“Sorry, Baby”: una ópera prima desgarradora que reinventa el cine sobre trauma y amistad
Eva Victor debuta con una historia fuera de lo común, explorando la sanación emocional, el abuso y el poder reparador de las amistades verdaderas
Una nueva voz en el cine independiente
Con su debut como directora, guionista y protagonista, Eva Victor irrumpe con fuerza en el panorama cinematográfico con “Sorry, Baby”, una película que, lejos de caer en clichés, narra con sensibilidad, humor y mucha originalidad lo que podría haber sido una historia convencional sobre trauma. Con la producción ejecutiva de Barry Jenkins (Moonlight), el filme se convierte en una revelación cálida en medio de un tema tan difícil como el abuso sexual.
Una narración fragmentada con propósito
La historia de “Sorry, Baby” se centra en Agnes, interpretada por la propia Victor, una joven profesora universitaria que vive en una pintoresca casa de Nueva Inglaterra. La estructura del filme está dividida en cinco capítulos no cronológicos, abarcando cinco años de su vida, incluida una época que ella misma denomina “El año del mal suceso”, en referencia al abuso que sufrió a manos de su profesor.
Esta elección narrativa no solamente revitaliza el ritmo de la película, sino que permite descentrar el trauma como elemento dominante y resaltar otros aspectos fundamentales: la amistad, el crecimiento interior y el sentido del humor como salvavidas.
Un dúo inolvidable: Agnes y Lydie
La relación entre Agnes y su mejor amiga Lydie (interpretada magistralmente por Naomi Ackie) es el corazón palpitante de la película. Su complicidad, su humor compartido y su lealtad brindan los momentos más tiernos y reconfortantes en medio del dolor.
En una escena particularmente sutil pero poderosa, Lydie toma de la mano a Agnes debajo de la mesa cuando mencionan al profesor abusador. Sin necesidad de palabras, se siente el poder curativo de esas conexiones incondicionales en nuestras vidas.
El “Bad Thing” y la apostasía de Preston
El evento traumático, al que se hace referencia sin descripción gráfica, ocurre en uno de los capítulos centrales del filme. Preston Decker (Louis Cancelmi), el elocuente y encantador profesor, inicialmente muestra admiración hacia Agnes. Sin embargo, su carisma esconde un carácter depredador. La cámara aguarda fuera de su casa mientras el día se vuelve noche, generando una de las secuencias más inquietantes y respetuosas del cine reciente sobre agresión.
Victor consigue retratar con sobriedad el impacto postraumático, alejándose de los extremos hollywoodenses de la venganza inmediata o el heroísmo estructurado. El trauma en “Sorry, Baby” es caótico, inesperado, absurdo y, a veces, incluso cotidiano, como en la vida real.
Sanar a través de lo ridículo, lo tierno y lo cotidiano
Agnes no encuentra una vía única para sanar. A veces estalla en llanto en la consulta de un médico, otras veces se sinceriza inesperadamente con extraños, como en una de las escenas más memorables donde John Carroll Lynch, interpretando a un señor común y corriente, se sienta con ella en un estacionamiento mientras atraviesa un ataque de pánico. En otro momento, su búsqueda de sanación la lleva a pedir líquido para encendedores a su vecino, en una escena que simboliza el deseo de encender algo nuevo dentro de sí.
Estas secuencias, lejos de la solemnidad, están impregnadas de humanismo. Eva Victor ha comprendido que la sanación rara vez es lineal, y que incluso lo ridículo puede ser parte del tejido emocional que sostiene a quienes han pasado por experiencias devastadoras.
Subvirtiendo expectativas: una película sobre amistad, no sobre agresores
En una escena particularmente simbólica, Agnes y Lydie comparten una comida en silencio, un “sándwich bueno en un año malo”. Esta frase resume, en muchos sentidos, el espíritu de la película. La botella medio llena se vuelve metáfora poderosa de recuperación. El filme no pone el énfasis en responsabilizar al abusador más allá de lo necesario. Tampoco busca justicia poética. Pone el foco en dónde muchas películas no lo ponen: en sobrevivir con dignidad.
Como dice una crítica de The New York Times: “Sorry, Baby no redefine el cine sobre trauma sexual, pero redefine cómo debe sentirse el retrato de una amistad auténtica”. Y es que entre las muchas decisiones acertadas de Victor está esa: no convertir su película en un panfleto ni en una crónica del horror, sino en un himno al cariño que se sostiene aún cuando todo se tambalea.
Una estética cuidadamente naturalista
Victor filma con una estética casi documental, contribuyendo a la sensación de cotidianidad y realismo. Las casas no parecen sets. Las conversaciones no suenan ensayadas. Incluso el vestuario subraya este enfoque: Agnes muchas veces viste con ropa suelta, sin maquillaje, reafirmando que la sobriedad del relato no requiere adornos.
Es una belleza que se siente accidental, espontánea. Lo que algunas cintas buscan generar con grandes giros argumentales y juegos de cámara, Sorry, Baby lo logra con silencio, miradas y eso tan difícil de fingir: autenticidad.
El humor como escudo necesario
Una de las principales virtudes de la película es entender que incluso en medio del sufrimiento, sigue existiendo espacio para el humor. No el humor cruel o fuera de lugar, sino uno íntimo, compartido entre amigas o en pequeñas situaciones ridículas de la vida diaria. Eso, también, es parte del proceso de sanar.
Antes de escribir “Sorry, Baby”, Eva Victor era conocida por sus videos de comedia en redes sociales. Esa vena humorística no desaparece, sino que sirve como válvula de escape para dar respiro al espectador sin perder profundidad.
Un reparto que respira complicidad
Además del dúo principal conformado por Victor y Ackie, actuaciones secundarias como la de Lucas Hedges (el vecino confundido), Louis Cancelmi y John Carroll Lynch aportan capas al entramado emocional. Nadie sobreactúa. Todos parecen comprender que el guion no requiere énfasis innecesarios, sino humanidad sencilla.
Muy pocos debuts son capaces de reunir un reparto tan afinado con una directora primeriza, pero Victor demuestra tener una dirección precisa y clara, lo que augura una prometedora carrera detrás de la cámara.
Una ópera prima en tiempos de ruido
“Sorry, Baby” es una película que llega en un momento donde los discursos sobre trauma, abuso y sanación han sido cooptados o a veces explotados por la industria de entretenimiento. Sin embargo, esta cinta escapa a esa lógica, aportando una mirada clara, anti-sensacionalista y profundamente sincera.
Por eso, más que un filme sobre un crimen, es una carta de amor a las personas que rescatan a otras: amigas, desconocidos, incluso un sándwich bien hecho en el momento justo. Sorry, Baby no grita justicia, pero te susurra consuelo. Y eso, en estos tiempos, se siente revolucionario.
Calificación
★★★½ de ★★★★
Duración: 104 minutos
Clasificación: R (contenido sexual y lenguaje)