Comer para salvar el planeta: Cómo tus elecciones en el supermercado impactan el cambio climático
Una mirada profunda a cómo cada comida puede ser una herramienta de lucha contra el calentamiento global y cómo adoptar una dieta más sostenible sin convertir todo en un sacrificio
La comida como motor del cambio climático
¿Sabías que lo que pones en tu plato podría estar calentando el planeta? Según datos de Naciones Unidas, cerca de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero provienen del sistema alimentario. Esto incluye desde cómo se cultivan los alimentos hasta cómo se procesan y se transportan.
Durante años, se ha hablado del impacto ambiental del consumo de carne, pero no es el único factor determinante. Cada visita al supermercado es una oportunidad para tomar decisiones que protejan al clima, y no todo se reduce a carne o lechuga. En este artículo analizaremos cómo distintos grupos de alimentos contribuyen al cambio climático y qué podemos hacer al respecto.
Proteínas: ¿pollo, vaca o lentejas?
Los animales rumiantes como vacas, ovejas y cabras lideran la lista de mayores emisores de gases de efecto invernadero. Esto se debe tanto a su proceso digestivo, que libera metano, como al uso intensivo de tierra, fertilizantes y recursos hídricos necesarios para criarlos.
Marco Springmann, investigador en sistemas alimentarios y cambio climático de University College London, explica: "Se necesitan diez veces más litros de leche para fabricar una unidad de queso que para beber leche directamente". Eso significa que entre más procesado un producto animal, mayor es su impacto ambiental.
Por otro lado, las proteínas vegetales como legumbres, frijoles y frutos secos tienen una huella climática considerablemente menor. Un estudio publicado en Nature Sustainability reveló que las dietas veganas generan hasta cuatro veces menos emisiones que las ricas en carne.
Y aquí una sugerencia: cambiar un solo filete de carne vacuna por uno de pollo al día puede reducir a la mitad las emisiones relacionadas con tu dieta, según datos de Springmann.
Granos: el caso del arroz
Los granos son considerados una buena fuente de proteínas e hidratos, pero no todos son iguales en su impacto ambiental. El arroz, en particular, es problemático. Según la eco-dietista Mary Purdy, el arroz:
- Utiliza una gran cantidad de agua.
- Requiere fertilizantes químicos.
- Se cultiva en campos inundados que fomentan bacterias productoras de metano.
La solución no es dejar de comer arroz, sino diversificar nuestra dieta de granos: incorporar trigo, sorgo, mijo, avena, cebada, quinoa y trigo sarraceno genera menos impacto climático y favorece la biodiversidad agrícola, que a su vez ayuda a fortalecer los suelos y resistir los fenómenos meteorológicos extremos.
Purdy señala: “Dieta diversa equivale a suelo sano”. Un suelo sano requiere menos fertilizantes y captura mejor el carbono, cerrando el círculo virtuoso de la alimentación climática.
Frutas y verduras: más vale local que tropical
En el caso de las frutas y verduras, el método de cultivo influye más que el alimento en sí. Por ejemplo, el uso intensivo de pesticidas, fertilizantes y agua en cultivos convencionales incrementa significativamente su huella climática.
El sello "orgánico" puede ser un indicador de prácticas agrícolas más amigables con el medio ambiente, aunque también presenta desventajas: menores rendimientos y mayor necesidad de terreno para producir la misma cantidad.
Además, optar por alimentos de temporada y locales puede reducir nuestra huella de carbono. Aunque muchas veces pensamos que el transporte internacional de frutas es el principal problema, Springmann explica que en realidad:
“Las emisiones locales asociadas al transporte por camión suelen superar las del transporte marítimo internacional”.
Cultivar lo que es natural para el clima local también minimiza el uso de energía: no necesitamos estufas industriales para producir naranjas en climas fríos si simplemente no intentamos hacerlo.
Grasas y aceites: mejor vegetal que animal
En la comparación entre mantequilla vs. aceites vegetales, las plantas vuelven a ganar. Los aceites vegetales como el de girasol, oliva o canola tienen huellas menores que productos como mantequilla o manteca animal.
Pero hay matices. El aceite de palma, por ejemplo, ha sido vinculado a la deforestación masiva en países tropicales. En cambio, aceites como el de coco y palma pueden ser más saludables si se consumen moderadamente.
¿Y qué hay de las mantequillas de frutos secos? Los cacahuetes (maní), a diferencia de las almendras, necesitan menos agua. Un estudio de la Universidad de Tulane encontró que una porción de maní tiene la misma huella de carbono que las almendras, pero con 30% menos uso hídrico.
No desperdicies comida
Un dato impactante: cerca de un tercio de los alimentos se desperdician en Estados Unidos. Esto incluye toda el agua, energía y recursos que se usaron para producirlos.
“El impacto climático, el uso del agua incorporada, toda la mano de obra… todo se desperdicia si no comemos esa comida”, afirmó Jennie Blackstone, experta en sostenibilidad alimentaria.
Algunas estrategias simples para reducir el desperdicio:
- Planifica tus comidas semanalmente.
- Revisa tu refrigerador antes de hacer compras.
- Congela sobras para comerlas después.
Reducir el desperdicio es probablemente la forma más rápida y fácil de reducir nuestra huella sin cambiar tanto lo que comemos.
¿Es más caro comer ambientalmente bien?
Muchas críticas a estas estrategias provienen del costo percibido de los alimentos sostenibles. Y sí, comprar orgánico, local y diverso puede parecer costoso. Pero a largo plazo, una dieta basada en plantas puede ser más económica que una rica en carnes, especialmente carnes rojas y procesadas.
Además, los costos ocultos del cambio climático —como la pérdida de cultivos por sequías o inundaciones— terminarán impactando el precio de todos los alimentos.
Pequeñas decisiones, gran impacto
No se trata de volverse vegano de un día para otro, ni de demonizar ciertos alimentos. Se trata de elegir conscientemente. Algunos pasos sencillos que puedes implementar desde hoy:
- Cambia una comida a la semana con carne por legumbres o tofu.
- Elige frutas y verduras regionales y de temporada.
- Cocina en casa en lugar de comprar procesados.
- No compres de más. Congela y planifica.
Recuerda que cada decisión en el supermercado es un voto por el planeta. Comer de forma sostenible no solo ayuda al medio ambiente, también puede mejorar tu salud y descubrirte nuevos sabores e ingredientes.
Tu plato tiene poder. Úsalo sabiamente.