Trump vs Carlos III: La diplomacia, la pompa real y el poder en juego
Una visita de Estado, tensiones monárquicas y el ajedrez político entre el Reino Unido y EE.UU.
Una segunda visita de Estado sin precedentes
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha confirmado planes para realizar una segunda visita de Estado al Reino Unido, un gesto diplomático repleto de simbolismo, controversia y estrategia. Aunque las visitas de Estado suelen marcar momentos de cortesía y relaciones internacionales fortalecidas, en este caso, la visita ha desatado nuevas tensiones tanto dentro del Reino Unido como en sus relaciones externas.
Durante el primer mandato de Trump, realizó una visita de Estado en 2019, cortesía de la reina Isabel II. En ese momento, Trump disfrutó del esplendor real: un desfile en su honor, una cena de gala en el Palacio de Buckingham y la observación solemne de las tropas reales. Ahora, con un segundo mandato en juego y un nuevo monarca en el trono, Trump se prepara para repetir la experiencia.
El contexto político: de rivalidades geopolíticas a estrategias diplomáticas
La invitación oficial a Trump fue entregada personalmente en la Casa Blanca por representantes de la embajada británica. Este evento, conocido como Manu Regia, formaliza la invitación real y prepara el terreno para una visita envolvente en formalidades monárquicas y acuerdos bilaterales. Sin embargo, esta invitación no estuvo exenta de polémica.
Según Press Association, el rey Carlos III había sugerido inicialmente un encuentro informal con Trump durante el verano en Escocia. Ambos se esperaban en la región por motivos personales y oficiales. Sin embargo, las apretadas agendas y posiblemente las tensiones entre monarca y presidente, hicieron que esta opción fuera descartada.
Keir Starmer y su apuesta diplomática
Keir Starmer, el actual primer ministro británico, habría impulsado la visita como parte de su estrategia para suavizar los efectos de las políticas de "America First" de Trump. Aunque Starmer pertenece al Partido Laborista, históricamente más alejado de los republicanos estadounidenses, ha mostrado interés en garantizar que las relaciones Reino Unido-EE.UU. no sufran si Trump regresa a la Casa Blanca.
No obstante, esta decisión ha sido criticada desde su propio partido. Numerosos parlamentarios laboristas argumentan que honrar a Trump con una ceremonia de Estado no es coherente con los valores democráticos del país, especialmente cuando el expresidente continúa apoyando políticas controvertidas como la guerra de Israel en Gaza, su visión sobre Canadá como potencial estado 51 de EE.UU., y su postura migratoria extremista.
Las declaraciones de Trump sobre Carlos y Canadá
Trump ha elogiado públicamente al rey Carlos III, llamándolo “un hombre maravilloso” y dijo que lo conoce “muy bien”. No obstante, su retórica hacia Canadá –país del cual Carlos también es jefe de Estado– ha sido más agresiva. Trump insinuó públicamente que Canadá debería convertirse en el 51.º estado de EE.UU., generando una ola de protestas diplomáticas y en el Congreso canadiense.
El rey respondió de manera sutil pero firme durante un discurso en el parlamento canadiense. Haciendo eco del himno nacional del país, afirmó que “El Verdadero Norte es realmente fuerte y libre”, subrayando su independencia y soberanía frente a cualquier presunción expansionista.
Pompa, banquetes y caballos: ¿una tradición anacrónica?
En términos de logística y protocolo, la visita de Estado promete seguir la tradición con una ceremonia vistosa. Se espera que Trump sea recibido con todo el boato royal: revisión de la Guardia de Honor, desfile en un carruaje tirado por caballos y una cena de gala con la alta sociedad británica.
Pero, ¿es coherente este tipo de ceremonia con los ideales democráticos y republicanos que dicen defender tanto el Reino Unido moderno como Estados Unidos? Muchos ciudadanos británicos lo dudan. De hecho, durante la primera visita de Trump, miles de manifestantes se congregaron en Londres para protestar, desplegando memes gigantes como el “Baby Trump blimp”.
La posible repetición de estas manifestaciones es un escenario casi seguro, dada la actual polarización tanto en EE.UU. como en el Reino Unido. La complicidad monárquica con figuras divisivas puede costarle al rey Carlos III el apoyo popular en un momento en que la institución se encuentra en un proceso de legitimación constante.
