Dormir entre misiles: las estaciones del tren ligero de Israel como refugios improvisados
Mientras los ataques aéreos entre Irán e Israel dejan cientos de muertos, miles de personas encuentran refugio nocturno en estaciones subterráneas de Tel Aviv
Un nuevo paisaje subterráneo: colchones, café y mascotas
En una escena que parece sacada de una novela distópica, cientos de familias israelíes y trabajadores extranjeros han comenzado a pasar la noche en estaciones subterráneas del tren ligero de Tel Aviv desde que comenzaron los ataques aéreos entre Israel e Irán el pasado 13 de junio. Las alarmas antimisiles suenan continuamente, y muchos ciudadanos prefieren pernoctar en estos espacios subterráneos a tener que correr hacia refugios improvisados en sus hogares cada vez que suena una sirena.
La estación que conecta Tel Aviv con la vecina ciudad de Ramat Gan se ha convertido en un refugio comunitario. Niños con peluches, adultos con tabletas cargadas de películas, cajas de pizza, termos de café... El ambiente dista mucho de lo que uno esperaría en una zona de guerra, pero en esencia responde a la misma necesidad: sobrevivir.
Un conflicto que reescribe la cotidianidad
Desde que Israel lanzó bombardeos contra sitios nucleares y militares iraníes, así como a altos mandos iraníes, más de 600 personas han muerto en Irán, incluidos al menos 200 civiles, según Iran Human Rights, un grupo con sede en Washington. La respuesta iraní fue igualmente devastadora: al menos 450 misiles y más de 1.000 drones lanzados hacia territorio israelí, que hasta ahora han dejado al menos 24 muertos y cientos de heridos.
La violencia del conflicto se manifiesta en imágenes escalofriantes: edificios derrumbados, fachadas arrancadas y hospitales impactados. Esta brutalidad ha llevado a muchos a reconsiderar cómo y dónde buscar refugio.
Viviendas sin defensa: una realidad estructural
Una gran proporción de los que buscan refugio en las estaciones del tren son trabajadores extranjeros, quienes residen en viejos edificios sin “cuartos seguros” o refugios resistentes a misiles. Aunque la ley israelí exige que las nuevas edificaciones cuenten con estas funciones, muchas zonas pobres —sobre todo de población árabe— carecen de ellas.
“Estos misiles no son como los de antes”, cuenta Babu Chinabery, un cuidador de salud de la India con 10 años de residencia en Israel. “Nunca habíamos tenido que dormir afuera por más de una noche. Ahora es demasiado peligroso.”
Tel Aviv bajo tierra: una comunidad efímera pero resiliente
Estas estaciones de tren, diseñadas para facilitar el transporte urbano pero cerradas por la guerra, se han transformado en verdaderos refugios comunitarios. Cada noche, miles de personas se congregan allí: algunas se quedan toda la noche y otras solo bajan cuando suenan las alarmas.
El municipio, organizaciones ciudadanas y grupos de ayuda han montado un sistema improvisado de atención: desde funciones infantiles para calmar a los más pequeños hasta carpas instaladas en estacionamientos subterráneos, como el del centro comercial más grande de la ciudad, donde duermen unas 400 personas cada noche.
“Esto es nuestra Segunda Guerra Mundial”
Aziza Melech, una planificadora de eventos de 34 años, describe la escena como sacada de las historias de su abuelo durante la Segunda Guerra Mundial. “Cientos de personas en pijamas... Es como una pesadilla compartida, pero también es historia. Un día contaremos esto a nuestros nietos.”
Su amiga, Sonia Shraibmen, también se ha refugiado en la estación. Días antes, cayó al suelo corriendo hacia un refugio después de una sirena. Fue entonces cuando decidió que era más seguro dormir en la estación que exponerse a cada alarma.
