¿Democracia para pocos? La absurda realidad de las elecciones con una sola papeleta en Georgia
Gastar millones de dólares para obtener menos de cien votos: así funciona el sistema electoral estatal en EE.UU.
Imagina esto: un condado en Georgia realiza una elección y solo una persona vota. No es un ejercicio de imaginación ni una crítica satírica; es exactamente lo que ocurrió en el condado de Miller, Georgia, durante las primarias demócratas de junio de 2024. Con cifras tan bajas de participación, muchos se preguntan: ¿vale la pena sostener elecciones que cuestan millones y en las que apenas unas decenas participan?
Una elección, un voto
El 17 de junio, el condado de Miller celebró sus primarias demócratas para elegir al candidato a la Comisión de Servicios Públicos del estado. Solo una papeleta fue contada entre los aspirantes Keisha Waites, Peter Hubbard y Robert Jones. Otras dos papeletas fueron descartadas porque los votantes apoyaron a Daniel Blackman, un candidato que previamente fue descalificado.
"Voy a ser honesto, estoy preocupado por la segunda vuelta, pero no hay nada que pueda hacer" —dijo Jerry Calhoun, supervisor de elecciones de Miller County.
Y tiene razones para preocuparse: el 15 de julio se celebrará una segunda vuelta entre Waites y Hubbard, pero es posible que ni siquiera lleguen al 1% de participación estatal.
Resultados ínfimos, costos exorbitantes
La historia de Miller County no es una excepción. En todo el estado de Georgia, la participación en las primarias apenas fue del 2.8% de los 7.4 millones de votantes registrados. Eso significa que más de 97 de cada 100 personas no participaron. Y, a pesar de los bajísimos números, se espera que celebrar la segunda vuelta cueste en conjunto unos $10 millones de dólares. Esto representa más de $100 por cada voto emitido en muchos de los condados.
En el condado de Cherokee, por ejemplo, donde hay casi 208,000 votantes activos, solo 2,000 participaron en la primaria. Como resultado, el condado optó por abrir solo un centro de votación para la segunda vuelta, lo que reducirá a la mitad el costo operativo, ahorrando casi $70,000.
¿La democracia más cara del mundo?
Este caso pone sobre la mesa una pregunta que resuena con fuerza: ¿cuán sostenible es este modelo electoral? Georgia es uno de los apenas 9 estados—la mayoría en el sur de EE.UU.—que requieren segunda vuelta si ningún candidato obtiene más del 50% de los votos. Además, solo Georgia y Mississippi exigen una segunda vuelta incluso tras las elecciones generales si ningún aspirante logra mayoría absoluta.
No son pocos quienes señalan que este sistema no solo es ineficiente, sino que también tiene un trasfondo racista. Según historiadores, las reglas de segunda vuelta fueron diseñadas en su momento para dificultar que candidatos afroamericanos ganaran elecciones, dando a los votantes blancos una segunda oportunidad para unificar su apoyo alrededor de un solo candidato.
Alternativas más modernas: votación por orden de preferencia
En muchas partes del país—incluyendo Nueva York—se está implementando un sistema conocido como “Ranked Choice Voting” o voto por orden de preferencia. Este sistema permite a los votantes clasificar a los candidatos según su preferencia y determina el ganador tras múltiples rondas de conteo, sin necesidad de segundas vueltas costosas.
Scot Turner, exrepresentante estatal republicano, es uno de los principales defensores del modelo de voto preferencial en Georgia. Él sostiene que el sistema actual disenfranchises a los votantes porque las segundas vueltas tienen tasas de participación aún más bajas que las de las primeras.
“Es un ajuste de nuestro sistema actual que maximiza la participación y reduce costos”, dijo Turner. “Porque vemos caídas masivas en participación para las segundas vueltas. Esos son votantes desconectados. Sus votos son descartados como si nunca se hubieran emitido.”
¿Y si simplemente bajamos el umbral?
Una iniciativa menos drástica sería cambiar las reglas para declarar ganador a un candidato que obtenga, por ejemplo, un 45% de los votos, como ya se hizo en Georgia en 1995. Aquella decisión legislativa buscaba reducir la frecuencia de las segundas vueltas. Sin embargo, tras una pérdida republicana en el Senado en 1996, el umbral fue restaurado al 50% + 1.
La representante estatal demócrata Saira Draper propuso en 2023 restaurar el umbral al 45%, pero el proyecto no prosperó. La oposición republicana persiste. Victor Anderson, presidente del Comité de Asuntos Gubernamentales de la Cámara, resumió la postura:
“Para realmente ganar una elección, deberías recibir, en una forma u otra, al menos el 50% más uno de los votos. Por eso no apoyo un sistema de pluralidad.”
Desigualdad geográfica: ¿votar o viajar 50 kilómetros?
Debido a la baja participación, la ley estatal permite que los condados limiten la cantidad de centros de votación a uno solo durante segundas vueltas si la participación fue menor al 1% en la elección inicial. Esto impacta sobre todo a los votantes rurales sin transporte o acceso fácil.
Algunos condados, como Miller, ya operan con un solo centro de votación de forma regular. Pero al restringir aún más la accesibilidad para futuros procesos, se exacerban las barreras que algunos ya enfrentan para ejercer su derecho al voto.
¿Un teatro democrático?
Todo esto plantea una inquietante pregunta: ¿Sigue siendo funcional la democracia cuando el costo por voto supera los $100 y la participación no supera el 3%?
El actual sistema de segundas vueltas revela una versión de democracia que cada vez más se parece a una puesta en escena costosa y vacía. Si los ciudadanos no participan, si el sistema desincentiva el voto a través de reglas arcaicas y costosas, y si se ignoran las alternativas modernas, ¿qué tipo de gobernanza estamos realmente legitimando?
Es cierto que la integridad del proceso democrático importa tanto como el resultado. Pero en tiempos donde el presupuesto público debe enfocarse en educación, salud e infraestructura, mantener elecciones simbólicas, donde ni los electores muestran interés, pone en duda no solo la eficiencia del sistema, sino también su verdadero propósito.