Trump y el G7: Teatro internacional, guerras comerciales y pulso por el liderazgo global

La cumbre del Grupo de los Siete se convierte en otro escenario de tensiones entre Estados Unidos y sus aliados mientras Trump insiste en desafiar el consenso global

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El escenario: Kananaskis, Alberta, y una reunión con tensión garantizada

La cumbre del Grupo de los Siete (G7), formada por las economías más avanzadas del planeta —Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y Japón— así como la Unión Europea, ha sido tradicionalmente un espacio de diplomacia colaborativa. Pero desde la llegada de Donald Trump a la presidencia de EE.UU., estas reuniones han derivado en una mezcla de incertidumbre diplomática, provocación política e incluso espectáculos mediáticos. La edición de este año en Kananaskis, Alberta, se preveía tensa desde su convocatoria, y no ha decepcionado.

Con declaraciones que rozan lo hipernacionalista, Trump ha sugerido incluso que Canadá debería ser anexionada como el “estado 51” de Estados Unidos, afirmación que ha causado indignación entre los canadienses y ha tensado aún más las relaciones con el anfitrión del evento, el primer ministro Mark Carney. El mandatario canadiense llegó al poder con una plataforma política que lo confrontaba directamente con el estilo agresivo de Trump.

Una tradición que cae: el fin del comunicado conjunto

En un gesto sin precedentes modernos, Carney ha decidido abandonar la emisión del tradicional comunicado conjunto de fin de cumbre, una práctica diplomática que buscaba mostrar unidad en torno a temas clave. Es el segundo caso en la historia reciente (tras la cumbre de Macron en Francia en 2019) que algo así ocurre. ¿La razón? Las diferencias profundas con Washington hacen imposible construir un consenso legítimo.

Economía bajo asedio: las guerras de aranceles y su impacto global

Una de las principales fuentes de conflicto en esta cumbre es la política de guerra comercial que Trump lleva años promoviendo. Bajo su administración, Estados Unidos ha impuesto aranceles del 10% o más a una amplia mayoría de sus socios comerciales, incluso a países del propio G7 con los que históricamente había mantenido relaciones privilegiadas.

Según datos del Banco Mundial, esta ola de proteccionismo ha llevado a una disminución de las previsiones globales de crecimiento para este año, debido al “incremento sustancial” de barreras comerciales. Los países de la Unión Europea, principales aliados de EE.UU., ahora ven a Washington como una fuente de inestabilidad.

“El G7 nació para garantizar la gobernanza económica global. Hoy, se enfrenta al hecho de que su miembro más poderoso está actuando como un disruptor”, —Max Bergmann, Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales.

Carney y el nuevo liderazgo canadiense

Mark Carney, antiguo gobernador del Banco de Canadá y luego del Banco de Inglaterra, ha asumido un rol protagónico como líder del bloque occidental que busca llenar el vacío dejado por EE.UU. en muchos foros de cooperación internacional. Carney, curtido en la diplomacia económica, defendió esta semana la postura de que Washington “ya no es un líder confiable del orden global”.

Entre otras decisiones controvertidas, Carney ha manifestado su oposición al incremento de gasto militar al 5% del PIB propuesto por Trump dentro de la OTAN, indicando que Canadá cumplirá los compromisos vigentes del 2%, pero sin comprometerse a los “caprichos contables” de la Casa Blanca.

Protestas controladas, pero con presencia garantizada

Las autoridades canadienses han blindado completamente la zona montañosa donde se celebra la cumbre, esperando protestas importantes. Aunque los accesos a Kananaskis están cerrados al público, se han habilitado zonas de protesta en Calgary y Banff, con transmisiones en vivo para los dirigentes del G7.

La policía montada canadiense (Mounties) se mantiene en alerta, pero la estrategia apunta a evitar confrontaciones directas. Se busca así un equilibrio entre la libertad de expresión y la seguridad de los asistentes.

Sombra del pasado: Trump y los precedentes de confrontación

El historial de Trump en este tipo de reuniones no hace más que empeorar las expectativas. En 2017, EE.UU. se negó a respaldar el acuerdo sobre cambio climático. En 2018, Trump se retiró del comunicado final de Québec instantes después de su publicación, acusando al entonces primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, de ser “débil y deshonesto”.

Peter Boehm, quien fuera alto funcionario canadiense durante aquella cumbre, resume el sentimiento generalizado de decepción: “Pensábamos que habíamos hecho un buen trabajo... fue un portazo enorme”.

Cuestionamiento a la membresía rusa

Durante varias cumbres, Trump ha presionado para reincorporar a Rusia, que fue expulsada del entonces G8 por la anexión de Crimea en 2014. Su insistencia, incluso en cenas diplomáticas donde la tensión era palpable (como en la de Québec, con Theresa May presente tras el ataque químico ruso en Salisbury), ha sido criticada por el resto de los líderes occidentales.

Presencias destacadas: Zelenskyy, Sheinbaum y líderes recién electos

El presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy asistirá, en un claro mensaje de solidaridad frente a Rusia, acompañado de una reunión bilateral con Trump, su primera desde su célebre y tensa visita a la Casa Blanca, marcada por acusaciones cruzadas que desembocaron en el primer juicio político contra el expresidente estadounidense.

Otra figura clave será Claudia Sheinbaum, presidenta de México, quien se encontrará con Trump por primera vez en persona en este foro internacional. Mientras tanto, el nuevo primer ministro británico Keir Starmer y el japonés Shigeru Ishiba se suman como caras nuevas que podrían redefinir el tono del G7.

Entre comercio y simbolismo

Más allá del simbolismo, los ministros de economía y comercio están llevando a cabo negociaciones bilaterales intensas en paralelo, buscando evitar una nueva ola de aranceles. El embajador estadounidense en Canadá, Pete Hoekstra, reveló que Carney ha estado en negociaciones directas con Trump sobre un nuevo acuerdo comercial, aunque sin mayores detalles hasta ahora.

La relación comercial entre EE.UU. y Canadá tiene un intercambio superior a 700 mil millones de dólares anuales. Sin embargo, Estados Unidos sigue registrando déficit con casi todos sus socios del G7, lo cual ha sido el principal argumento de Trump para imponer sus medidas proteccionistas.

¿Y ahora qué?

El G7 es más que un foro diplomático: es una señal al mundo sobre el estado del liderazgo occidental. La insistencia de Trump en liderar desde el conflicto y la imposición más que desde la cooperación propone un cambio estructural que muchos aliados consideran negativo. Como dijo Robert Bothwell, historiador de la Universidad de Toronto, “Trump siempre quiere mantener al mundo en vilo. Hace teatro con la política internacional”.

El cambio de enfoque ya genera un nuevo mapa geopolítico, donde Estados Unidos no es el faro indiscutible que solía ser. El G7 de Alberta presenta una postal aleccionadora: en la lucha por el liderazgo global, el ruido a veces ensordece más que las decisiones tomadas.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press