¿Orgullo o provocación? El simbolismo de las banderas latinoamericanas en las protestas contra redadas migratorias en EE. UU.
La creciente presencia de banderas mexicanas y centroamericanas en manifestaciones migratorias genera una polémica nacional sobre identidad, patriotismo y percepción cultural
Durante la última semana, los colores verde, blanco y rojo de la bandera mexicana han ondeado con fuerza en Los Ángeles —no en un desfile del Cinco de Mayo, sino en protestas contra redadas migratorias dirigidas por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE). Frente a edificios federales, en autopistas y calles del centro de la ciudad, miles de manifestantes latinos y aliados han alzado banderas, no solo mexicanas, sino también de El Salvador, Guatemala, Honduras y otras naciones latinoamericanas.
Este fenómeno ha desatado una profunda controversia cultural y política: ¿es ese acto una muestra legítima de orgullo por la herencia cultural en contexto estadounidense, o una afrenta directa a la identidad nacional de Estados Unidos?
La bandera como arma simbólica
Las banderas, históricamente, han sido mucho más que piezas de tela. Representan ideas, identidades y grupos. En EE. UU., el debate sobre qué bandera es apropiada portar durante una protesta no es nuevo, pero ha adquirido nuevo significado con el aumento de las manifestaciones migratorias recientes en ciudades clave como Los Ángeles, Nueva York y Houston.
De acuerdo con Kris Hernández, profesora asociada de historia en Connecticut College, el uso de banderas extranjeras en protestas dentro de EE. UU. “ha servido durante décadas como recordatorio visual de la lucha de grupos marginados”. En este caso, portar la bandera mexicana no niega lo estadounidense de los manifestantes, sino que subraya sus raíces, muchas veces anteriores incluso a la formación del estado estadounidense en su configuración actual.
Un territorio con memoria mexicana
Es importante recordar que estados como California, Texas, Arizona y Nuevo México fueron parte de México hasta 1848. El Tratado de Guadalupe Hidalgo marcó un antes y después de la inmigración, donde, para muchos mexicanos y sus descendientes, “la frontera los cruzó a ellos”, como suelen decir con ironía.
La presencia de la bandera mexicana en protestas no es entonces “extranjera”, sino símbolo de una historia compleja e interseccional. Juan Proaño, director ejecutivo de la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos (LULAC), lo expresa así: “Nadie cuestiona cuando un italoamericano celebra su herencia con una bandera italiana el Columbus Day, pero si un mexicano saca su bandera lamentando una redada, es acusado de ser antiestadounidense”.
Reacciones divididas
La controversia ha alcanzado altos niveles políticos. La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, criticó abiertamente a los participantes de estas protestas, calificándolos como “radicales de izquierda” y acusándolos de atacar a los agentes encargados de “remover a criminales ilegales violentos”. Incluso el congresista demócrata Adam Kinzinger, uno de los críticos más acérrimos de Donald Trump, mostró su rechazo ante el uso de banderas distintas a la estadounidense. “American flags or nothing”, tuiteó.
Del otro lado, activistas como Héctor E. Sánchez, presidente de “Mi Familia Vota”, cuestionan la doble moral que exhiben algunos sectores. “¿Por qué no es considerado antiestadounidense que algunos ciudadanos ondeen la bandera de la Confederación, símbolo de esclavitud y secesión?”, se pregunta. “Los ataques a lo mexicano son producto de una narrativa xenófoba profundamente arraigada”.
La bandera estadounidense: ¿para quién?
A medida que crece la presión para que los manifestantes usen exclusivamente la bandera estadounidense, también crece el debate sobre la verdadera inclusión que esa bandera representa. “La bandera de las barras y estrellas debería ser símbolo de todos los pueblos que integran la nación”, argumenta Hernández, “pero la reacción visceral contra otras banderas demuestra que aún hay personas que no aceptan la multiculturalidad como parte de lo estadounidense”.
El uso paralelo de símbolos —como manifestantes que portan camisetas de los Dodgers mientras ondean banderas mexicanas— sugiere que, para muchos jóvenes latinos, la identidad no es binaria, sino múltiple y simultánea.
Las raíces del rechazo
Para entender mejor esta tensión habría que remontarse décadas atrás. En la década de 1980, durante la administración de Ronald Reagan, hubo protestas masivas similares también con presencia de símbolos culturales latinos. Incluso en tiempos más recientes, como durante el histórico “Day Without Immigrants” en 2006, se desató una polémica cuando estudiantes y trabajadores marcharon con banderas de sus países natales.
En aquel momento, bajo presión, muchas protestas comenzaron a alzar también banderas estadounidenses, como forma de reivindicar su aporte al país. Ese mismo gesto se repite en 2025. Un manifestante fotografiado portando la bandera estadounidense como capa, sobre una camiseta de los Dodgers, es la encarnación de esa dualidad cultural.
La protesta como reflejo del desencanto
Las redadas migratorias, intensificadas bajo políticas heredadas del gobierno de Donald Trump, han generado angustia, separación de familias e incluso criminalización de comunidades enteras. Mientras ICE realiza operativos nocturnos y arrestos selectivos, las comunidades afectadas recurren a la movilización como última defensa.
Sin embargo, ante la creciente criminalización de la protesta misma —como lo refleja el arresto del líder sindical David Huerta, defendido públicamente por la icónica Dolores Huerta, de 95 años— el uso de banderas cobra una dimensión aún más poderosa: denuncia, identidad y supervivencia.
Entre la represión y la reacción
El creciente nivel de confrontación —que ha incluido bloqueos en autopistas como la 101 o la quema de taxis autónomos— ha desatado un creciente despliegue policial, formaciones antidisturbios e incluso participación de la Guardia Nacional en algunos puntos.
Los detractores insisten en que actos como estos desvirtúan las legítimas demandas migratorias. Los defensores, en cambio, argumentan que, históricamente, pocas luchas se han ganado sin presión y visibilidad.
¿Quién define lo “estadounidense”?
Las banderas latinoamericanas en protestas no son símbolos de desprecio, sino de legado. Como afirma Samantha Stinson, madre y una de las demandantes en la reciente batalla legal contra la nueva ley en Arkansas —que busca imponer la exhibición obligatoria de los Diez Mandamientos en escuelas públicas—: “Nuestros hijos no necesitan que se les imponga una sola forma de identidad religiosa o nacional. Ser estadounidense significa tener raíces diversas y cuestionar el poder”.
Decenas de familias en Arkansas, pertenecientes a credos y culturas minoritarias, demandan que no se les obligue a venerar un conjunto específico de valores religiosos o nacionalistas. Lo mismo piden quienes protestan con banderas de sus países de origen: respeto a su identidad sin que eso implique exclusión.
Lo que está en juego
En el centro de este debate no está solo el uso de una bandera, sino el derecho de cada individuo a definir su propia identidad sin coerción política o social. El discurso de “una sola bandera” ignora siglos de historia migratoria, diversidad cultural y multiplicidad de aportes que han hecho de Estados Unidos el país que es hoy.
Como decía el escritor y filósofo estadounidense Ralph Waldo Emerson: “América es nosotros, no un continente ni una bandera, sino una fe en la humanidad”.
Entonces, ¿por qué temerle a una bandera mexicana en una protesta? Tal vez porque nos recuerda que los muros físicos y simbólicos aún existen. Pero también porque, al igual que la bandera estadounidense, esas otras banderas cuentan historias que no deben silenciarse.