de control militar y a menudo es saqueada por las mismas milicias autorizadas a operar por Israel.
Clan, crimen y poder: las raíces de las milicias en Gaza
Para entender mejor esta situación, hay que retroceder y considerar el contexto social de Gaza. En esta región, los clanes y extensas familias tribales ostentan un poder ancestral. Su organización les permite mediar conflictos, proteger sus intereses y, en ocasiones, controlar negocios ilegales. Desde el inicio del bloqueo a Gaza en 2007 y la llegada al poder de Hamás, muchas de estas familias fueron reprimidas o cooptadas. Pero con Hamás debilitada tras casi dos años de guerra con Israel, estos grupos han regresado con fuerza.
La familia Abu Shabab, a la que pertenece el mencionado líder miliciano Yasser, tiene un historial relacionado con el tráfico de drogas y cigarrillos entre Israel y Egipto. El propio Yasser fue detenido por Hamás antes del conflicto actual, pero habría sido liberado con el estallido de enfrentamientos en octubre de 2023. Ahora, su milicia actúa como una fuerza paramilitar con impunidad en las zonas más necesitadas de Gaza.
Los puntos de distribución: ¿ayuda o herramienta de desplazamiento?
Desde el inicio del conflicto, el acceso a la ayuda humanitaria ha sido restringido severamente. De hecho, Israel impidió durante dos meses y medio la entrada de alimentos hasta que la GHF inició operaciones el 26 de mayo de 2025. Desde entonces, solo tres centros de distribución funcionan activamente con ayuda custodiada exclusivamente por contratistas privados y, según testigos, por milicias como las Fuerzas Populares.
Esto no sería tan alarmante si no fuera porque Israel también ha limitado el accionar de Naciones Unidas en la zona. Varios testimonios afirman que convoys de la ONU son obligados a transitar por caminos donde operan saqueadores. Es difícil suponer que el ejército israelí ignora estos actos, especialmente considerando que los responsabilidad de seguridad en la mayoría de los accesos a Gaza.
Acusaciones públicas: Israel niega, la ONU alerta
Desde el gobierno israelí, las acusaciones han sido tajantemente rechazadas bajo el calificativo de "noticias falsas". Pero la comunidad internacional, incluidos varios voceros de Naciones Unidas, no lo ve así.
Jonathan Whittall de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) señaló: "Quienes han bloqueado y saqueado violentamente camiones de ayuda parecen haber sido protegidos por fuerzas israelíes". Además, remarca que Israel estaría buscando sustituir por completo el sistema humanitario liderado por la ONU con otro modelo completamente militarizado.
Del mismo modo, trabajadores de transporte, como Nahed Sheheiber, denuncian ataques frecuentes por parte de la milicia Abu Shabab en áreas controladas por Israel en Rafah y Jan Yunis. En un caso citado, el conductor Issam Abu Awda relató cómo fue secuestrado, esposado y saqueado con total impunidad: "Los soldados israelíes estaban a escasos metros, pero no hicieron nada".
¿Control o desplazamiento inducido?
Las implicaciones de estos actos van más allá de la ayuda alimentaria. Algunos expertos interpretan que Israel está usando la ayuda como un mecanismo de desplazamiento forzado. Muhammad Shehada, analista del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, afirma que el ejército israelí está presionando a los gazatíes para que emigren hacia el sur, especialmente hacia zonas que agrupen los centros de distribución controlados por actores afines.
La ONU considera que esta estrategia contraviene mandatos internacionales. El desplazamiento inducido mediante necesidad de alimentos constituye una violación de derechos humanos. Sin embargo, Israel mantiene que la ONU ha fracasado sistemáticamente en evitar que Hamás desvíe la ayuda, lo cual ha sido negado por los responsables humanitarios.
El caso GHF: el actor inesperado
GHF, contratista humanitario de origen americano, se ha convertido en pieza clave de la estrategia israelí. En teoría, su misión es suplir la ineficiencia del sistema internacional. Pero su elección como operador exclusivo, justo después de un bloqueo total de la ayuda durante casi tres meses, levanta sospechas entre analistas y pobladores.
Resulta particularmente delicado que, aunque GHF trabaja con empleados palestinos, niegue cualquier vínculo con las Fuerzas Populares. "No hay colaboración con Abu Shabab", asegura su portavoz. Sin embargo, los videos publicados por la milicia muestran a los combatientes resguardando activamente los alrededores de los centros de distribución operados por GHF.
¿Una estrategia replicable?
Si bien hoy Gaza es el epicentro de esta dinámica, analistas temen que el modelo de tercerización militar de la ayuda pueda replicarse en otros contextos de conflicto. Dotar de poder a grupos armados locales, con objetivos políticos difusos y antecedentes criminales, puede parecer útil en el corto plazo, pero el precedente podría ser devastador a nivel regional.
Ya en conflictos como los de Siria o Yemen, se ha observado que la fragmentación del control humanitario alimenta la corrupción y aumenta el sufrimiento de la población. Gaza podría ser el ejemplo más reciente, pero no el último, de cómo la geopolítica llega al estómago de la población civil.
Reflexiones finales: ¿resistencia, crimen o estrategia?
Las Fuerzas Populares lideradas por Abu Shabab se encuentran en una zona gris peligrosa. Sus voceros se autodenominan “fuerza nacionalista”, aunque su pasado criminal y su falta de estructura formal distan mucho de una fuerza política legítima. La ONU los considera actores caóticos con acceso ilegítimo a recursos humanitarios. Para Israel, son aliados funcionales en su ofensiva contra Hamás que permiten sortear a una comunidad internacional que critica cada vez más su ofensiva militar.
Lo cierto es que, mientras estos grupos lucran con el control de rutas y recursos alimentarios, un millón de personas en Gaza viven al borde de la hambruna, según estimaciones del Programa Mundial de Alimentos.
En este tablero confuso de alianzas, milicias, ONGs privadas y fuerzas estatales, la ciudadanía palestina sigue siendo la gran víctima. Y la pregunta continúa: ¿es la ayuda humanitaria un derecho… o una estrategia de guerra?