Rafael Devers: De estrella en Boston a nueva esperanza en San Francisco

Un cambio de equipo, una nueva posición sobre el diamante y una narrativa que explora el respeto, las decisiones y las segundas oportunidades en MLB

Rafael Devers fue durante años una de las caras más reconocidas de los Boston Red Sox. Campeón de la Serie Mundial en 2018, máximo productor de carreras del club entre 2020 y 2024 y varias veces votado al MVP, su abrupta salida rumbo a los San Francisco Giants deja más preguntas que respuestas. ¿Qué ocurrió entre bastidores para que una relación de tantos logros se deteriorara tan rápidamente?

Un malestar que venía gestándose

Todo comenzó a descomponerse cuando, en el Spring Training de 2025, los Red Sox firmaron al tercera base Alex Bregman, ganador del Guante de Oro. Esta llegada implicaba un movimiento posicional para Devers, quien mostraba reservas frente a un cambio que, a su juicio, no se le comunicó con la antelación debida.

Inicialmente, Devers aceptó pasar a ser bateador designado, aunque de mala gana. Todo se precipitó cuando el primera base titular, Triston Casas, sufrió una lesión que lo dejó fuera por el resto de la temporada. Los dirigentes propusieron a Devers cubrir ese rol, pero la respuesta fue tajante:

“La oficina debe hacer su trabajo y buscar a otro jugador” — Rafael Devers a la directiva de los Red Sox.

Fue la gota que rebasó el vaso. Apenas dos años después de haber firmado una extensión de 10 años por $313.5 millones, la gerencia decidió negociar su salida. Poco después, Devers fue traspasado a los Giants.

¿Por qué sí en San Francisco y no en Boston?

Una de las grandes polémicas posteriores al traspaso se generó cuando Devers declaró que estaría disponible para jugar en la primera base con los Giants, si así se lo pedían. Ante la inevitable pregunta de por qué no aceptó esa propuesta de Boston, explicó:

“Si me lo hubiesen pedido desde el spring training, lo habría hecho.”

Estas declaraciones refuerzan la percepción de que el problema no fue de actitud ante el deporte, sino de comunicación y respeto mutuo. En palabras del propio Devers:

“Sentía que me había ganado algo de respeto con mis números en Boston.”

Sus estadísticas lo avalan: en ocho temporadas con los Red Sox, Devers conectó más de 30 cuadrangulares en tres campañas y lideró al equipo en impulsadas durante cinco años consecutivos. Su talento no es discutible. Su carácter competitivo, tampoco.

La presión de rendir en la bahía

Devers aterrizó en una franquicia que desde hace años busca una figura ofensiva dominante. Desde que Barry Bonds conectó 45 jonrones en 2004, nadie en San Francisco ha llegado siquiera a los 30 vuelacercas en una temporada. Es más, según datos de Baseball Reference, son la única organización de MLB con ese récord negativo en los últimos 20 años.

En sus primeros tres juegos como designated hitter con los Giants, Devers bateó de 11-3, con dos bases por bolas y una carrera impulsada. Ahora está trabajando para adaptarse a la primera base, posición que reconoce no se domina de la noche a la mañana.

“No es una posición que se aprende en un día. Necesito practicar y estar listo cuando me sienta cómodo.”

Relaciones rotas (o silenciosas)

En cuanto a su relación con el mánager Alex Cora, Devers fue diplomático.

“No tengo nada bueno ni malo que decir sobre él. Hablaré con él en el terreno cuando tenga la oportunidad.”

Curiosamente, una comitiva de alto perfil compuesta por el propietario John Henry, el presidente Sam Kennedy y el jefe de operaciones Craig Breslow voló a Kansas City para intentar convencer al dominicano justo antes de su traspaso. Pero la postura de Devers no cambió.

Un patrón repetido en Boston

El caso de Devers no es aislado. Ya había ocurrido algo similar con otro ídolo de la afición: Mookie Betts. El MVP de la Liga Americana en 2018 y figura crucial en la Serie Mundial de ese año, fue enviado a los Dodgers en 2020 en un traspaso que fue calificado como un “dumping salarial”.

La salida de jugadores estrella parece una tónica en los últimos años para los Red Sox. Esto ha generado cierto escepticismo entre los fanáticos, que ven cómo sus ídolos abandonan el club no por bajo rendimiento, sino por desacuerdos administrativos y contractuales.

¿Ganadores y perdedores?

Desde la perspectiva de los Giants, la llegada de Devers representa una victoria en el mercado de traspasos después de varios intentos fallidos por adquirir otro bateador de élite. Además, aún le quedan ocho años de contrato garantizado a un precio que, si mantiene su nivel, podría considerarse una ganga en algunos años.

Para Boston, el traspaso abre espacio en la nómina y evita fricciones internas, pero también representa un vacío en el lineup y un golpe a su imagen institucional. Reemplazar tanto su producción ofensiva como su presencia mediática será difícil.

Declaraciones finales que dejan huella

Al presentar al nuevo número 11 de San Francisco, la prensa preguntó cómo recordaría su tiempo en Boston. El quisqueyano no titubeó:

“Siempre fui profesional. Puse buenos números. Di el 100%.”

La narrativa de Rafael Devers es la de un jugador talentoso atrapado entre las expectativas de un club tradicionalista, una toma de decisiones cuestionable desde las oficinas y un entorno que no supo sostener a una de sus joyas más valiosas. Ahora, a sus 27 años, inicia un nuevo ciclo en busca no solo de glorias deportivas, sino posiblemente de algo más importante: el respeto que siente merecer.

¿Podrá San Francisco ser ese lugar? El tiempo lo dirá, pero los primeros compases indican que ambas partes están motivadas por un mismo objetivo: regresar al protagonismo en la MLB.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press