El impacto emocional: entre ansiedad y agotamiento
Estas noches subterráneas no solo son una medida de seguridad; también son un reflejo del deterioro psicológico de la población. La ansiedad permanente, la falta de sueño y el miedo constante repercuten de forma severa en la salud mental colectiva. La incertidumbre de vivir bajo amenaza constante está dejando una huella emocional indeleble.
“No dormimos. La ansiedad no nos deja descansar, y la amenaza es real”, dice Shraibmen. “Los niños preguntan si hoy también vamos a la cueva” —como algunos han apodado las estaciones subterráneas— “y ya ni se sorprenden por el silencio cuando suena la alarma.”
Infraestructura como arma de resiliencia
Este fenómeno también pone sobre la mesa una discusión más amplia: la infraestructura urbana como herramienta de defensa civil. Edificaciones, estaciones, centros comerciales… Todos potenciales refugios que, bien planeados, pueden preservar miles de vidas.
Incluso la Terminal Central de Autobuses de Tel Aviv abrió su búnker atómico, abandonado desde hace décadas. Aunque es uno de los lugares más seguros en teoría, su deplorable estado —ratas, cucarachas y agua estancada— ha alejado a la mayoría de los potenciales refugiados.
Un conflicto con ecos regionales
Mientras Israel se enfrenta al poder balístico iraní, Turquía observa atentamente. Aunque no es un actor directo del conflicto, el presidente Recep Tayyip Erdogan ha anunciado un ambicioso plan para “potenciar las capacidades de disuasión” del país, aumentando la producción de misiles de mediano y largo alcance.
“Estamos entrando en una era de carrera armamentística regional,” afirma Ahmet Kasim Han, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Beykoz, Estambul. Turquía, la segunda potencia militar de la OTAN en términos de personal, está reforzando su poder aéreo y defensas antimisiles, lagunas históricas en su arsenal.
El valor geopolítico de mantener un cielo seguro se ha vuelto evidente con este conflicto. Y países vecinos, aunque no involucrados directamente, se muestran intranquilos por una posible escalada.
Ecos de incertidumbre económica
La prolongación de la guerra también genera temores económicos. Turquía depende en gran medida de las importaciones energéticas, y un conflicto prolongado que involucre a Irán podría elevar los precios del petróleo, afectando aún más su inflación, ya de por sí alta.
Además, se teme un flujo migratorio forzado desde Irán, con consecuencias logísticas, sociales y económicas difíciles de absorber en un país con una frontera de más de 500 kilómetros con el régimen ayatolá.
Diplomacia y tensiones ideológicas
Aunque Erdogan ha mantenido intensas gestiones diplomáticas con líderes internacionales, ofreciendo actuar como mediador entre Irán, Israel y las potencias occidentales, su retórica también ha exacerbado tensiones.
El ministro de exteriores israelí, Gideon Saar, respondió con dureza a las críticas de Erdogan sobre los ataques israelíes: “Erdogan no es más que un imperialista autoritario que oprime a su propio pueblo y busca ampliar su influencia bajo una fachada conciliadora.”
Estas tensiones ideológicas y discursivas reflejan divisiones profundas que podrían obstaculizar cualquier intento serio de mediación.
¿Hacia un nuevo orden en Medio Oriente?
La guerra entre Israel e Irán se ha transformado en un hecho fundacional para el siglo XXI en el Medio Oriente. No solo por el número de muertos o la devastación material, sino por cómo obliga a los países de la región a replantearse sus roles geopolíticos, alianzas militares y prioridades nacionales.
Mientras tanto, ciudades como Tel Aviv y Ramat Gan aprenden a sobrevivir bajo tierra, adaptando su infraestructura como recurso fundamental en tiempos de guerra. Lo que está en juego no es solo la seguridad territorial de un país, sino el tejido mismo de la vida cotidiana para millones de personas.
Y quizás, algún día, esos niños que hoy ven películas entre vagones detenidos, cuyas risas se mezclan con las sirenas, puedan contar una historia de resistencia. Una historia subterránea, profundamente humana.