¿Quién protege nuestros cielos? El dilema de la seguridad aérea en Estados Unidos bajo la lupa
Entre recortes, fallas técnicas y decisiones políticas, el futuro de la aviación comercial y los desastres naturales en EE.UU. se debate entre la seguridad y la incertidumbre
Un entorno aéreo cada vez más comprometido
La seguridad aérea en Estados Unidos atraviesa uno de sus momentos más desafiantes en décadas. A raíz de una serie de accidentes, cuasi accidentes y un entorno regulatorio en transición, la nominación de Bryan Bedford como nuevo director de la Administración Federal de Aviación (FAA) ha generado intensos cuestionamientos sobre el futuro de la aviación comercial.
Desde experiencias dramáticas como la colisión aérea en Washington D.C. hasta interrupciones por fallas del radar en el aeropuerto de Newark, las recientes circunstancias han encendido todas las alarmas. La FAA, responsable de garantizar la seguridad en el espacio aéreo estadounidense, enfrenta fuertes críticas por no actuar con anticipación. Según la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB), hubo al menos 85 cuasi colisiones reportadas en el aeropuerto Ronald Reagan antes del siniestro, sin que se tomaran medidas contundentes.
¿Quién es Bryan Bedford?
Bedford ha sido CEO de la aerolínea regional Republic Airways desde 1999 y acumula más de treinta años de experiencia en la industria aeronáutica. Si bien cuenta con el respaldo de grandes aerolíneas y del sindicato de controladores aéreos por abogar por la modernización del sistema y contratación de más personal, sindicatos de pilotos y legisladores demócratas ponen en duda su compromiso con los estándares de seguridad.
Una de las principales controversias gira en torno al cuestionamiento al requisito de las 1,500 horas de vuelo para pilotos comerciales, un estándar que surgió luego del accidente de Colgan Air en 2009. Republic Airways, bajo el mando de Bedford, solicitó anteriormente una excepción a esta regla, lo que ha levantado serias sospechas sobre sus intenciones como administrador de la FAA.
“La seguridad no es estática”
Durante su comparecencia ante el Senado, Bedford evitó comprometerse públicamente a mantener la regla de las 1,500 horas. En sus palabras, "la seguridad no es estática", lo que indica una posible apertura a modificar normativas clave. Aunque más tarde aseguró que "no se tomará ninguna medida que reduzca la seguridad", sus respuestas dejaron insatisfechos a legisladores como la senadora Maria Cantwell, quien exigió una postura escrita.
Modernización del sistema de control aéreo
Uno de los puntos más urgentes es la modernización del sistema de control de tráfico aéreo, una tecnología posicionada en la década de 1990. Bedford señaló que el sistema necesita una “renovación masiva” y que los 12.5 mil millones de dólares incluidos en la última propuesta presupuestaria son apenas un pago inicial.
Los fallos tecnológicos, como los dos apagones de radar en primavera que paralizaron Newark y dejaron a cinco controladores con licencias por trauma, muestran las consecuencias directas de operar con sistemas desactualizados.
¿Privatización del sistema de control aéreo?
En su alocución, Bedford dejó claro que no existe un plan actual para privatizar el sistema de control aéreo, una idea que ya causó impases legislativos durante el primer mandato de Trump. Sin embargo, su argumento de que "hay que hacerlo funcional antes de discutir a quién pertenece" mantiene alerta a quienes desconfían de una eventual disolución parcial del control público.
Fallas y consecuencias en la aviación regional
Mientras la FAA se enfrenta a sus propias limitaciones, amenaza la estabilidad de las aerolíneas regionales que completan casi el 50% de los vuelos en Estados Unidos. Silver Airways, una aerolínea con operaciones en el sur de Florida y el Caribe, anunció recientemente el cese de sus vuelos tras un fallido proceso de reestructuración. Con su flota reducida a ocho aeronaves y una plantilla disminuida de 608 a 348 empleados, la empresa declaró la imposibilidad de continuar tras la compra de sus activos por una empresa que decidió no seguir operando.
Esto deja a cientos de pasajeros varados, además de terminar con una historia de operación que se remonta a 2011. El impacto de esta quiebra se hace aún más evidente dado que Seaborne Airlines —su filial en Puerto Rico— sobrevivirá por ahora.
FEMA: otra grieta en la infraestructura federal
Las falencias no se limitan a la FAA. La Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) también enfrenta cambios estructurales bajo la administración de Donald Trump. Desde recortes de personal hasta demoras injustificables en la aprobación de declaraciones de desastre, la agencia ha perdido más de 2,000 empleados, incluyendo altos puestos, desde enero.
En consonancia con ello, organizaciones como Team Rubicon y CORE se están preparando para asumir más responsabilidades ante la posible reducción de presencia federal durante emergencias naturales. "Lo único cierto de esta temporada de huracanes es la incertidumbre", dijo Jeff Byard, vicepresidente de operaciones en Team Rubicon.
Sin una FEMA robusta, tareas como otorgar viviendas temporales o gestionar entrega de fondos directos, podrían desaparecer. Solo con el programa de Asistencia Individual de FEMA, más de $460 millones han sido destinados a 160,000 hogares en Carolina del Norte desde el huracán Helene, y $136 millones a 34,500 familias tras los incendios en Los Ángeles.
¿El sector privado puede llenar el vacío?
Muchos líderes de ONG sostienen que el sector privado y las organizaciones de beneficencia nunca podrán cumplir por completo el rol del Estado. “No es solo irreal; es una peligrosa abdicación de responsabilidad pública”, afirmó Ryan Eller, director ejecutivo de Appalachia Funders Network. Además, alertó sobre la fatiga filantrópica, pues se necesita sostener donaciones ante una creciente frecuencia de desastres ambientales.
La filantropía movilizó más de $300 millones solo tras el huracán Helene, y cientos de millones más por las crisis en Maui y California. Pero el cansancio en la recaudación y la pérdida de recursos como AmeriCorps dificultan cada vez más estas respuestas.
El futuro de la resiliencia comunitaria
Ante los recortes federales, la resiliencia comunitaria se convierte en prioridad. Establecer redes locales, alianzas con gobiernos estatales y mantener relaciones entre organizaciones puede sostener el tejido social ante crisis. “Sin FEMA, queda comunidad apoyando a comunidad”, reflexiona Jeff Byard.
En conclusión, la aviación comercial y la gestión de desastres en Estados Unidos reflejan las tensiones de un modelo en transformación. Mientras se intenta modernizar sistemas obsoletos y corregir fallos estructurales, la presión recae sobre actores privados y comunidades locales, obligándolos a llenar vacíos que deberían ser cubiertos con liderazgo federal sólido.