Desfile militar y política: ¿celebración del Ejército o espectáculo personalista?
El gran desfile por el 250.º aniversario del Ejército de EE. UU. genera opiniones encontradas entre veteranos, ciudadanos y críticos del expresidente Donald Trump
Un desfile que divide al país
El 250.º aniversario del Ejército de Estados Unidos prometía ser una conmemoración histórica, una expresión del orgullo nacional por una institución centenaria. Sin embargo, el desfile militar programado en Washington D.C. ha desatado un debate candente que ha alcanzado desde veteranos hasta analistas políticos. ¿Es una celebración patriótica o un espectáculo político con motivaciones personales?
El evento, que coincide con el cumpleaños del expresidente Donald Trump, está previsto para atraer hasta 200,000 personas y su costo se estima entre $25 millones y $45 millones. Aunque autoridades militares aseguran que es una celebración del Ejército y no del expresidente, su vínculo con la figura de Trump ha generado escepticismo entre críticos y ciertos sectores de la población.
Opiniones encontradas entre veteranos
James McDonough, un veterano de Vietnam de 78 años, defiende la jornada como una forma de honrar el legado del Ejército:
“Los soldados que marchan ese día representan toda esa historia. Ellos no representan una sola persona. Es el Ejército americano aún de pie, caminando erguido, listo para defender a nuestro país”.
Sin embargo, otros exmilitares tienen una visión totalmente diferente. Christopher Purdy, veterano de Irak, considera el desfile como un "teatro innecesario que cuesta millones de dólares" y que disfraza políticas dañinas hacia veteranos y militares activos. Él no es el único con esta percepción.
¿Un homenaje nacional o culto a la personalidad?
La crítica más recurrente es que el desfile en realidad está diseñado para alimentar el ego del expresidente Trump. Así lo afirma Paul Sullivan, veterano de la Guerra del Golfo:
"Esta farsa de desfile con tanques tiene todo que ver con alimentar el ego de Trump. Si realmente se preocupara por los soldados, invertiría esos $50 millones en mejorar sus vidas".
Este tipo de eventos no es habitual en la cultura estadounidense. De hecho, exhibiciones militares tan llamativas se asocian más con regímenes autoritarios como Corea del Norte que con democracias consolidadas.
Una costumbre americana olvidada
No obstante, hay quienes argumentan que este tipo de celebraciones tienen precedentes históricos. Joe Kmiech, otro veterano, recuerda cómo tras la Segunda Guerra Mundial se celebró una gran parada militar en Nueva York, a pesar de que el país estaba endeudado:
“Celebrar nuestros logros no es nuevo ni está mal. Yo no voté por Trump, pero el presidente es parte de la celebración como líder del Ejército”.
Impacto presupuestario y prioridades cuestionables
El desfile se realizará en un momento en que Estados Unidos tiene más de $37 billones de deuda nacional. Legisladores y expertos cuestionan la lógica de destinar millones de dólares a una parada cuando hay necesidades críticas sin resolver, como el sistema de salud para veteranos, asistencia a refugiados y fondos para combatir enfermedades globales.
Michael Nardotti, también veterano de Vietnam, reflexiona que el valor del desfile debe centrarse en las personas y no en el armamento:
“La gente es el verdadero Ejército, y mostrar sus rostros al público puede inspirar más que ver tanques rodando”.
El simbolismo de la fecha
Uno de los elementos más controversiales del desfile es que se realiza el mismo día del cumpleaños de Trump, lo que inevitablemente alimenta las sospechas sobre el verdadero objetivo del evento. Joe Plenzler, un infante de marina retirado, lo resume así:
“Si el cumpleaños del Ejército fuese un día después, probablemente no tendríamos desfile. Es simplemente sospechoso”
¿Una estrategia electoral velada?
El desfile también se interpreta dentro de una estrategia más amplia de preparación para las elecciones presidenciales. Asociar la figura de Trump con el poderío militar estadounidense podría ser un mensaje dirigido a su electorado base: patriotas, veteranos y nacionalistas.
Pero esta estrategia se vuelve peligrosa cuando se utiliza al Ejército como instrumento de propaganda personal. McDonough asegura que los soldados no son leales a personas, sino a la Constitución:
“Nuestro juramento es a la Constitución, no al presidente de turno”
El costo político y moral
Los costos del desfile no solo se calculan en dólares. Se trata también de cuál es la imagen que Estados Unidos proyecta de sí mismo al mundo. Purdy, el veterano de Atlanta, advierte:
“Proyectar poder duro de forma tan evidente no es lo que somos. Esto representa un giro oscuro para el país”
El desfile también ocurre en un contexto donde programas vitales están enfrentando recortes por parte del exmandatario:
- $1,100 millones al sistema de medios públicos
- $900 millones a fondos globales de salud, incluidos programas de lucha contra el VIH
- $800 millones a asistencia para refugiados
- $4.2 mil millones en apoyo económico a democracias y desarrollo en el extranjero
Estos datos, proporcionados por informes del Congreso y organizaciones internacionales como ONUSIDA, refuerzan las críticas sobre las prioridades de gasto del expresidente.
Patriotismo vs nacionalismo
Lo que algunos ven como una muestra de orgullo nacional, otros lo consideran peligrosamente cercano al nacionalismo militarista.
Esto plantea una pregunta fundamental: ¿cómo debería una nación celebrar sus instituciones más poderosas sin corromper su significado con tintes partidistas?
El Ejército como reflejo de la sociedad
Hoy en día, menos del 1% de los estadounidenses sirve activamente en las Fuerzas Armadas —una desconexión creciente entre el militar y la población civil. Mostrar rostros, contar historias y reconocer a quienes han sacrificado tanto, es algo que puede y debe hacerse. Pero ¿es un desfile multimillonario el mejor vehículo para ello?
La historia del Ejército de EE. UU. está plagada de momentos heroicos, avances científicos y logros que merecen memoria y respeto. Aun así, utilizarlo como telón de fondo para objetivos personales o divisivos no honra esa historia, sino que la empaña.
Celebrar la institución sí, pero con respeto y propósito auténtico.