De Alemania a la OTAN: el nuevo rumbo del gasto militar y su impacto en Europa

Alemania planea elevar su gasto en defensa al 3.5% del PIB para 2029, en sintonía con la nueva ambición de la OTAN. ¿Se forja el liderazgo europeo frente a un mundo más inestable?

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La geopolítica mundial ha entrado en una nueva fase desde que Rusia iniciara su invasión a Ucrania en 2022. Este conflicto ha sido catalizador de profundas reformas en numerosos países occidentales, especialmente en Europa, centro histórico de guerras, alianzas y renacimientos. Entre los protagonistas de este nuevo horizonte de seguridad se encuentra Alemania, que anunció recientemente un ambicioso plan para elevar su gasto en defensa al 3.5% de su PIB en 2029.

¿Qué significa realmente este cambio estratégico? ¿Cómo se inserta en el contexto general de la OTAN y su futuro? En este análisis profundo exploramos las implicancias económicas, políticas y militares de una Alemania que busca posicionarse como la potencia defensiva más grande del continente.

El anuncio: una Alemania más comprometida con la defensa

El ministro de Finanzas y vicecanciller alemán, Lars Klingbeil, declaró que el país alcanzará un gasto en defensa del 2.4% del PIB en 2025, para luego escalar gradualmente hasta el 3.5% en 2029. "Vamos a aumentar paso a paso el gasto en defensa para cumplir la cuota de la OTAN", afirmó Klingbeil durante una presentación del plan presupuestario del nuevo gobierno encabezado por el canciller Friedrich Merz.

Este anuncio llega en vísperas de una importante cumbre de la OTAN celebrada en La Haya, donde los líderes de los 32 países miembros buscan consensuar un nuevo objetivo colectivo de inversión defensiva: elevar la meta del 2% del PIB –vigente desde el año 2006– al 3.5%, sumado a otro 1.5% destinado a infraestructura potencialmente relacionada con la defensa.

¿Por qué es tan significativo este cambio?

Históricamente, Alemania ha sido objeto de críticas por su bajo gasto en defensa. Mientras que la OTAN exigía un mínimo del 2% del PIB, Berlín durante años se mantuvo por debajo de esa línea. La situación cambió drásticamente tras la invasión rusa a Ucrania en 2022, cuando el entonces canciller Olaf Scholz anunció un fondo extraordinario de 100.000 millones de euros para modernizar a las Fuerzas Armadas alemanas (Bundeswehr).

Ese fondo ayudó a alcanzar el objetivo del 2% en 2024, pero se agotará en 2027. El nuevo gobierno alemán ahora fija una hoja de ruta aún más ambiciosa, comprometiéndose no solo a sostener, sino a superar el porcentaje objetivo de la alianza atlántica.

Los números del poder: Alemania como eje militar europeo

Para ponerlo en perspectiva: en 2022, Alemania tenía un gasto militar de aproximadamente 56.000 millones de euros, el segundo más alto de Europa después del Reino Unido. Alcanzar el 3.5% del PIB implicaría un presupuesto anual superior a los 100.000 millones de euros para defensa hacia 2029, dependiendo del crecimiento económico.

En palabras de Friedrich Merz, líder de la coalición de gobierno, “el gobierno proporcionará en el futuro toda la financiación que la Bundeswehr necesita para convertirse en el ejército convencional más fuerte de Europa”. Una afirmación que deja claro el giro estratégico alemán.

Los desafíos internos: deuda, cooperación y eficiencia

Para poder financiar este aumento, el gobierno planea modificar o flexibilizar las estrictas reglas fiscales de la Constitución que limitan el endeudamiento. Esta movida, que ha generado ya debates intensos dentro del parlamento, responde también a un paquete más amplio de inversión pública que incluye la creación de un fondo de 500.000 millones de euros para modernizar infraestructuras hasta 2036.

Klingbeil advirtió que será "muy vigilante" respecto de cómo se gasta este dinero: "Queremos más cooperación europea en adquisiciones, investigación y desarrollo". Una visión que apunta no solo al refuerzo nacional, sino también a la integración militar continental. Alemania liderando iniciativas conjuntas dentro de la OTAN y la Unión Europea puede facilitar economías de escala y mayor interoperabilidad entre aliados.

Una nueva OTAN: ¿3.5% o fractura?

La conferencia de la OTAN celebrada en Países Bajos ha sido descrita como crucial, no solo por el intento de incrementar la meta de gasto militar, sino también por el contexto global cambiante. La guerra en Ucrania, la expansión del poder e influencia chinos, y las amenazas híbridas han reabierto debates sobre la capacidad real de defensa colectiva de la organización transatlántica.

Actualmente, sólo 11 de los 32 países miembros cumplen con el objetivo del 2% del PIB. Elevar la exigencia al 3.5% podría generar fricciones internas, especialmente en países con economías más pequeñas o con prioridades sociales más marcadas.

No obstante, figuras clave como Mark Rutte, secretario general de la OTAN, y Dick Schoof, primer ministro de los Países Bajos, han abogado por un frente unido y por una “política de disuasión creíble” en tiempos de máxima tensión internacional.

Más allá del gasto: ¿quién tiene el ejército más fuerte?

Aunque el presupuesto es una medida clara, no lo es todo. La capacidad de una fuerza militar depende también de otros factores: calidad del entrenamiento, modernización del equipamiento, tecnología, ciberdefensa, logística y moral de las tropas. En este sentido, Alemania arrastra rezagos y problemas endémicos.

Un informe del Parlamento alemán de 2023 revelaba que sólo el 65% del equipamiento militar existente estaba operativo. Y aún persisten vacíos en áreas clave como defensa aérea, capacidad naval e inteligencia táctica. El ministro de Defensa ya ha identificado una hoja de ruta para corregir estas deficiencias, incluyendo la adquisición de helicópteros CH-47 Chinook, cazas Eurofighter modernizados y sistemas de defensa antimisiles como el Arrow-3 israelí.

La otra cara del rearme: implicaciones geopolíticas

Este realineamiento estratégico alemán no ocurre en el vacío. En Europa hay países muy atentos a estos movimientos. Francia, con una doctrina militar autónoma y capacidades nucleares propias, observa con atención una Alemania que podría eclipsar su perfil dentro de la OTAN. Por su parte, Rusia, continuamente preocupada por la expansión de la Alianza Atlántica, ha intensificado sus ejercicios militares y retórica nuclear en respuesta al rearme occidental.

Para Estados Unidos, el liderazgo militar alemán podría ser tanto un alivio como una advertencia. Alivio, porque Europa asume más responsabilidad en su defensa; advertencia, porque también puede forzar una redistribución de poder en la OTAN, tradicionalmente liderada por Washington.

¿Hacia una nueva era estratégica?

El mundo posterior a 2022 es uno donde la guerra híbrida, los ciberataques, la desinformación y la agresión militar vuelven a ser amenazas existenciales. Alemania, hasta hace poco símbolo del pacifismo europeo del siglo XXI, ahora se prepara para cambiar ese rol. Un cambio que podría cimentar su hegemonía europea, pero también enfrentarlo a desafíos logísticos, políticos y culturales internos.

Según múltiples analistas, si Alemania logra ejecutar su plan de manera eficiente –sin corrupción, exceso de burocracia o sanciones morales como en décadas pasadas–, podría erigirse en el núcleo de una defensa común europea. El rearme alemán ya no es un tabú, sino una necesidad dentro del nuevo orden global.

Como dijo el canciller Friedrich Merz: “Defender nuestra libertad requiere recursos, visión y voluntad. Alemania está lista”.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press