Líbano entre la espada y la pared: neutralidad forzada en la guerra Irán-Israel

Ante un nuevo ciclo de violencia regional, el gobierno libanés intenta mantenerse al margen mientras la amenaza de Hezbollah y las tensiones internas ponen en jaque su estabilidad nacional

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Una postura delicada en medio del caos

Líbano, un país marcado por crisis económicas prolongadas y años de conflictos internos, se encuentra ahora en una situación geopolítica sumamente frágil. A medida que el conflicto entre Irán e Israel vuelve a escalar, con el intercambio de ataques militares directos sin precedentes, los líderes libaneses —el presidente Joseph Aoun y el primer ministro Nawaf Salam— han llamado a una postura clara: no involucrarse.

Este llamado no es casual. Tras casi año y medio de enfrentamientos entre Hezbollah e Israel, que dejaron más de 4,000 muertos y pérdidas por más de 11 mil millones de dólares en infraestructura (según datos oficiales libaneses), el costo humano y económico de un nuevo conflicto sería devastador para una nación que ya lucha por recuperar su estabilidad.

Hezbollah: aliado y amenaza

Hezbollah, considerada por muchos como el brazo armado de Irán en la región, no solo tiene una poderosa estructura militar, sino también una influencia política considerable dentro del gobierno libanés. Su alianza con Irán y con el grupo palestino Hamas le da un rol prominente en la dinámica de la región, pero también sitúa al Líbano en una posición extremadamente vulnerable.

Desde el ataque de Hamas contra Israel el 7 de octubre de 2023, Hezbollah ha lanzado ofensivas propias y sufrido importantes reveses, incluyendo bajas significativas dentro de su liderazgo político y militar debido a bombardeos israelíes.

“Líbano no debe estar involucrado de ninguna forma en esta guerra,” declaró el primer ministro Salam durante una sesión del gabinete libanés, respaldando la neutralidad que intenta imponer el estado frente a los acontecimientos más recientes. El ministro de Información Paul Morkos añadió que Aoun hizo un llamado a la calma y exhortó a todos los actores dentro del país a preservar la estabilidad nacional.

Las cicatrices aún abiertas del último conflicto

El precedente reciente más grave fue la guerra entre Hezbollah e Israel, que dejó como saldo más de cuatro mil fallecidos en territorio libanés y forzó el repliegue de Hezbollah del sur del país. En el lado israelí, las cifras oficiales indican 127 muertos, incluyendo 80 soldados.

La magnitud de la destrucción aún pesa sobre las arcas del estado libanés, agravada por un colapsado sistema bancario, una inflación descontrolada y un desempleo juvenil que supera el 50%. Bajo este panorama, involucrarse en una guerra regional no parece una opción viable ni estratégica. Sin embargo, las tensiones con Hamas, cuya presencia operativa en suelo libanés ha llevado incluso a enfrentamientos con las fuerzas armadas del país, hacen difícil esa neutralidad.

El frente internacional: Irán, Israel y la amenaza de una guerra total

Los recientes ataques de Israel contra centros nucleares y líderes militares iraníes han elevado la tensión a niveles sin precedentes. En respuesta, Irán ha lanzado oleadas de misiles balísticos hacia territorio israelí, según informes del gobierno israelí y agencias de inteligencia.

La gravedad de la situación incluso obligó a la suspensión temporal de conversaciones nucleares entre Irán y Estados Unidos, previstas para dos días después del bombardeo israelí, generando aún más incertidumbre sobre el futuro de la región.

Mientras tanto, Turquía —país que comparte una frontera de 569 kilómetros con Irán— ha expresado su preocupación con firmeza. El presidente Recep Tayyip Erdogan ha ofrecido actuar como mediador entre ambos países. En conversaciones telefónicas con el presidente Biden y su par iraní, Masoud Pezeshkian, reiteró su disposición a facilitar un retorno a las negociaciones.

Refugiados y temor: la otra cara del conflicto

En la frontera de Gurbulak-Bazargan, que une Turquía con Irán, los efectos del clima de guerra ya se sienten. Allí, cientos de iraníes cruzan buscando temporalmente refugio, como lo hizo Shirin Talebi, quien aguardaba a su familia que huía de Teherán.

“Estoy aquí por seguridad. Hay bombardeos. Mis hijos tienen niños pequeños. Espero que en uno o dos meses podamos regresar a casa,”

dijo Talebi a periodistas. Aunque las autoridades turcas niegan un éxodo masivo o inusual desde Irán, choferes de autobuses y residentes de la zona indican un drástico aumento en la cantidad de iraníes que cruzan la frontera cada día.

“Antes venían tres o cinco turistas al día. Ahora traigo treinta iraníes por jornada. Muchos quieren llegar a Europa,” dice Ferit Aktas, un transportista turco con base en Estambul.

Turquía también se prepara

Turquía, que permite la entrada sin visado a ciudadanos iraníes por hasta 90 días, ha reforzado los controles en zonas fronterizas como Kapıköy y Gurbulak. Aun así, han reforzado que no hay movimientos "inusuales o irregulares".

No obstante, los analistas locales advierten que de mantenerse el conflicto o escalar aún más, podrían enfrentarse a un problema migratorio similar al que ocurrió tras la guerra civil siria, cuando Turquía acogió a más de 3.6 millones de refugiados sirios.

El peligro de las redes sociales y el conflicto importado

La tensión no se limita a Medio Oriente. En Europa, los efectos colaterales del conflicto se hacen sentir también. Una muestra clara fue lo ocurrido tras el partido entre Maccabi Tel Aviv y Ajax en Ámsterdam en noviembre de 2023. Los disturbios violentos en las calles de la ciudad, impulsados por contenido compartido en redes sociales, dejaron múltiples heridos y detenciones.

Los informes concluyen que la ausencia de comunicación oficial y rápida permitió que los rumores crecieran y motivaran ataques contra aficionados israelíes en lo que se describió como “ataques relámpago” organizados por redes sociales.

¿Qué significa todo esto para Líbano?

La presión es enorme. Hezbollah ha sido diezmada en su estructura de mando. El país aún no logra recuperarse del colapso económico de 2019, la explosión del puerto de Beirut en 2020 y los efectos prolongados del COVID-19. Su tejido social está fragmentado y altamente politizado, con fuertes divisiones entre sectores proiraníes y prooccidentales, sumado a una gran presencia de refugiados sirios y palestinos que presionan sus servicios básicos.

La disuasión del gobierno no parece suficiente para controlar del todo los movimientos de Hezbollah, pero constituye un intento de preservar una mínima estabilidad hacia el futuro próximo. La balanza entre lealtades ideológicas y supervivencia nacional nunca ha estado tan frágil.

Líbano camina una cuerda floja sobre un territorio minado por decisiones históricas no resueltas, conflictos importados y una lucha por recuperar su propia soberanía frente a los intereses cruzados de las potencias regionales. Esta vez, el precio de tomar partido podría ser simplemente demasiado alto.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press