Redadas migratorias en pleno día: ¿vigilancia o intimidación?
El aumento de arrestos públicos por parte de ICE provoca una ola de protestas e incertidumbre en comunidades estadounidenses
Un nuevo rostro de las redadas migratorias
En ciudades como San Diego, Los Ángeles o Spokane, las calles ya no solo son escenarios de convivencia urbana. En los últimos años, especialmente desde el mandato del expresidente Donald Trump, las políticas migratorias se han endurecido hasta el punto de que agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) han comenzado a realizar redadas a plena luz del día, frente a restaurantes, gimnasios o iglesias.
Estas acciones, cada vez más frecuentes, han provocado que ciudadanos comúnmente apolíticos o alejados de las manifestaciones sociales salgan de sus casas, celulares en mano, para grabar lo que perciben como escenas propias de una película de acción. Sin embargo, para muchos, estos episodios no son solo una violación de derechos, sino también un intento de sembrar miedo.
San Diego: cuando el vecindario se convierte en campo de batalla
Adam Greenfield, poeta local y productor de pódcast, no pensó que una tarde de mayo su tranquilo barrio se convertiría en el epicentro de una operación de ICE. "Eran las cinco de la tarde, plena hora pico, cuando llegaron los vehículos. No podía creer lo que veía", recuerda. Según su testimonio, la redada se llevó a cabo frente a un popular restaurante italiano, justo cuando comenzaban a llegar los clientes para sus citas nocturnas.
Greenfield salió descalzo, con su iPhone, para sumarse a una protesta espontánea que, en una hora, creció hasta casi 75 personas. "Querían dar un mensaje, pero creo que terminó siendo contraproducente. Causaron indignación colectiva", dijo.
Más allá del hogar: redadas en espacios públicos
Históricamente, las acciones de ICE se realizaban durante la madrugada, cuando los inmigrantes salían de casa rumbo al trabajo. Sin embargo, la tendencia ha cambiado. La Casa Blanca, a través de figuras como Tom Homan, ha justificado este viraje argumentando que las llamadas ciudades santuario —municipios que se niegan a colaborar con las autoridades migratorias— han dejado a los agentes sin otra opción.
“No tienen apoyo local, así que deben actuar donde sea que puedan encontrar a estas personas”, dijo Vicepresidente JD Vance. “Pero se enfrentan con protestas agresivas a los pocos minutos de aparecer. Esto está afectando su moral.”
Downey, California: entre gritos y cámaras
Melyssa Rivas recuerda vívidamente la escena que presenció frente a su oficina, cerca de la iglesia Our Lady of Perpetual Help: "Salí porque escuché gritar a unas chicas jóvenes. Afuera, había agentes enmascarados rodeando a un hombre arrodillado. Era como una película de guerra."
La intervención, que no resultó en su detención, dejó afectado al hombre y movilizó a los vecinos. Rivas cuenta que el detenido le explicó que lo habían perseguido desde su trabajo en un lavadero de autos. Otras redadas ocurrieron el mismo día en un gimnasio LA Fitness, un Home Depot y un sitio de construcción en la mayoría latina ciudad de Downey.
Los empleados del gimnasio intentaron impedir el ingreso de ICE, en un reflejo claro de solidaridad: "Nos preparamos para interceder, pero finalmente no entraron", contó Alex Frayde, trabajador del lugar.
Spokane: resistencia frente al centro de detención
En el estado de Washington, más de 180 policías fueron desplegados el 11 de junio en response a una protesta iniciada por Ben Stuckart, exconcejal de Spokane. Stuckart denunció que ICE había detenido a su pupilo venezolano, quien tenía permiso de residencia temporal bajo parole humanitario. Su compañero de cuarto también fue arrestado.
“La comunidad latina necesita al resto de la ciudad, no mañana, sino ahora”, escribió Stuckart en Facebook, llamando a bloquear el autobús que transportaría a los detenidos. La respuesta fue inmediata: más de 30 personas arrestadas, gas pimienta y escenas de tensión. Stuckart mismo fue uno de los detenidos, pero fue liberado posteriormente.
Un despertar ciudadano: ¿el inicio de algo grande?
Aysha Mercer, ama de casa y madre de tres hijos, había permanecido apartada de la política durante toda su vida. Pero el temor de que los niños del vecindario, hijos de inmigrantes, puedan ser deportados la motivó a unirse por primera vez a una marcha el 14 de junio, parte del movimiento No Kings.
“No sé si alguna vez sentí algo tan fuerte como lo que siento ahora mismo”, dijo entre lágrimas. Para ella y millones de estadounidenses, la línea entre lo privado y lo público ahora involucra principios morales que ya no se pueden ignorar.
¿Mensajes o métodos?
Las redadas no son nuevas. En 2008, ICE allanó otro restaurante popular en San Diego, pero lo hizo de madrugada. Entonces, no hubo protestas. Hoy, las tácticas han cambiado, pero también lo ha hecho la sociedad. Según un análisis de Pew Research Center, aproximadamente el 65% de los estadounidenses apoya una vía legal a la ciudadanía para los inmigrantes indocumentados. A pesar de ello, las detenciones se han vuelto más espectaculares, más públicas, más intimidantes.
¿Estamos ante una nueva doctrina de choque para infundir miedo? ¿O realmente se trata de un intento logístico ante la falta de colaboración local con ICE? En medio de la confusión, los ciudadanos están comenzando a reaccionar, no desde un partido político, sino desde la empatía humana.
La paradoja estadounidense
En un país que se fundó como refugio para perseguidos, la paradoja es evidente. La historia de Estados Unidos está marcada por olas migratorias… y también por olas de xenofobia. Las redadas masivas actuales recuerdan episodios como la Operación Espalda Mojada en los años 50, cuando más de un millón de mexicanos fueron deportados en un lapso de pocos años.
La cobertura amplia de las detenciones por ciudadanos como Greenfield o Rivas no sólo documenta. También denuncia. En tiempos de redes sociales, la imagen lo es todo, y cada grabación viral pone a ICE en el centro del debate público.
¿Qué sigue?
Las redadas continuarán, según funcionarios federales. Pero también continuará la reacción. En cada barrio, en cada gimnasio, restaurante o escuela, la línea entre lo legal y lo ético se vuelve más difusa. Y en ese limbo moral, miles de ciudadanos deciden ya no mirar hacia otro lado.
“Ahora me pregunto a diario: ¿qué haría yo si se llevan a mi vecino?”, reflexiona Greenfield. Tal vez esa es la pregunta que defina una generación.