Petróleo, poder y promesas rotas: la disputa entre Bagdad e Irbil que pone en jaque la estabilidad de Irak
Los crecientes conflictos entre el gobierno central iraquí y la región kurda por los ingresos petroleros revelan una lucha histórica por autonomía, recursos y supervivencia en una nación fracturada
Un conflicto que hierve desde hace décadas
La tensión entre el gobierno central de Irak, con sede en Bagdad, y el Gobierno Regional del Kurdistán (GRK), con capital en Irbil, ha estado latente desde la caída de Saddam Hussein. Sin embargo, en las últimas semanas, el conflicto ha escalado tras la decisión de Bagdad de detener los pagos de salarios a empleados públicos kurdos justo antes del Eid al-Adha, lo que provocó una fuerte reacción política y social en el norte del país.
Esta no es una disputa nueva. Desde 2014, cuando el GRK comenzó a exportar petróleo de forma independiente a través de un oleoducto hacia el puerto turco de Ceyhan, la relación ha estado deteriorada. Bagdad lo considera una violación de la soberanía nacional, mientras que Irbil lo ve como un acto necesario de autodeterminación económica.
El litigio internacional y sus consecuencias
En 2023, el Tribunal de Arbitraje Internacional falló a favor de Bagdad en una demanda contra Turquía por permitir que el GRK exportara petróleo sin la autorización del gobierno central. Como resultado, las exportaciones se detuvieron, y desde entonces las negociaciones para reanudarlas se han estancado repetidamente.
Bagdad ha exigido que cualquier venta de petróleo se realice únicamente a través de SOMO (State Oil Marketing Organization), la entidad estatal encargada de gestionar las exportaciones energéticas del país. Irbil, por su parte, argumenta que ha cooperado parcialmente al establecer una cuenta de custodia (escrow account) y entregar parte de sus ingresos al gobierno central, pero denuncia que nunca se cumplieron los compromisos financieros desde Bagdad.
Acusaciones de contrabando y represalias financieras
Uno de los puntos más tensos de esta disputa ha sido la acusación por parte de Bagdad de que Irbil ha estado facilitando el contrabando de productos derivados del petróleo hacia Irán. Un funcionario iraquí, bajo condición de anonimato, afirmó haber documentado 240 cruces ilegales entre el 25 de diciembre de 2024 y el 24 de mayo de 2025.
El GRK rechazó las acusaciones, calificándolas de «cortina de humo» para ocultar la corrupción y el contrabando en otras regiones de Irak. Además, denuncian que la suspensión de los pagos salariales no es más que una medida de “castigo colectivo” que está llevando a la población kurda a una situación de pobreza extrema.
“Esta política de hambruna masiva es una continuación de las tácticas genocidas del pasado”, declaró Masrour Barzani, primer ministro del GRK, en un comunicado emitido en vísperas del Eid al-Adha.
El factor geopolítico: contratos con empresas estadounidenses
En medio de esta crisis, Irbil ha dado un claro paso hacia la internacionalización de su política energética. El mes pasado, Barzani visitó Washington y firmó dos importantes acuerdos con empresas energéticas estadounidenses, desafiando directamente la autoridad de Bagdad.
El gobierno federal respondió con una demanda en los tribunales iraquíes, argumentando que cualquier trato con empresas extranjeras debe pasar primero por sus canales. Esta acción ha encendido aún más las llamas de un conflicto que mezcla soberanía, economía y política internacional.
El impacto humano: una región al borde del colapso
Mientras los líderes políticos intercambian acusaciones y maniobras legales, los ciudadanos de a pie sufren las consecuencias inmediatas del conflicto. En ciudades como Sulaimaniyah, los servicios públicos están paralizados, y miles de empleados estatales no han visto un salario en meses.
Saman Ali Salah, maestro de escuela y padre de familia, resume el sentir de muchos: “Mi hija fue atropellada hace 40 días y aún está en el hospital. Todo mi dinero se ha ido en transporte y medicinas. No he pagado el alquiler en dos meses. Que Dios les haga justicia a estos políticos.”
Organizaciones de derechos humanos han alertado sobre el deterioro económico en la región. La interrupción de salarios llega en un momento crucial, cuando se esperaba una reactivación económica post-pandemia y tras años de conflictos con el Estado Islámico.
La historia detrás de la fractura
La raíz de este enfrentamiento tiene profundas implicaciones históricas. Los kurdos, un grupo étnico sin estado propio, han buscado la autonomía dentro de diversos estados nacionales, incluyendo Irak, Turquía, Siria e Irán. En Irak, tras la guerra del Golfo y con el apoyo de Estados Unidos, se instituyó una región autónoma en el norte del país en los años 90.
Constitucionalmente, el Gobierno Regional del Kurdistán tiene ciertas prerrogativas, pero la distribución de los ingresos por petróleo ha estado sujeta a múltiples interpretaciones legales y disputas de facto. Según el presupuesto federal de Irak de 2021, el 12.7% debía ser trasferido a la región kurda, condicionado al cumplimiento de acuerdos de producción y transparencia. Para Bagdad, Irbil ha violado sistemáticamente esos términos.
El OPEP y la presión internacional
Otro ángulo importante es la presión que Bagdad enfrenta para mantenerse dentro de los límites de producción impuestos por la OPEP. La producción del GRK, que ronda los 400,000 barriles diarios, debe ser contabilizada dentro del cupo nacional. La falta de coordinación entre ambas partes obliga a Bagdad a reducir la producción en otras provincias para evitar sanciones internacionales.
El Ministerio de Petróleo iraquí estima que las pérdidas debido a estos desacuerdos ascienden ya a miles de millones de dólares, además de un daño reputacional considerable para el país a nivel internacional.
¿Qué sigue para Irak?
Expertos en política regional coinciden en que esta tensión aún tiene mucho camino por recorrer. La falta de diálogo real, sumada al debilitamiento de las instituciones a causa de años de conflicto armado y corrupción endémica, hace casi inviable una solución a corto plazo.
Sin embargo, con una economía muy dependiente del petróleo —más del 90% del presupuesto de Irak proviene de ingresos energéticos—, la falta de cohesión entre Bagdad e Irbil es una amenaza directa para la estabilidad económica de todo el país.
La comunidad internacional, incluida la ONU y Estados Unidos, ha hecho llamados a ambas partes para reanudar las negociaciones sobre una base transparente y equitativa. Pero mientras tanto, la población en el Kurdistán iraquí continúa pagando el precio de esta prolongada disputa de poder y recursos.
Como dice un refrán kurdo: “Ni el cielo ni la tierra se abren para quienes se alimentan con promesas”. Y en el Irak actual, las promesas siempre parecen irse con el viento.