Las atletas que desafían al NCAA: ¿una batalla por la equidad de género en el deporte universitario?
Ocho deportistas universitarias apelan un histórico acuerdo de $2.7 mil millones del NCAA, denunciando una violación a la Ley Título IX y una exclusión sistemática a las mujeres en los pagos de compensación.
Una histórica disputa sacude al NCAA
Ocho atletas universitarias han decidido hacer historia más allá de las pistas, canchas y campos. El pasado miércoles, estas jóvenes presentaron una apelación contra el histórico acuerdo antimonopolio del NCAA por valor de $2.7 mil millones, argumentando que viola la Ley Federal Título IX y margina financieramente a las mujeres deportistas.
Este acuerdo, aprobado por la jueza federal Claudia Wilken, representa un hito en la historia del deporte universitario en EE.UU.: permite por primera vez pagos directos desde las universidades hacia los atletas, marcando el ocaso del tradicional modelo amateur del NCAA. Pero este avance, aseguran las apelantes, no se distribuye con justicia para las mujeres.
¿Quiénes son las atletas detrás de la apelación?
Las deportistas que han impulsado este recurso legal compitieron en disciplinas como fútbol, voleibol y atletismo. Se trata de Kacie Breeding (Vanderbilt University), y siete atletas del College of Charleston: Lexi Drumm, Emma Appleman, Emmie Wannemacher, Riley Hass, Savannah Baron y Elizabeth Arnold. También se suma Kate Johnson de la Universidad de Virginia.
El recurso apela directamente el fundamento económico del acuerdo, señalando que el cálculo de daños pasados, específicamente en lo referente a la comercialización del nombre, imagen y semejanza (NIL, por sus siglas en inglés), subestima los aportes y derechos económicos de las atletas mujeres.
La Ley Título IX en el centro del conflicto
El debate legal se ancla de forma directa en la Ley Título IX de Educación de 1972, una norma federal que prohíbe la discriminación por motivos de sexo en programas educativos que reciben fondos públicos.
“Apoyamos un acuerdo del caso, pero no uno que sea inexacto y que viole la ley federal”, afirmó Ashlyn Hare, abogada representante de las atletas. “El cálculo actual de los daños ignora el Título IX y priva a las atletas femeninas de $1.100 millones.”
Es decir, según Hare, casi la mitad del monto total de la compensación está siendo asignada erróneamente a deportes masculinos, principalmente fútbol americano y baloncesto, cuyos equipos generan mayores ingresos pero no están exentos de las normas del Título IX.
¿Un acuerdo solo para los deportes ‘estrella’?
El consenso aprobado destina hasta $20.5 millones anuales que las universidades podrán repartir entre sus atletas durante el próximo año. Sin embargo, la mayor parte de ese monto irá a parar a jugadores de fútbol americano y baloncesto masculino —los deportes con más ingresos televisivos para las instituciones.
Hare subraya que este modelo no beneficia equitativamente a los deportes femeninos, muchos de los cuales ya están históricamente subfinanciados. “Este es un acuerdo de daños enfocado en el fútbol y el baloncesto. No hay ningún beneficio real para las mujeres atletas”, agregó.
¿Qué dice la historia reciente?
Desde 2021, cuando la Corte Suprema dictaminó unánimemente en el caso NCAA vs. Alston que el modelo de amateurismo del NCAA violaba las leyes antimonopolio, se ha desatado una serie de reformas en el sistema universitario deportivo.
En paralelo, la legalización del sistema NIL (Name, Image and Likeness) permitió por primera vez a los atletas recibir ingresos por su imagen, como lo hacen los profesionales. Sin embargo, la implementación de esta política ha favorecido desproporcionadamente a varones de deportes populares, dejando a muchas mujeres fuera de la ecuación económica.
Según un informe de Open College Athletes, los atletas de fútbol americano han recibido más del 65% del total de contratos NIL hasta la fecha, mientras que las atletas femeninas representan apenas el 12%.
Un nuevo choque entre ley, deporte y género
El recurso presentado no busca anular por completo el acuerdo, sino obligarlo a reconstruirse sobre una base justa. La apelación exige que se revise desde una perspectiva de igualdad de género, bajo los parámetros del Título IX.
La contradicción es notoria: la misma NCAA y las conferencias universitarias que ahora defienden el acuerdo, previamente argumentaron ante la justicia que el Título IX hacía insostenible cualquier política que favoreciera económicamente solo a deportes con ingresos. “Nuestra apelación se basa exactamente en los mismos argumentos que usó la NCAA antes de pactar”, recordó Hare en declaraciones a Front Office Sports.
De prosperar esta apelación, se reescribirían las reglas del juego en uno de los sistemas deportivos con mayor influencia económica y social en Estados Unidos. Pero mientras eso ocurre, miles de atletas mujeres siguen esperando que su esfuerzo valga tanto o más que la popularidad mediática de otros.
Números que siguen tensando la cuerda
- El NCAA genera más de $1.200 millones en ingresos anuales, según datos de su propio sitio oficial.
- Más del 80% de esos ingresos se derivan del torneo de baloncesto masculino (March Madness).
- 77% de los contratos NIL han sido firmados por hombres, en deportes cuyas audiencias televisivas son sustancialmente mayores.
¿Y el futuro de las mujeres en el deporte universitario?
En muchos sentidos, este caso podría marcar un antes y un después. No se trata simplemente de quién genera más ingresos, sino de si los principios de igualdad que rigen la educación en EE.UU. se aplican correctamente en el deporte.
“El Título IX no excluye deportes por generar ingresos o no. Así como tampoco excluye a estudiantes de química o literatura de las becas si su carrera no da dinero directo a la universidad”, concluyó Hare.
Por ahora, la apelación presentada por Hutchinson Black and Cook deberá ser evaluada frente al Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito. Mientras tanto, las atletas que entrenan en campos alejados del foco mediático siguen alzando la voz por una redistribución justa del valor que aportan al deporte y a la sociedad.
¿Será este el inicio de un nuevo capítulo en la lucha por la equidad de género en el deporte universitario estadounidense? Como tantas veces, el campo de juego ofrece mucho más que partidos… ofrece una oportunidad para cambiar el sistema.