De conspiraciones al Congreso: ¿Qué pasa cuando los ‘chemtrails’ se convierten en legislación?
Un recorrido por el auge político de una teoría desacreditada que revela el poder de la desinformación en la política norteamericana
¿Puede una teoría de conspiración abrirse paso hasta los niveles más altos del gobierno estatal? En Estados Unidos, ya está sucediendo.
Lo que comenzó como una noción marginal difundida por foros de internet hoy se transforma en leyes reales con consecuencias palpables. La teoría de los chemtrails —esas supuestas estelas de productos químicos esparcidos en el cielo por aviones con fines oscuros— ha penetrado el diseño legislativo en múltiples estados estadounidenses. Y Louisiana, hogar de exuberantes pantanos y cápsulas culturales del sur profundo, es el último en unirse a esta ola.
La propuesta que desató la polémica
La representante estatal Kimberly Landry Coates introdujo ante el Congreso estatal de Louisiana un proyecto inusual: prohibir que se liberen «sustancias químicas intencionalmente en la atmósfera para alterar el clima, la temperatura, o la intensidad del sol».
“Estoy realmente preocupada por lo que está ocurriendo sobre nosotros... los ciudadanos de Louisiana no hemos dado consentimiento para esto”, dijo Coates durante su discurso, pidiendo a sus colegas que “empiecen a mirar al cielo”.
Coates no está sola. Esta propuesta no surge en el vacío. Louisiana sigue los pasos de Tennessee —donde el gobernador Bill Lee promulgó una ley similar el año pasado— y de Florida, donde la medida ya fue aprobada por ambas cámaras legislativas. Además, una docena de estados han presentado borradores de legislación similares, entre ellos Nueva York, Arizona, y Carolina del Norte.
¿Qué son los chemtrails realmente?
La creencia en los chemtrails sostiene que ciertas estelas blancas que dejan los aviones no son simplemente condensación —o contrails—, sino químicos liberados con fines secretos: control de clima, manipulación mental, reducción poblacional, o incluso experimentos militares.
Sin embargo, la ciencia sugiere algo muy distinto. Según Ken Leppert, profesor de ciencias atmosféricas en la Universidad de Louisiana Monroe:
“Las estelas son principalmente vapor de agua condensado. No existe ninguna intención maliciosa detrás de ellas”.
Este fenómeno aparece cuando el aire a gran altura tiene alta humedad y bajas temperaturas. En tal escenario, el vapor del escape de los aviones se condensa y forma nubes artificiales temporales. Incluso los motores navales generan estelas similares.
Un documento informativo elaborado por NASA y la Agencia de Protección Ambiental (EPA) respalda esta visión: las estelas no presentan riesgos para la salud, aunque pueden influir mínimamente en el albedo planetario y, por tanto, en el cambio climático, al igual que otras nubes.
La línea entre realidad y ficción: cloud seeding y geoingeniería
Pese a la falta de fundamentos científicos, quienes defienden la teoría de los chemtrails a menudo se amparan en prácticas científicas reales, aunque distorsionadas. Por ejemplo:
- La siembra de nubes (cloud seeding): Método experimental para inducir lluvia o disipar niebla, que utiliza yoduro de plata. Tiene resultados irregulares y no está muy extendido, especialmente en Louisiana, donde ni siquiera se ha emitido una licencia para esta práctica, según el Departamento de Agricultura y Silvicultura.
- La modificación de la radiación solar (SRM, por sus siglas en inglés): Técnica de geoingeniería que busca reflejar parte de la luz solar fuera del planeta para contrarrestar el calentamiento global. La NOAA ha explorado su viabilidad en un informe preliminar de investigación, pero aún no se ha implementado.
A través de estas prácticas científicas reales, los proponentes de conspiraciones logran dotar a sus ideas de una apariencia de validez, confundiendo aún más al público y a ciertos sectores de la clase política.
La política como teatro de conspiraciones
El auge de teorías como los chemtrails en la legislación revela una preocupante tendencia: la disolución de la frontera entre hechos y ficción en el espacio político.
De acuerdo con Donnel Probst, director interino de la Asociación Nacional para la Educación en Alfabetización Mediática:
“Cada una de estas leyes es simbólica y busca complacer a una minoría vocal. Pero, al legislar sobre teorías de conspiración, estamos dando legitimidad donde no la hay y desatendiendo problemas reales”.
Esta desinformación no se queda en los márgenes. Ha sido promovida por figuras como Robert F. Kennedy Jr., actual Secretario de Salud, y la representante Marjorie Taylor Greene, quien ha defendido diversas conspiraciones desde el Congreso.
Incluso Marla Maples, exesposa del expresidente Donald Trump, ha apoyado públicamente propuestas basadas en los chemtrails, señalando, sin pruebas, una posible relación con el aumento de casos de Alzheimer.
De la red al recinto legislativo: la viralización de la postverdad
La exageración de temores infundados, sumada a la tendencia al sensacionalismo mediático y a la polarización política, ha transformado el Congreso en una arena donde se discuten no solo leyes, sino fantasías modernas articuladas como preocupaciones ciudadanas.
En este contexto, los legisladores como Denise Marcelle, representante demócrata que votó en contra de la ley en Louisiana, alzan la voz:
“Siento que le debemos al pueblo de Louisiana mucho más que estar debatiendo cosas que ni siquiera existo o que no son reales. Hay problemas reales como la pobreza, el crimen y la alta tasa de mortalidad materna que deberíamos estar tratando”.
¿Qué peligros encierra legislar sobre conspiraciones?
Aunque muchos de estos proyectos de ley no tienen mecanismos de ejecución estrictos —el de Louisiana, por ejemplo, solo pide reportes de ciudadanos sobre posibles avistamientos—, su mera existencia en los libros de leyes tiene implicaciones peligrosas:
- Desvío de recursos: Tiempo, energía y fondos legislativos se gastan en teorías no sustentadas, mientras otras problemáticas sociales reales siguen sin atención.
- Legitimación de creencias infundadas: Eleva narrativas conspirativas al nivel del discurso oficial, lo cual puede motivar a más grupos a buscar representación política para sus ideologías extremas.
- Desconfianza institucional: El gobierno alimenta la percepción de que actúa sobre realidades paralelas, erosionando la confianza pública.
Un estudio revelador publicado en Environmental Research Letters en 2016 encuestó a 77 científicos atmosféricos. De ellos, 76 afirmaron no conocer ninguna evidencia que sostenga un programa encubierto de dispersión química a gran escala. En palabras de Leppert:
“Es un mito puro, una conspiración sin base científica. Y pese a eso, estamos viendo cómo se viste de política seria”.
¿Qué sigue?
Es probable que más estados sigan esta ruta, respaldados por figuras mediáticas, presiones de sectores conservadores y una ciudadanía confundida por la creciente desinformación en redes sociales. Pero también surgen movimientos de resistencia.
Desde la educación en alfabetización mediática hasta organismos independientes que solicitan mayor responsabilidad en la creación de políticas públicas, una resistencia racional comienza a crecer.
Porque al final, si nos dejamos llevar por las nubes —aunque sean solo vapor de agua—, podríamos terminar muy lejos de los problemas que realmente importan.