Irán tras la tormenta: ¿más represión o una oportunidad para el cambio?
Después de 12 días de guerra con Israel y un frágil alto el fuego, los iraníes enfrentan un futuro incierto marcado por ejecuciones, censura y paranoia.
Un alto al fuego que no trae paz
Tras doce intensos días de guerra entre Irán e Israel, cuyo costo humano se estima en más de mil muertos según activistas por los derechos humanos, y miles de heridos adicionales, Teherán parece haber salido de la confrontación debilitado y con cicatrices visibles. El repentino alto el fuego, mediado por Estados Unidos, ha devuelto algo de calma, pero dejó abiertas profundas heridas en la sociedad iraní.
Más allá de los incontables daños materiales y el temor constante a nuevos ataques aéreos, los iraníes temen ahora otro frente más silencioso: el de la represión interna. El precio de la guerra, como en ocasiones anteriores, podría recaer sobre los mismos ciudadanos que no tuvieron voz en la escalada del conflicto.
Ejecutados tras la guerra: ¿una purga política?
Desde que comenzaron los bombardeos el 13 de junio, el gobierno iraní ha ejecutado a al menos seis personas acusadas de espiar para Israel, tres de ellas tan solo el miércoles posterior al alto el fuego. Así lo denunció la organización Iran Human Rights. Su director, Mahmood Amiry Moghaddam, advirtió: “Después del alto al fuego con Israel, la República Islámica necesita más represión para encubrir sus fracasos militares y prevenir protestas”.
No es la primera vez que un conflicto internacional tiene este efecto colateral interno. Al término de la guerra Irán-Irak, en los años ochenta, el régimen desató una ola de ejecuciones masivas de prisioneros políticos. La historia podría repetirse.
La gente en las calles: miedo, resignación y esperanza
Shirin, una residente de 49 años en el norte de Teherán, confesó a AP —bajo condición de anonimato— que teme que ahora “el gobierno descargue toda su ira contra el pueblo”. Una angustia compartida por Nooshin, ama de casa de 44 años, quien dijo: “Básicamente, después de cada crisis, el régimen castiga a su gente”.
Mientras tanto, un tenue rayo de esperanza emerge. Para Mahshid, residente de Qazvin, el final de la guerra debería traer una mayor tolerancia en temas sociales como el uso obligatorio del velo (hiyab). “Siento que tras la tormenta, el gobierno será más flexible”, afirma.
La guerra no es solo contra Israel
La ofensiva israelí se centró, según Tel Aviv, en infraestructuras militares y nucleares. Pero informes locales y testimonios indican que también se afectaron zonas residenciales y servicios básicos. En el norte de Teherán, barrios de clase alta como los alrededores de Midan-e Tajrish sufrieron cortes de agua, sumado a apagones diarios de hasta dos horas en muchas zonas del país.
Estos apagones no son nuevos, pero se han intensificado. “El corte de electricidad ocurre como antes de la guerra, pero ahora se siente con más impotencia”, dijo un investigador académico de la capital.
Silencio informativo y control estatal
Una de las estrategias más utilizadas por el régimen durante las crisis ha sido el apagón informativo. Esta vez no fue la excepción: cortes de internet intermitentes por días dejaron a los más de 80 millones de iraníes a merced de los eslóganes y propaganda de la televisión estatal.
La cobertura oficial insistió en un mensaje nacionalista, evocando líneas poéticas patrióticas y hablando de “victoria” sobre el enemigo. Sin embargo, detrás de las cámaras, se respira miedo. “Seguramente están haciendo cosas horribles de las que no sabemos y no sabremos hasta que quieran contárnoslo”, lamentó Shirin.
Detenciones arbitrarias y paranoia interna
La tensión también se palpó para quienes no son ciudadanos iraníes. Diego Haro, un ciclista chileno de 31 años que cruzaba Irán junto a su perro Mirlo, relata haber sido detenido temporalmente por personas armadas no identificadas, interrogado por horas y liberado sin explicación. Su “crimen” era simplemente viajar.
Haro, que escapó a Turquía tras pedalear más de 400 kilómetros desde Urmia —frontera noreste—, comentó: “Hay cosas que nunca imaginas que van a pasar, pero pasan”. Antes de cruzar la línea, no había hablado con su madre en cinco días. “Mi mamá no paraba de llorar”, recordó.
Pérdidas humanas y saldo tras el conflicto
Los datos oficiales son ambiguos. Irán reconoció 606 muertos y 5,332 heridos. No obstante, Human Rights Activists estima que los muertos superarían los 1,000. En el caso de Israel, se confirmaron 28 fallecidos y más de 1,000 heridos.
A pesar del cese al fuego, las heridas permanecen abiertas. Y las cifras podrían seguir subiendo no tanto por violencia militar, sino por decisiones políticas internas. Según activistas, miles de prisioneros podrían estar en riesgo de ejecución en las próximas semanas, si el régimen continúa endureciendo su postura contra la disidencia.
¿Y si el régimen no puede sostener la rigidez?
Sin embargo, existen dudas sobre si la República Islámica tiene margen para incrementar su autoritarismo. “Es poco probable que el régimen se vuelva más duro en temas sociales. Han quedado debilitados por los ataques”, opinó un académico de Teherán. Incluso se especula con la apertura de redes sociales como Instagram y WhatsApp, bloqueadas desde hace años.
Esta aparente contradicción muestra la fragilidad del sistema actual: mientras necesita imponer miedo para sobrevivir, también debe contener el hartazgo acumulado tras décadas de represión, sanciones y errores de gestión económica.
¿Un cambio inevitable en el aire?
Desde la Revolución Islámica de 1979, Irán ha vivido momentos de crisis que han desembocado en severas represiones. Sin embargo, las protestas protagonizadas por mujeres en 2022 tras la muerte de Mahsa Amini marcaron un antes y un después. Desde entonces, el velo obligatorio ha dejado de aplicarse con fervor en muchas ciudades, y las autoridades enfrentan mayores dificultades para imponer el control moral que antes dictaban con puño de hierro.
“La mitad del país no quería esta guerra”, dijo un residente. Por tanto, si la guerra debilitó la infraestructura militar, podría haber resquebrajado también el relato interno que mantenía cohesionado al régimen, al menos de cara al exterior.
Irán se enfrenta ahora a la encrucijada de preservar su modelo autoritario en un contexto internacional y social cambiante. Entre ejecuciones, censura y miedo, también han florecido la resiliencia ciudadana, el deseo de cambio y pequeñas grietas por donde se cuela algo de luz. La historia no ha terminado, pero el próximo capítulo depende, más que nunca, de la sociedad iraní.