La carta de Putin: Cómo Rusia aprovecha el conflicto Irán-Israel para reposicionarse en el tablero mundial

Entre alianzas delicadas y diplomacia estratégica, Moscú busca convertirse en el mediador clave mientras Occidente desvía su atención de Ucrania.

Un nuevo equilibrio de poder en Medio Oriente

La reciente ofensiva de Israel sobre instalaciones nucleares y militares iraníes, seguida de una contundente respuesta de Teherán con drones y misiles, ha desatado una ola de tensiones sin precedentes entre ambos países. Pero mientras el mundo observa con preocupación el posible estallido de una guerra a gran escala en Medio Oriente, existe un actor que se mueve cuidadosamente entre bambalinas para capitalizar políticamente este escenario: Rusia.

El Kremlin ha perfeccionado el arte del equilibro diplomático, cultivando tanto sus relaciones con Irán como con Israel durante años, incluso cuando ambos países siguen caminos geopolíticos opuestos. La complejidad de esta balanza le ha permitido a Moscú situarse en una posición privilegiada desde donde ofrecerse como mediador y, de paso, utilizar la guerra como cortina de humo para restar atención al conflicto en Ucrania.

Putin entre dos fuegos: Netanyahu y Pezeshkian

En los últimos días, el presidente ruso Vladímir Putin sostuvo conversaciones telefónicas tanto con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu como con el presidente iraní Masoud Pezeshkian. Durante la llamada con Teherán, Putin condenó duramente los bombardeos israelíes y expresó sus condolencias por la muerte de altos generales y científicos. También recordó su propuesta para resolver el conflicto nuclear iraní por medios diplomáticos.

En paralelo, Putin instó a Netanyahu a reanudar las negociaciones sobre el programa nuclear iraní, subrayando su disposición para mediar. Todo esto ocurre mientras Moscú evita comprometerse más allá del plano político con Teherán, a pesar de su tratado recientemente firmado de “asociación estratégica integral”.

Una alianza compleja: Rusia-Irán

Las relaciones entre Rusia e Irán han evolucionado de la desconfianza mutua durante la Guerra Fría —cuando el Sha era aliado de EE.UU. y Jomeini tachaba a Moscú de “Satanás menor”— a una cooperación estrecha en múltiples frentes.

  • Tras la caída de la URSS en 1991, Moscú se convirtió en un proveedor clave de armas y tecnología.
  • Construyó la primera planta nuclear iraní en Bushehr, que entró en funcionamiento en 2013.
  • Participó en el acuerdo nuclear de 2015 junto a EE.UU., China, Francia, Reino Unido y Alemania.
  • Apoyó a Bashar al-Ásad junto a Irán en la guerra civil siria.

Sin embargo, el apoyo iraní a Rusia en la guerra de Ucrania —incluyendo el suministro de drones Shahed y su producción en suelo ruso— ha tensado aún más las relaciones entre Moscú y Occidente, situando a la República Islámica como un socio esencial pero incómodo.

Aliados inesperados: Rusia e Israel

Por otro lado, Rusia mantiene vínculos sólidos con Israel desde la reanudación de relaciones diplomáticas en 1991. La cercanía personal entre Putin y Netanyahu ha sido especialmente relevante. Ambos han coordinado operaciones en Siria para evitar enfrentamientos directos, y Moscú ha mostrado sensibilidad hacia las preocupaciones de seguridad israelíes limitando, por ejemplo, la venta de cazas Su-35 a Irán.

A cambio, Israel ha mantenido un perfil bajo respecto al conflicto en Ucrania, evitando el envío de armas a Kiev, desmarcándose así del esfuerzo occidental liderado por Washington y Bruselas.

El costo del conflicto para Ucrania

Uno de los efectos colaterales más estratégicos de la escalada entre Irán e Israel es el desvío de la atención global del conflicto en Ucrania. Comentadores rusos pro-Kremlin no han tardado en celebrarlo:

“La atención mundial sobre Ucrania se debilitará,” dijo el analista Sergei Markov. “Una guerra entre Israel e Irán ayudará al éxito del ejército ruso en Ucrania.”

Asimismo, un aumento del precio del petróleo derivado del conflicto podría fortalecer la economía rusa, cuyo presupuesto militar depende en gran parte de esos ingresos. El analista militar Ruslan Pukhov lo expresó sin rodeos:

“Destruirá las esperanzas de Ucrania y sus aliados de una caída en los ingresos petroleros rusos.”

La apuesta de Moscú: mediador global

La idea de que Rusia pueda posicionarse como mediador en Medio Oriente no es descabellada. Putin ha intentado durante años presentarse como líder pragmático, con canales abiertos tanto a dictaduras como a democracias. Con un Tratado de Asociación Estratégica con Irán y lazos con Israel, Moscú podría tener la llave para futuras conversaciones multilaterales sobre el programa nuclear iraní.

Incluso ha ofrecido un plan técnico: transformar el uranio altamente enriquecido iraní en combustible para reactores civiles. Esta táctica recuerda la propuesta que ayudó en 2015 a firmar el Joint Comprehensive Plan of Action (JCPOA). Rusia formó parte de aquel acuerdo, del que EE.UU. se retiró en 2018 durante la presidencia de Trump.

Un G7 dividido y Trump, el comodín geopolítico

Todo este juego geopolítico coincide con una cumbre del G7 en Canadá, ensombrecida por la propia crisis en Medio Oriente y por la figura impredecible de Donald Trump. Putin ha aprovechado las llamadas recientes con Trump para ofrecer una salida al conflicto Irán-Israel, al tiempo que busca reabrir canales amplios de negociación con EE.UU.

La relación entre ambos líderes ha sido ambigua pero funcional. Mientras Trump abandona el rol de “policía mundial” de EE.UU., Putin ocupa ese vacío mediante gestos diplomáticos que le otorgan prestigio internacional y maniobra de cara a Occidente.

¿Riesgo calculado o cinismo geoestratégico?

Con su habilidad para equilibrar intereses, Rusia se plantea como actor clave para evitar un conflicto abierto entre Irán e Israel. Pero también cosecha beneficios si dicho conflicto escala: un mundo más caótico, mayores precios del petróleo y menor ayuda para Ucrania.

Entre condenas cuidadosamente redactadas y llamadas a la moderación, Putin parece ser el gran ganador indirecto. Y mientras el fuego arde en Teherán y Tel Aviv, Moscú sigue avanzando en silencio, moviendo piezas en un nuevo tablero global donde la guerra es tanto una tragedia como una oportunidad.

¿Habrá espacio para una verdadera mediación?

El futuro del rol de Rusia como árbitro en este conflicto dependerá de varios factores:

  • Reanudación de negociaciones nucleares entre Irán y Occidente.
  • Capacidad de contener una escalada militar regional con actores como Arabia Saudita, Líbano y EE.UU.
  • La evolución del frente en Ucrania y su nivel de atención mediática global.

En todo caso, Putin ha logrado colocar a Rusia en el centro del conflicto, en lugar de sus márgenes. En eso, la diplomacia rusa ha demostrado que, más allá de la fuerza militar, el juego de influencias globales sigue teniendo poderosas cartas que jugar desde el Kremlin.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press