Trump, Fort Bragg y el poder militar: una agenda política blindada con uniforme
Entre celebraciones castrenses, despliegues en calles de Los Ángeles y remodelaciones del Pentágono, la administración Trump parece convertir las armas en votos
Una celebración cargada de simbolismo (y tanques)
El presidente Donald Trump planea conmemorar el 250º aniversario del Ejército de Estados Unidos con un evento en Fort Bragg, ahora conocido como Fort Liberty, en Carolina del Norte. Esta celebración, eminentemente patriótica, contará con la presencia del secretario de Defensa Pete Hegseth, el secretario del Ejército Dan Driscoll y miles de militares, veteranos y sus familias.
Lo que podría parecer una simple exaltación de la historia militar norteamericana, sin embargo, cobra otro matiz al considerarse que, ese mismo fin de semana, Trump cumple 79 años y ha organizado, coincidiendo con ambas fechas, un desfile militar en Washington D.C., con tanques y vehículos blindados avanzando por las avenidas de la capital.
"Estamos recuperando el espíritu del ejército americano y honrando a nuestros héroes como se merecen", declaró Trump en un mitin reciente. Pero existe una fuerte crítica: ¿se está utilizando la maquinaria militar como herramienta propagandística en pleno año electoral?
El caso Fort Bragg: ¿Renombrar o reescribir?
Fort Bragg, epicentro del evento, ha sido históricamente una base clave para comandos de élite como los boinas verdes y los rangers. El nombre de la base fue objeto de polémica cuando se eliminó su histórica referencia confederada en 2023 y pasó a llamarse Fort Liberty. No obstante, Hegseth reintrodujo el nombre "Bragg", alegando que rendía homenaje a un paracaidista de la Segunda Guerra Mundial, y no al general confederado Braxton Bragg.
Este acto ha sido ampliamente visto como parte de las maniobras de “revisionismo patriótico” que Trump impulsa, buscando reinstaurar símbolos tradicionales bajo nuevas justificaciones.
El despliegue militar en Los Ángeles: ¿Estados Unidos bajo supervisión castrense?
Simultáneamente, Trump ha ordenado el despliegue de 4,000 tropas de la Guardia Nacional y 700 infantes de Marina en Los Ángeles, desatando un fuerte debate constitucional. Los disturbios en California comenzaron como protestas en contra de redadas migratorias recientes. Ante el grado de violencia –que incluyó la quema de autos autónomos y el cierre de grandes vías– Trump justificó su acción con tono beligerante: “Tendremos tropas por todas partes. No vamos a permitir que esto ocurra en nuestro país.”
Esta decisión fue tomada sin el consentimiento del gobernador demócrata Gavin Newsom, quien la tildó de violación a la soberanía del estado. El fiscal general de California ya ha interpuesto una demanda, alegando que Trump “pisoteó la Constitución y nuestras leyes”.
El tema central gira en torno a leyes como el Acta Posse Comitatus —que impide el uso del ejército para fines policiales internos— y el recurso excepcional que sería invocar la Insurrection Act, lo que permitiría ese uso. Aunque no ha sido invocada oficialmente, las acciones del presidente coquetean peligrosamente con ese borde legal.
Un desfile controversial con cifras impresionantes
El desfile en Washington no solo ha encendido críticas por lo simbólico, sino también por el elevado gasto que representa. Se estima que el evento costará hasta 45 millones de dólares, en un momento donde el gobierno también planea invertir cientos de millones en adaptar un avión qatarí para usarlo como "Air Force One" alternativo.
Además, el presupuesto para defensa presentado por la administración supera el billón de dólares, un aumento drástico respecto a los más de 800 mil millones actuales. El Congreso ha mostrado resistencia, especialmente al hecho de que gran parte de estos fondos se destinan a programas simbólicos antes que estratégicos.
Pete Hegseth: entre chats irresponsables y "purgas culturales"
El actual secretario de Defensa, Pete Hegseth, confirmado apenas con un voto de desempate en el Senado, ha sido un personaje ya envuelto en varias polémicas. Una de las más notorias es su uso de la app Signal para compartir datos sensibles sobre ataques militares con otros altos cargos… e incluso con su esposa y hermano.
El escándalo se agravó cuando, por error, el editor en jefe de The Atlantic, Jeffrey Goldberg, fue incluido en el grupo. El Departamento de Defensa ha iniciado investigaciones sobre si hubo destrucción de mensajes y mal uso de información clasificada.
Pero más allá de su imprudencia tecnológica, Hegseth también ha encabezado una ofensiva ideológica. Ha ordenado purgar contenidos y programas de equidad y diversidad en el ejército, despedido a altos mandos identificados como “woke” (especialmente mujeres y personas transgénero), y renombrado un buque que homenajeaba a Harvey Milk, activista de derechos LGBTQ+.
“Lo que hacemos es devolverle a las Fuerzas Armadas su enfoque principal: matar al enemigo”, comentó en tono provocador.
La campaña presidencial camuflada de patriotismo
Muchos analistas coinciden en que estos eventos constituyen una campaña política militarizada. La retórica nacionalista, las políticas migratorias autoritarias, la exaltación de figuras militares tradicionales y la purga cultural del Pentágono apuntan a fortalecer una base electoral que valora el orden, la fuerza y la identidad nacional clásica.
Según datos del Pew Research Center (2023), el 71% de los votantes republicanos dicen confiar más en el ejército que en cualquier otra institución del país, mientras que esa cifra baja al 44% entre los demócratas. Al enfatizar su liderazgo sobre las fuerzas armadas, Trump refuerza su imagen de comandante firme para su núcleo duro.
Además, argumentan expertos de Brookings Institution, “Trump está construyendo una narrativa de amenaza persistente que justifica medidas extraordinarias y desliza la idea de un orden militar como alternativa frente al caos liberal.”
Las primarias de Nueva Jersey: termómetro electoral
En este contexto, las primarias en Nueva Jersey cobran protagonismo como una posible prueba de fuego para ambas fuerzas políticas. Con el gobernador demócrata Phil Murphy fuera por límites de mandato, la contienda presenta a figuras muy visibles: desde alcaldes prominentes como Ras Baraka de Newark hasta relevantes congresistas como Mikie Sherrill.
Del lado republicano, el exlegislador estatal Jack Ciattarelli lidera con el fuerte respaldo de Trump y promesas de mano dura: eliminación de políticas santuario, revocación de la Immigrant Trust Directive, y ataques al “gobierno obeso”.
"Si los demócratas no retienen este asiento, solo seguirán perdiendo terreno", afirmó Ben Dworkin, director del Institute for Public Policy en Rowan University. Aunque Nueva Jersey ha sido democráticamente confiable a nivel federal, en elecciones para gobernador ha dado sorpresas cíclicas.
La era Trump recargada y blindada
Todo indica que la Casa Blanca utiliza el músculo militar como narrativa dominante para reforzar la percepción de Donald Trump como “el único capaz de controlar el caos”. La celebración del Ejército, los despliegues militares en conflictos internos, los gastos en desfiles y símbolos castrenses, así como los recortes en diversidad, componen un gobierno blindado con uniforme.
Más que nunca, lo militar no solo defiende al país: ahora moldea su política. La pregunta es obvia: ¿cuál es el precio real de este patriotismo performativo?