Gaza entre el hambre y las balas: ¿es la ayuda humanitaria una estrategia de guerra?
Los centros de distribución dirigidos por Israel y EE. UU. se convierten en zonas de muerte para palestinos desesperados por alimentos, mientras la ONU y organizaciones internacionales denuncian un caos humanitario sin precedentes
La pesadilla de Gaza: cuando buscar comida cuesta la vida
El 14 de junio de 2025, al menos 38 palestinos fueron asesinados por disparos en los alrededores de centros de distribución de alimentos en el sur de Gaza, según el Ministerio de Salud local. Esta tragedia se suma a una cadena de tiroteos casi diarios, los más mortales desde que comenzó esta controvertida forma de repartir ayuda humanitaria.
Los centros gestionados por la Gaza Humanitarian Foundation (GHF), con respaldo de EE. UU. e Israel, no solo son un símbolo del colapso institucional, sino también campos minados donde miles de personas arriesgan sus vidas por un paquete de harina o arroz. Las fuerzas israelíes han argumentado que disparan “balas de advertencia a sospechosos”, pero los cuerpos siguen acumulándose.
“Nos dispararon a las 4 de la mañana”
El Flag Roundabout, una rotonda ubicada a escasos metros del centro de distribución en Rafah, ha sido escenario de distintas masacres en semanas recientes. Testigos presenciales como Heba Jouda y Mohammed Abed confirmaron que soldados israelíes abrieron fuego a las 4 a.m. intentando controlar a la multitud desbordada, muchos de los cuales dejaron las vías designadas oficialmente para tratar de asegurarse un lugar más cerca del centro de acopio.
Estos caminos “seguros” son rutas controladas por el ejército israelí. Sin embargo, la desesperación y el hambre empujan a los palestinos a asumir riesgos extremos. Algunos no llegan ni a ver los camiones de ayuda: caen abatidos por balas antes siquiera de recibir un bulto.
GHF, ayuda “controlada” y rechazada por la ONU
La GHF ha defendido que dentro de sus instalaciones no se ha registrado violencia. No obstante, organizaciones humanitarias como Naciones Unidas, Oxfam y Médicos Sin Fronteras han rechazado rotundamente este nuevo sistema implementado por Israel y EE. UU., llamándolo ineficiente y peligrosamente politizado.
“El sistema actual permite a Israel utilizar la ayuda como arma de guerra”, denuncia Médicos Sin Fronteras. Hay que añadir que las agencias de la ONU suspendieron sus entregas en marzo por razones de seguridad y restricciones impuestas. Desde entonces, se han multiplicado las muertes alrededor de estos nuevos centros improvisados administrados por contratistas privados.
¿Hambre como arma geopolítica?
El Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, Volker Türk, ha acusado a Israel de causar un “sufrimiento inconcebible” a los palestinos de Gaza. En una de sus declaraciones más tajantes hasta la fecha, Türk afirmó:
“Los métodos de combate de Israel están provocando horrores inauditos. Todo el que tenga influencia debe ejercer presión para detener este infierno.”
Desde el inicio de la guerra el 7 de octubre de 2023, más de 55,300 palestinos han muerto según datos del Ministerio de Salud de Gaza; la mayoría víctimas civiles, incluyendo mujeres y niños. Muchos expertos creen que esta política de distribución controlada por fuerzas extranjeras apunta a quebrar la estructura de resistencia social palestina desde sus fundamentos: la mesa, la familia, el pan.
Críticas desde Europa y la protesta obligada
En Bruselas, frente al Parlamento Europeo, Christopher Lockyear, secretario general de Médicos Sin Fronteras, dio un discurso demoledor: “Gaza es un infierno en la tierra. Hospitales destruidos, barrios arrasados, fosas comunes improvisadas. Hasta nuestros propios médicos reciben tratamiento por desnutrición”.
A pesar de ser el mayor donante humanitario a Palestina, la Unión Europea tiene limitada capacidad política sobre Israel. Además, los 27 países del bloque no logran unificar postura sobre Gaza, lo que reduce su alcance diplomático de presión.
¿Dónde están los derechos humanos?
En la apertura del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, con sede en Ginebra, Volker Türk no se limitó a Gaza. También hizo referencia a las guerras en Sudán, Ucrania y la represión interna en China. Pero su enfoque sobre Palestina resonó profundamente. Recordó que para Naciones Unidas, “el acceso a alimentos seguro no es un privilegio, sino un derecho”.
No obstante, ni los corredores humanitarios ni las zonas de amortiguamiento han logrado frenar la sangría. La casi total ausencia de presión eficaz sobre Israel o Hamas por parte de actores globales mantiene este bloqueo como un laberinto sin salida.
Israel, Hamas y la catástrofe anunciada
Mientras Israel alega que este nuevo sistema fue ideado para evitar que Hamas robe ayuda, las ONG insisten en que no existe evidencia de saqueo masivo. En cambio, la estrategia ha resultado en un sistema de asistencia excluyente y militarizado.
La lucha por una bolsa de comida se ha convertido en un rito de muerte. Al menos cientos han sido heridos y decenas de niños han muerto mientras intentaban alcanzar esos centros. La hambruna deja a 2,3 millones de gazatíes en la cuerda floja, según cifras del Programa Mundial de Alimentos (WFP).
¿Quién gana en esta guerra contra el hambre?
Más de 20 meses de conflicto han hecho que los centros de distribución de ayuda sean tan peligrosos como las zonas de combate. Entre las balas y las migajas de ayuda, los civiles palestinos son víctimas de una guerra total que apunta directamente a su capacidad de sobrevivir.
En el medio de todo, el silencio de gobiernos influyentes y la tibieza diplomática prolongan la tragedia. Como dijo Lockyear: “Esta es una guerra donde la violencia no solo destruye hogares, también arrasa con la dignidad humana.”
Una última imagen
La historia de Gaza no es solo la de un conflicto armado. Es la crónica diaria de miles de personas atrapadas entre el hambre y el fuego cruzado, ignoradas por el mundo, sobrevivientes de una catástrofe cada vez más sistemática.
Y mientras las cifras de muertos suben, los discursos internacionales bajan en intensidad. Las víctimas no tienen voz, pero sus cadáveres son la evidencia irrefutable de que el conflicto ya no es solo territorial. Es una guerra contra la vida misma.