Refugiada dos veces: La historia de una ucraniana atrapada entre las guerras de Rusia e Irán

Tetiana Kurakova huyó de las bombas en Ucrania para encontrar seguridad en Israel. Hoy lo ha perdido todo… otra vez

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Por segunda vez en menos de tres años, Tetiana Kurakova ha tenido que huir de una zona de guerra. Su experiencia retrata el temor constante, la incertidumbre del exilio y la fragilidad de la esperanza cuando la violencia atraviesa fronteras.

Una guerra deja paso a otra

En 2022, pocos días después de la invasión rusa a Ucrania, miles de ciudadanos emprendieron lo que sería el éxodo más grande desde la Segunda Guerra Mundial. Entre ellos estaba Tetiana Kurakova, una artista del maquillaje de 40 años oriunda de la región de Donetsk, quien tras semanas escondida bajo constantes bombardeos decidió abandonar su país.

Eligió como nuevo hogar Israel, un país donde contaba con amigos y conocidos que le ofrecieron alojamiento y trabajo. Llegó a Bat Yam, una ciudad costera al sur de Tel Aviv, conocida por su gran población inmigrante, especialmente del espacio postsoviético. Allí comenzó a reconstruir su vida.

Sin embargo, ese refugio prometido volvió a derrumbarse el pasado domingo. Un misil iraní impactó el edificio contiguo al suyo, matando a nueve personas, hiriendo a decenas y destruyendo más de cien viviendas, incluida la suya. Kurakova se salvó de milagro. Hoy vive en un hotel en Tel Aviv con otros 250 evacuados, intentando procesar el horror vivido.

Israel: un refugio temporal

Tras llegar a Israel en 2022, Kurakova se unió a los aproximadamente 30,000 ucranianos que emigraron al país, de acuerdo con el Ministerio de Inmigración y Absorción israelí. Cerca de la mitad de ellos ha obtenido la ciudadanía gracias a sus raíces judías. Tetiana no es una de ellos. Ella llegó gracias a una red informal de apoyo, contactos personales y una red profesional que le permitió reanudar su empleo temporalmente.

Su estabilidad era frágil, pero real. A lo largo de 2023 logró abrirse paso, volver a maquillajes para bodas y eventos, incluso ahorrar un poco. Pero el 7 de octubre de ese año, el ataque de Hamás desde Gaza abrió un nuevo capítulo en la violencia que la seguiría alcanzando.

“No pensé que iba a volver a sentir miedo cada noche”, relató en una entrevista para medios locales. “En Ucrania aprendí a distinguir los sonidos de los drones… aquí también. Eso no debería ser normal para nadie”.

250 evacuados, miles desplazados

Tras el intercambio militar entre Israel e Irán iniciado días atrás, decenas de sitios civiles han sido atacados. Según el gobierno israelí, 24 personas han muerto y más de mil han resultado heridas por ataques con misiles, que han afectado desde edificios residenciales hasta hospitales. Más de 5,000 israelíes han sido desplazados internamente debido a la destrucción de sus hogares.

En el caso específico de la ciudad de Bat Yam, los antiguos edificios sin cuartos seguros (requeridos por ley solo desde 1993) se convirtieron en trampas mortales. Y es que en muchas zonas de clase trabajadora —tanto judías como árabes— la infraestructura no permite refugiarse de forma efectiva ante un bombardeo.

“Tuve un ataque de pánico. Empecé a llorar desconsoladamente, me desplomé en la calle y solo podía abrazarme a Masha, mi amiga”, recuerda Kurakova sobre el momento en que el misil impactó el edificio contiguo al suyo y destruyó gran parte del vecindario. Como ella, cientos tuvieron que alojarse en hoteles financiados por el gobierno.

Una familia entera, víctima del exilio y la guerra

Lo más trágico es que cinco de las víctimas del ataque en Bat Yam eran miembros de una misma familia ucraniana, que había llegado a Israel escapando de la invasión rusa. Habían venido especialmente para tratar a una niña de siete años con leucemia. Ni siquiera un tratamiento médico en tierra extranjera fue suficiente para escapar de la violencia.

La embajada de Ucrania ha confirmado su nacionalidad, pero ha mantenido los nombres y detalles en reserva por razones de privacidad. Su repatriación aún no es segura debido al cierre del espacio aéreo israelí.

Un déjà vu de horror: de Donetsk a Tel Aviv

Kurakova ha contado que muchos de sus sueños recientes son, literalmente, pesadillas repetidas: los mismos drones Shahed que la acechaban en Ucrania vuelven a hacerlo en Israel. Los mismos escondites improvisados, el mismo sonido característico de los proyectiles, los mismos nervios cortados.

“Me despierto sudando, soñé otra vez que huía de bombas. Es la misma sensación: carreras, refugios, ruido, caos”, explicó.

Los drones Shahed, fabricados por Irán y ampliamente utilizados en zonas de conflicto, no solo son similares en diseño a los empleados por Rusia en Ucrania; en muchas ocasiones, se tratan del mismo modelo exportado o incluso adaptado.

“No sabía que eso podía pasar aquí. Pero pasó. Y me dejó sin hogar otra vez.”

Entre Ucrania ocupada e Israel bombardeado

La madre de Kurakova aún vive en la región de Donetsk, ocupada por tropas rusas. Desde allí, le ruega a su hija que huya nuevamente. ¿A dónde? Esa es la pregunta.

“Irme otra vez me parece imposible. Pero quedarme me aterra. Ya no confío en la Cúpula de Hierro. Ya no hay garantía de seguridad en ningún sitio”, dice, haciendo referencia al sistema de defensa aérea israelí. Durante los primeros ataques lo veía como su escudo, hoy reconoce que no es infalible.

De acuerdo con la organización Human Rights in Iran, con sede en Washington, el número de muertos en Irán —tras ataques israelíes— supera los 600, incluidos más de 200 civiles. Por su parte, Israel ha sufrido múltiples ataques en Tel Aviv, Ramat Gan y otras ciudades densamente pobladas.

Entre el trauma y la resistencia

Kurakova, sin embargo, se niega a dejar que el trauma gane. Una semana después del ataque ya organizaba sesiones gratuitas de maquillaje en el hotel para mujeres y niños desplazados. “Aunque sea por una hora, quiero que se olviden del miedo. Que se vean bonitas. Que respiren”.

La solidaridad entre desplazados —israelíes o ucranianos— es uno de los pocos rayos de esperanza en medio de la tragedia. Y aunque aún no sabe si podrá volver a vivir en su apartamento, Kurakova no se considera una víctima: “He sido fuerte dos veces, puedo volver a intentarlo”.

“El exilio no me quitó todo. Al menos, no mis ganas de volver a comenzar”.

Fuente de estadísticas adicional: Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel, Human Rights in Iran, medios locales israelíes (Haaretz y YNet).

Este artículo fue redactado con información de Associated Press