‘Jaws’ cumple 50 años: El tiburón que cambió para siempre al cine (y a Hollywood)
Un análisis profundo del legado cinematográfico de 'Jaws', la obra maestra de Steven Spielberg que definió el verano, reinventó el suspenso y engendró la era del blockbuster
Un rugido en el verano de 1975
En junio de 1975, un joven director de 26 años llamado Steven Spielberg estrenó lo que sería su segundo largometraje: Jaws (titulada en Hispanoamérica como Tiburón). Lo que parecía una simple adaptación de la novela de Peter Benchley sobre un gran tiburón blanco que amenaza a una costa estadounidense, resultó convertirse en un fenómeno cultural sin precedentes. Cincuenta años después, su influencia sigue tan viva como el miedo a entrar al mar después de verla.
Pero 'Jaws' no fue solamente una revolución de taquilla. Aunque recaudó un récord de $260.7 millones en su lanzamiento inicial (cerca de $1.500 millones ajustados por inflación), también marcó el nacimiento de un nuevo arquetipo cinematográfico: el blockbuster veraniego.
El nacimiento del blockbuster
Antes de Jaws, los veranos eran considerados estaciones bajas para las salas de cine. Sin embargo, Universal Pictures apostó por una estrategia de distribución nacional en más de 400 salas a la vez, algo inusual para la época. El resultado fue un éxito inmediato que cambió la percepción de los estudios sobre cuándo y cómo lanzar sus filmes estrella.
Robert Zemeckis, director de Volver al Futuro, dijo en el documental Jaws @ 50: The Definitive Inside Story que “supercargó el lenguaje del cine”. Y no se equivoca: su impacto técnico, narrativo y económico redefine aún hoy lo que significa hacer cine popular.
Del caos nació un clásico
El rodaje fue un infierno. Estimado inicialmente para durar 55 días y un presupuesto de $3.5 millones, terminó costando $9 millones y extendiéndose a 159 días. Spielberg ha dicho que “Jaws fue mi Vietnam”. Y sin embargo, ese caos creativo forjó una obra maestra. El tiburón mecánico (apodado “Bruce”, por el abogado de Spielberg), fallaba constantemente, lo que obligó a Spielberg a optar por un enfoque más sugerente que explícito. Esa decisión estética elevó el suspenso y marcó un antes y un después.
Menos es más: el poder del suspenso
Irónicamente, la principal amenaza del filme no suele verse durante buena parte de la historia. La música de dos notas creada por John Williams (“tan simple que Spielberg pensó que era una broma al inicio”) fue clave para crear tensión. El tiburón era más temido por lo invisible que por su aparición directa.
“La elipsis visual creó una amenaza mucho mayor”, escribió la crítica Molly Haskell, sintetizando esa elección estética que aún hoy sigue siendo ejemplo de cómo usar el miedo psicológico en el cine.
Carácter humano, dimensión universal
A diferencia de los blockbusters actuales con ciudades arrasadas y cientos de personajes, Jaws se sostiene principalmente sobre tres hombros: Roy Scheider como Brody, Richard Dreyfuss como Hooper y Robert Shaw como Quint. La humildad del reparto fue también una decisión brillante. Los personajes secundarios, mayormente interpretados por habitantes reales de Martha’s Vineyard, aportan una naturalidad entrañable.
Martha's Vineyard, la verdadera protagonista
Spielfeld optó por filmar en locación, en la isla de Martha’s Vineyard, Massachusetts, en vez de usar sets construidos. La decisión no solo encareció el rodaje: aportó verosimilitud y carácter. En la época actual de pantallas verdes y efectos digitales, Jaws sigue recordándonos el valor de un escenario real.
“Quise ir al entorno natural para que hubiera algún tipo de veracidad”, mencionó Spielberg. Y lo logró: el entorno de Amity, ese tranquilo pueblo marítimo sacudido por el terror, parece auténtico porque es auténtico.
Un escape que también critica
Estrenada poco después del escándalo de Watergate y el final de Vietnam, Jaws podría parecer puro escapismo. Pero bajo la superficie del terror marino, se esconde una crítica al capitalismo voraz. El villano real no es solo el tiburón: es el alcalde Larry Vaughn, decidido a mantener las playas abiertas pese al peligro para no perder ingresos turísticos.
“Amity es un pueblo de verano. Necesitamos dólares de verano”, dice Vaughn. Esas palabras resuenan aún en tiempos modernos. Jaws ofrece más que entretenimiento: también plantea una alegoría social de la codicia frente al bien común.
La influencia sobre el cine moderno
Cualquier película que aspire a convertirse en fenómeno masivo sigue, aunque no lo sepa, la estructura de Jaws. Desde Jurassic Park hasta Avengers: Endgame, todas le deben algo. Sin embargo, pocas han logrado capturar su esencia: la combinación de tensión, humanidad y dirección firme.
Incluso sus defectos —técnicos y logísticos— se convirtieron en virtudes. En vez de mostrar más, Jaws mostró menos. En vez de acumular nombres famosos, se centró en tres. En vez de confiar en efectos, confió en emociones.
Una banda sonora inmortal
No se puede hablar de Jaws sin mencionar la icónica composición de dos notas de John Williams. El propio Spielberg dijo que sin esa pieza, la mitad del suspenso se habría perdido. Williams ganó el Óscar a Mejor Banda Sonora por su trabajo, y estableció un nuevo estándar para la música de terror y suspenso.
Hasta hoy, esas dos notas se han convertido en sinónimo universal de inminente peligro. Una lección de cómo menos puede ser infinitamente más.
El legado de Spielberg: ¿irrepetible?
Es fácil hoy dar por sentado el talento de Steven Spielberg, pero Jaws fue su declaración de principios. Después de este filme, su carrera despegó de manera astronómica: Encuentros Cercanos del Tercer Tipo, E.T., Indiana Jones, La Lista de Schindler, entre otros. Sin embargo, Jaws conserva un lugar especial porque fue donde comenzó todo.
El crítico de cine Roger Ebert lo explicó así: “Jaws no es solo una gran película... es prueba de lo que el cine puede ser cuando alguien arriesga y gana”.
50 años después: más vigente que nunca
En su 50.º aniversario, Jaws ha sido objeto de múltiples homenajes: desde documentales como Jaws @ 50 hasta proyecciones especiales en cines y plataformas como Peacock. Incluso Martha's Vineyard organiza festivales, conciertos y concursos de disfraces con temática del tiburón. Pocas películas tienen impacto para convertir una conmemoración en lo que parece un feriado nacional.
No es exagerado decir que Jaws es tan influyente para el arte del cine como Star Wars o Ciudadano Kane. Pero a diferencia de estas últimas, todavía logra asustar, entretener y reflexionar con la misma eficacia con la que lo hizo aquel verano de 1975.
Una lección para el Hollywood de hoy
En un Hollywood saturado de secuelas, efectos visuales desmedidos y fórmulas predecibles, Jaws recuerda algo esencial: el cine no trata solo de lo que se ve, sino de lo que se siente. Los sustos bien dosificados, los personajes complejos y una simple historia bien contada tienen más poder que cualquier explosión diseñada por computadora.
Quizá habría que dejar de buscar más barcos y enfocarse en mejores historias. Spielberg lo hizo en 1975, sin una franquicia asegurada ni tecnología avanzada. Solo talento puro, visión inquebrantable y una buena dosis de imaginación.
“Vamos a necesitar un barco más grande”, decía Brody. Pero quizás, lo que realmente necesitamos es un nuevo Spielberg.