El Palacio, entre lo protocolario y lo político
Aunque el monarca actúa como representante del Estado bajo recomendación del gobierno electo, esta visita ha puesto en entredicho su neutralidad. El Times of London reportó que el rey en realidad prefería un plan más gradual hacia una visita completa, mientras que Starmer adelantó los tiempos y formalizó la invitación para septiembre.
El Palacio de Buckingham no ha emitido comentarios oficiales sobre esta supuesta diferencia de enfoques. Sin embargo, el portavoz de Starmer negó que el primer ministro haya pasado por encima de los deseos reales, asegurando que solo cumplió con extender la invitación de manera oportuna.
¿Quién gana más con esta visita?
- Trump: Una segunda visita de Estado puede reforzar su imagen presidencialista y validarlo como un actor internacional. Especialmente si logra volver a la presidencia en las elecciones de noviembre, este tipo de actos son recordados positivamente.
- Starmer: Trata de mostrar autonomía táctica y pragmatismo internacional. Al tender puentes con todas las posibles administraciones estadounidenses, envía un mensaje de estabilidad a sus electores y aliados.
- Carlos III: Aunque pueda o no estar cómodo, la visita le da protagonismo a nivel mundial. Se consolida su rol ceremonial como figura de Estado, aunque arriesga erosionar parte de su capital político interno.
La sensibilidad política de la monarquía
La relación entre monarquía y política nunca ha sido fácil. El rey Carlos III, desde su ascenso al trono, ha debido navegar aguas políticas especialmente turbulentas: pos-Brexit, conflictos diplomáticos con Escocia, tensiones con Australia y Canadá, y ahora, el factor Trump.
Si bien Carlos ha demostrado un estilo más reservado que su madre, su etapa como príncipe de Gales estuvo marcada por intervenciones políticas notorias, como sus famosas black spider memos. Su papel como monarca lo obliga ahora a una contención milimétrica. Cualquier gesto, palabra o silencio tiene implicaciones diplomáticas.
“El Verdadero Norte”: la dignidad canadiense frente a la amenaza de anexión
Uno de los elementos más incómodos de esta visita es la postura que Trump ha expresado sobre Canadá. En múltiples ocasiones, el expresidente ha cuestionado la independencia canadiense, sugiriendo que se beneficiaría –y que EE.UU. se beneficiaría aún más– si Canadá “se uniera al club” como un nuevo estado.
Aunque la declaración fue ridiculizada por muchos como un simple chascarrillo, el contexto de guerra comercial entre ambos países durante su mandato le da un matiz más serio. Incluso mandatarios aliados han señalado que Trump juega un rol desestabilizador en la política internacional.
El respaldo monárquico de Carlos III a Canadá en un momento así no es menor. Y si bien no puede emitir leyes ni influir en tratados, su lenguaje simbólico representa un contrapeso gestual importante dentro del tablero diplomático global.
La opinión pública británica: división, manifestaciones y simbolismo
Las redes sociales, columnas de opinión y programas de sátira del Reino Unido ya se preparan para lo que será uno de los eventos políticos más controvertidos del año. Mientras algunos sectores ven la visita como parte del deber diplomático británico, otros la tachan de “absoluta vergüenza”.
Según una encuesta de YouGov de 2023, el 56% de los británicos tenía una opinión negativa de Donald Trump, comparado con solo un 23% de favorabilidad. En contraste, el apoyo a Carlos III se mantenía en un 62%, aunque ha descendido con el paso de los meses, sobre todo entre los jóvenes.
Se espera que grupos de activismo como Stop Trump Coalition y Republic convoquen concentraciones en Londres y Edimburgo durante la visita. Esto representa una oportunidad para que diversos sectores expresen su rechazo tanto al trumpismo como a la existencia de una monarquía financiada con recursos públicos.
Una jugada geopolítica con alto costo simbólico
En definitiva, esta segunda visita de Estado no solo es una formalidad protocolaria. Es un evento geopolítico con múltiples repercusiones: afecta las relaciones entre las naciones del Commonwealth, ensaya un nuevo equilibrio entre gobierno y monarquía, y amplifica las tensiones políticas internas en ambos lados del Atlántico.
En un mundo cada vez más polarizado, donde los gestos importan casi tanto como los pactos firmados, la alfombra roja que se extenderá para Trump en suelo británico será, sin duda, tan controversial como simbólica.