Turismo descontrolado en España: ¿bendición económica o bomba de tiempo social?

Con más de 100 millones de visitantes al año, el turismo pone en jaque la vivienda en España y enciende alarmas sobre la calidad de vida de sus residentes

Un país de 49 millones... y contando millones de turistas

España logró en 2024 una cifra récord en su sector turístico: 94 millones de visitantes extranjeros, y para este año se proyecta que esa cifra podría superar los 100 millones. Con esta afluencia masiva, España se consolida como uno de los destinos más atractivos del mundo. Sin embargo, el propio ministro de Economía, Carlos Cuerpo, ha advertido que esa cifra también conlleva importantes desafíos para la ciudadanía.

“Estos números récord en términos de turismo también plantean retos… y tenemos que abordarlos para nuestra propia población”, afirmó el ministro en una reciente entrevista.

El turismo como motor económico

El turismo representa alrededor del 12,2% del PIB español, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Además, generó alrededor de 2,5 millones de empleos directos e indirectos en 2023. No cabe duda de que la industria turística ha sido una pieza clave en la recuperación económica del país tras la pandemia de COVID-19. La economía española creció un 3,2% en 2023, liderando a las principales economías avanzadas, y se proyecta que crecerá un sólido 2,4% en 2024, según el Banco de España.

Pero el auge turístico tiene un costo: está acrecentando una de las crisis más agudas de la nación en la actualidad: la crisis de la vivienda.

El lado oscuro del turismo: viviendas imposibles

Mientras las calles se llenan de visitantes, los residentes se enfrentan a un panorama angustiante. Las grandes ciudades como Madrid y Barcelona están experimentando aumentos exorbitantes en el precio de alquileres. En el último año, datos de Idealista indican que el coste medio del alquiler subió un 18,2%, alcanzando récords históricos.

Parte del problema radica en la proliferación de viviendas turísticas, especialmente a través de plataformas como Airbnb. Decenas de miles de pisos en centros urbanos han sido sustraídos del mercado residencial para dar cabida a turistas, elevando así la presión sobre la oferta habitacional.

“¡Fuera Airbnb de nuestros barrios!” y “¡Aquí vivimos, no veraneamos!” son solo algunos de los lemas que han inundado manifestaciones recientes en todo el país. Cientos de miles de personas han salido a las calles exigiendo regulación inmediata.

Una crisis con raíces en 2008

El ministro Cuerpo explicó que la actual escasez de vivienda tiene múltiples orígenes, entre ellos:

  • La caída de la construcción tras la crisis financiera de 2008.
  • El crecimiento demográfico por la inmigración y el aumento del turismo.
  • Un mercado de alquiler desregulado, vulnerable a la especulación.

Según datos del Banco de España, el país sufre un déficit de 450.000 viviendas. A ello se suma que el parque de vivienda pública es de apenas el 2,5% del total, muy por debajo de la media europea, que ronda el 9%.

La respuesta del Gobierno

Frente a la indignación ciudadana, el gobierno ha decidido tomar medidas contra los alquileres turísticos ilegales. Recientemente, se anunció una ofensiva contra múltiples anuncios en plataformas como Airbnb por operar sin licencia.

Airbnb ha reaccionado apelando la decisión, afirmando que cumple con la normativa vigente y que está comprometida con un turismo responsable. Sin embargo, los ciudadanos y las autoridades piden más: no solo regulación, sino también una redefinición del modelo turístico español.

¿Es viable limitar el turismo?

Limitar el número de turistas no es una medida inédita. Ciudades como Venecia han instaurado mecanismos de acceso restringido y tasas para turistas. Ámsterdam ha prohibido nuevas licencias de alojamiento turístico. Estas políticas generan debate: ¿es sostenible depender del turismo como motor económico cuando conlleva conflictos sociales?

Una encuesta reciente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) reveló que el 58% de los ciudadanos ve el turismo como un problema creciente en sus ciudades, especialmente en Barcelona, Palma de Mallorca y San Sebastián.

La doble dependencia europea: turismo e importaciones

Mientras lidia con este problema interno, España también se enfrenta a desafíos externos en sus relaciones comerciales. Con la amenaza de más aranceles por parte de EE. UU. bajo la administración Trump, la Unión Europea estudia métodos para proteger sus industrias claves.

“Desde la UE somos constructivos, pero no ingenuos”, afirmó Cuerpo. Si no se logra acuerdo con Washington, Bruselas podría establecer nuevas rutas comerciales o represalias.

Una bomba de tiempo habitacional

La situación en las calles es cada vez más tensa. Jóvenes y familias que antes aspiraban a vivir en centros urbanos ahora ven cómo su salario no alcanza. Según Eurostat, el ciudadano medio en España dedica más del 41% de su sueldo al alquiler, el porcentaje más alto de la zona euro.

Organizaciones ciudadanas, como Barcelona no está en venta, reclaman políticas concretas:

  • Construcción de vivienda pública.
  • Prohibición o limitación de nuevos pisos turísticos.
  • Impuestos especiales a grandes tenedores de vivienda.

Incluso desde organismos internacionales como la OCDE se ha instado a España a reforzar su provisión pública de vivienda como fórmula estructural para evitar futuras burbujas.

¿Turismo de calidad o masificación?

Una pregunta clave se impone: ¿debe España optar por un turismo masivo o por uno de calidad? Países como Islandia o Nueva Zelanda han apostado por modelos sostenibles que priorizan la experiencia del visitante y el bienestar de los locales, limitando entradas diarias o estableciendo tasas e impuestos elevados.

Para sostener la calidad de vida de sus ciudadanos y preservar sus entornos urbanos y naturales, España deberá transitar hacia un modelo turístico más equilibrado. Esto supone restringir donde sea necesario, y establecer una “tasa de resiliencia turística” que compense el desgaste de los servicios públicos.

España en una encrucijada

España tiene ante sí un reto generacional. El turismo seguirá siendo uno de sus pilares económicos, pero sin políticas valientes y equilibradas, puede convertirse en su principal factor de desgaste social y económico. Como apuntó el ministro Cuerpo: “No hay una bala de plata”.

Pero sí hay estrategias. Y decisiones políticas. La cuestión es encontrar el equilibrio entre ser el destino favorito del mundo y una patria digna para quienes la habitan.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press