De la gloria al abismo: ¿el nuevo sistema de pagos amenaza a los deportes universitarios menos populares?
Una mirada crítica al acuerdo multimillonario de la NCAA y su impacto desigual entre atletas, con especial atención al futuro de las disciplinas no rentables
El acuerdo histórico que está redefiniendo el deporte universitario
En mayo de 2025, un juez federal aprobó un acuerdo sin precedentes entre la NCAA y los atletas universitarios, abriendo la puerta para una era completamente nueva en el deporte colegial de Estados Unidos. El pacto, valorado en unos $2,800 millones de dólares, establece que las universidades podrán remunerar directamente a sus atletas con hasta $20.5 millones por institución al año, comenzando el 1 de julio de 2025.
Este nuevo sistema de compensación es el resultado de una larga batalla legal y legislativa en torno al derecho de los atletas universitarios a recibir una parte de los ingresos multimillonarios generados por su desempeño, especialmente en deportes como el fútbol americano y el baloncesto.
La letra pequeña: ¿quién gana y quién pierde?
Si bien muchos celebran este paso como una victoria en la lucha por los derechos de los atletas, otros, especialmente los y las deportistas de disciplinas consideradas "no rentables", observan el cambio con preocupación. Tal es el caso de Sydney Moore y Sabrina Ootsburg, atletas universitarias que recientemente alzaron la voz sobre la posible marginalización y recortes presupuestarios en deportes como atletismo, softbol y natación.
Según las proyecciones más optimistas, alrededor del 75% de los fondos irá al fútbol americano, dejando un escaso 25% para el resto de los programas deportivos. Moore, por ejemplo, relató en AthleteCon que un jugador de fútbol le dijo “Voy a recibir dinero finalmente”, a lo que ella respondió: “Sí, tú vas a recibir dinero. Pero muchas de tus amigas atletas mujeres van a ser eliminadas del sistema”.
Por su parte, Ootsburg, corredora del equipo de atletismo de Belmont, expresó dudas: “¿Qué significa esto para mí? ¿Qué pasará con los recursos, las instalaciones, los entrenadores, incluso los refrigerios?”.
El caso de los 'walk-ons': los grandes olvidados
Jake Rimmel, exintegrante del equipo de campo traviesa de Virginia Tech, también representa una cara poco visible de esta transformación: los walk-ons o deportistas que no están becados y suelen complementar las plantillas. Rimmel fue cortado del equipo en otoño de 2024, presuntamente en anticipación al nuevo modelo económico. Aunque el juez del caso instó a las universidades a permitir el regreso de estos atletas sin contar contra los límites de plantilla, esa recomendación no es vinculante.
“Me siento en pausa, desconectado, viendo cómo mis compañeros siguen con su vida mientras yo me quedé atrás”, expresó Rimmel. “Solo espero que las universidades tomen decisiones correctas pensando en quienes fuimos desplazados”.
¿Feminismo o fútbol? El eterno dilema presupuestario
Uno de los elementos más sensibles del acuerdo es su impacto en la equidad de género. Gracias al Título IX, las escuelas estadounidenses están legalmente obligadas a mantener paridad en oportunidades deportivas entre hombres y mujeres. Sin embargo, ya existen voces que indican que este nuevo pacto podría erosionar esos avances si los programas femeninos empiezan a recibir menos apoyo.
“Preferiría seguir recibiendo recursos adecuados para entrenar y estar sana, en lugar de que me den $3,000 y tenga que pagar por mis tobilleras, mi seguro de salud o mis comidas”, criticó Moore.
Una nueva era con muchas incógnitas
Incluso los entrenadores están expresando desconcierto. Mike White, entrenador del equipo campeón de softbol de la Universidad de Texas, calificó la situación como “la gran incógnita”. “Es como navegar hacia un mundo plano y caer por el borde. No sabemos qué habrá más allá”, dijo durante la Serie Mundial Femenina en Oklahoma City.
Y es que más allá del impacto financiero inmediato, el acuerdo plantea dilemas estructurales: ¿cómo garantizar que deportes menos taquilleros sobrevivan? ¿Cómo adaptar las becas? ¿Y qué ocurrirá con los patrocinadores, los presupuestos de infraestructura o los seguros?
La brecha de conocimiento: atletas sin información
Muchos atletas no conocen los detalles del acuerdo, ni sus implicaciones. Ootsburg lo explicó con claridad: “Veo los titulares, pero nadie me lo ha explicado. Esto es complicado, hay muchos matices que no todos los atletas comprenden”.
Este desconocimiento también se relaciona con la forma en que se anunció la medida: como una simple notificación emergente en una app. En pleno evento AthleteCon, centrado en el empoderamiento de estudiantes-atletas, pocas personas discutieron un cambio que probablemente redefinirá la relación entre deporte, educación y dinero.
Atletas convertidos en empleados: ¿un arma de doble filo?
Mucho se ha debatido sobre si los atletas deben considerarse empleados. Este acuerdo representa un giro en esa discusión, al reconocer formalmente el derecho a una remuneración. Pero también implica nuevas responsabilidades: declaración de impuestos, obligaciones laborales y posiblemente renuncias a derechos propios de estudiantes.
“Esto no es solo pagarle a un jugador. Es crear un sistema económico dentro del deporte universitario que funcionaba bajo otros principios: mérito, becas, formación integral”, apuntó el economista deportivo Patrick Hruby en una entrevista reciente con Front Office Sports.
El futuro: ¿más inclusión o más desigualdad?
La NCAA ha señalado que la implementación del acuerdo incluirá controles para evitar distorsiones. Sin embargo, muchas universidades no cuentan con el mismo nivel de ingresos por derechos televisivos y marketing. Mientras universidades como Alabama o Texas pueden pagar millones a sus atletas, otras más pequeñas podrían recortar deportes completos para equilibrar sus finanzas.
“¿Qué universidad optará por seguir financiando esgrima, remo o gimnasia si representa un gasto y no hay retorno televisivo?” se preguntan analistas del New York Times.
Una transformación que exige debate informado
Uno de los mayores desafíos ahora es informar y empoderar a los atletas. El problema no es solo el dinero, sino cómo se gestiona, a quién llega y qué sacrificios supone. Organizaciones como The Drake Group y Student-Athletes Advocates han empezado a distribuir guías y seminarios para preparar a los atletas para esta nueva realidad.
“No se trata solo de recibir dinero. Se trata de saber qué estás firmando, cuál es tu rol en este nuevo esquema”, dijo Karen Weaver, exatleta y profesora de políticas deportivas en la Universidad de Drexel.
Con el calendario marcando el arranque oficial el 1 de julio de 2025, la NCAA, las universidades y los propios deportistas todavía tienen muchas respuestas que ofrecer. En este nuevo mapa del deporte universitario, sobrevivir ya no solo depende de rendir, sino también de comprender el terreno que se pisa.