Surcorea se enfrenta a su pasado: la verdad detrás de las adopciones internacionales

La ratificación de la Convención de La Haya revela una historia oscura de adopciones masivas, documentos falsificados y niños separados de sus familias biológicas

Una dolorosa revisión histórica

La reciente ratificación por parte de Corea del Sur de la Convención de La Haya sobre Adopción Internacional señala un paso crucial hacia el reconocimiento y reparación de décadas de políticas opacas y a menudo abusivas en torno a las adopciones al extranjero. A partir del 1 de octubre de 2024, el país se compromete legalmente a implementar salvaguardas éticas y legales para garantizar que toda adopción internacional responda verdaderamente al interés superior del menor.

Sin embargo, este avance tiene lugar mientras se intensifica el escrutinio al sistema de adopciones que, en las décadas de 1970 y 1980, convirtió a Corea del Sur en el mayor exportador de niños del mundo. Una herencia difícil de ignorar, especialmente cuando más de 200,000 coreanos fueron enviados al extranjero, en muchos casos, bajo circunstancias dudosas o incluso fraudulentas.

El negocio de las adopciones bajo dictadura

Durante el gobierno militar surcoreano del general Park Chung-hee, el país enfrentaba un dramático crecimiento poblacional y presiones económicas considerables. En ese contexto, las adopciones internacionales fueron vistas abiertamente como una herramienta de política social: menos bocas que alimentar y una forma de proyectar una imagen favorable hacia los aliados occidentales durante la Guerra Fría.

El Estado otorgó extenso poder a agencias privadas de adopción que operaban con mínima supervisión. Estas agencias documentaban falsamente a muchos niños como «huérfanos» o como «abandonados» por madres solteras, cuando muchas veces venían de familias con dificultades económicas o incluso fueron separados forzosamente de sus familias biológicas.

“Durante los años 80 exportábamos niños como si fueran productos. Era un sistema lucrativo, no un acto de compasión,” explicó un exfuncionario de Bienestar Infantil al diario Hankyoreh.

La lucha por descubrir la verdad

A medida que los adoptados crecieron y regresaron a Corea en busca de sus orígenes, muchos encontraron registros incompletos, alterados o falsos. La falta de información precisa provocó profundas heridas emocionales y, en muchos casos, impidió los reencuentros.

Frente a esta realidad, la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Corea del Sur lanzó una investigación en 2022 para revisar cientos de denuncias de adopciones indebidas. En su informe final de marzo de 2024, se reconoció la responsabilidad del Estado en prácticas sistemáticas de fraude, abandono institucional y violación de derechos humanos.

  • De 367 denuncias presentadas, solo 56 casos fueron reconocidos oficialmente como víctimas de violaciones a derechos humanos.
  • 311 casos más quedaron pendientes o fueron parcialmente revisados.
  • La comisión recomendó una disculpa oficial y reparaciones, pero el gobierno aún no ha respondido a dichas demandas.

Un gran número de adoptados, tanto en Europa como en América del Norte, continúan exigiendo acciones concretas y públicas por parte del Estado surcoreano.

“Nos quitaron nuestra identidad, nuestra lengua, nuestra cultura. No queremos caridad, queremos justicia y reconocimiento,” declaró Peter Møller, coreano adoptado en Dinamarca en 1980.

Convención de La Haya: ¿una solución o un paliativo?

La Convención de La Haya sobre Protección de Menores y Cooperación en Materia de Adopción Internacional fue firmada por Corea del Sur en 2013, pero no fue ratificada hasta junio de 2024. La demora, de más de una década, revela las dificultades estructurales del país para centralizar y transparentar el sistema de adopciones, algo indispensable según el tratado.

La legislación relacionada incluye ahora la obligación de que todas las adopciones pasen por un Comité de Políticas de Adopción que valorará si no hay alternativas en el país antes de aprobar una adopción internacional. También se estableció un traspaso masivo de archivos de adopción desde agencias privadas al Centro Nacional de Derechos del Niño, con un plazo límite en julio de 2024.

Según cifras del propio gobierno, solo 58 adopciones internacionales ocurrieron en 2024, lo que contrasta brutalmente con los más de 6,000 al año en la década de 1980.

Historias individuales, heridas colectivas

Además del daño institucional, miles de vidas han sido moldeadas por estas políticas. Adopciones truncadas, reencuentros frustrados y trastornos de identidad han marcado a generaciones.

Uno de los casos más emblemáticos es el de Hollee McGinnis, profesora universitaria en EE.UU. y fundadora de la organización Korean American Adoptee Taskforce. Adoptada en 1975, descubrió en 2017 que su madre biológica nunca la había abandonado, sino que firmó papeles bajo coerción y desinformación.

“Me dijeron que era huérfana. Toda mi vida creí algo que no era cierto. Es una forma de violencia invisible que consume tu ser,” dijo McGinnis a la BBC.

¿Una disculpa estatal en el horizonte?

Hasta la fecha, ningún presidente surcoreano ha pedido disculpas públicamente a los niños adoptados que fueron víctimas de estas prácticas. Se alega que admitir responsabilidad abriría la puerta a reclamaciones legales o diplomáticas complejas con otras naciones involucradas en el sistema de adopción, como Estados Unidos, Suecia, Países Bajos y Francia.

No obstante, la presión interna y externa aumenta. El Parlamento contempla crear una nueva Comisión de la Verdad para continuar el trabajo de revisión que expiró en mayo y atender los centenares de casos no resueltos.

Por su parte, asociaciones como Truth and Reconciliation for the Adoptee Community of Korea (TRACK) exigen no sólo disculpas, sino también mecanismos de reparación efectiva como la restitución de nacionalidad, apoyo económico para quienes desean retornar al país y la posibilidad de la reunificación familiar bajo parámetros más humanos.

Reflexiones para el mundo

La historia de Corea del Sur no es un caso único. Varios países latinoamericanos como Guatemala, El Salvador y Perú enfrentan hoy escrutinios similares por sus programas de adopciones internacionales durante los años de conflicto armado y dictadura. La lección que deja Corea es clara: sin transparencia, justicia y memoria, las heridas no se cierran.

El camino surcoreano hacia la verdad y reparación apenas comienza. Pero en las voces de miles de adoptados que claman justicia, se oye el eco de una nación que, poco a poco, empieza a enfrentar el peso de su pasado.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press