La alianza militar entre Corea del Norte y Rusia: ¿Un peligroso retorno a la Guerra Fría?

El envío de soldados norcoreanos a Rusia y el intercambio de tecnología militar marcan una nueva fase en la cooperación autoritaria global

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Una relación que se fortalece en la sombra de las guerras

En un contexto geopolítico global cada vez más fragmentado, los lazos entre Rusia y Corea del Norte han pasado de lo simbólico a lo operativo. Recientemente, se ha confirmado que Corea del Norte enviará a más de 6.000 efectivos militares a Rusia, incluyendo zapadores y trabajadores de la construcción militar. Esta medida se produce tras varios informes que ya apuntaban al despliegue de soldados norcoreanos —hasta 12.000— en apoyo de la ofensiva rusa en Ucrania.

La Agencia Nacional de Inteligencia (NIS) de Corea del Sur reveló ante el Parlamento que el nuevo contingente podría ser enviado desde julio o agosto, en una continuidad preocupante del apoyo militar directo de Pyongyang a Moscú. El acuerdo habría sido sellado tras la reciente visita del secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, Sergei Shoigu, a Kim Jong Un en Pyongyang.

¿Por qué Corea del Norte se involucra tan directamente?

La motivación detrás de estos movimientos no es puramente ideológica. Según estimaciones de servicios de inteligencia surcoreanos y estadounidenses, Corea del Norte estaría recibiendo asistencia militar y tecnológica a cambio de su apoyo.

Entre los materiales proporcionados por Rusia estarían sistemas de defensa antiaérea, equipos de interferencia electrónica, tecnología espacial y de guiado de misiles, y ayuda económica no especificada. También se sospecha que Moscú podría estar ayudando a Pyongyang a avanzar en su programa nuclear, una gran amenaza para la península coreana y la estabilidad regional.

El regreso de la geopolítica de bloques

Esta cooperación recuerda profundamente a los pactos de la Guerra Fría, donde bloques ideológicos rivales se apoyaban mutuamente para contrarrestar la influencia del otro. Hoy, el alineamiento entre Rusia, Corea del Norte e incluso Irán se perfila como un contra-eje al liderazgo occidental encabezado por Estados Unidos y la OTAN.

Esto no sólo complica el conflicto en Ucrania, sino que plantea un escenario sombrío para el equilibrio de poder en Asia-Pacífico. La alianza militar tácita entre Rusia y Corea del Norte en particular pone en jaque la estrategia de máxima presión que Estados Unidos y sus aliados han intentado mantener sobre el régimen de Kim desde hace décadas.

¿Qué implica esto para Ucrania?

El envío de soldados y armas por parte de Pyongyang no es gratuito para Kiev. En abril de este año, ambos países admitieron que soldados norcoreanos y rusos habían luchado juntos para rechazar una incursión ucraniana en la región rusa de Kursk. Este nivel de colaboración militar refuerza las defensas rusas y prolonga el conflicto.

Un informe del Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW) señalaba que la presencia de combatientes extranjeros había mejorado las capacidades operativas rusas, particularmente en la logística y en la estabilización de áreas devastadas. Esto podría dar ventaja a Moscú, al menos en regiones específicas.

Preocupaciones en Occidente

Además del impacto militar inmediato, los Estados Unidos y Corea del Sur han expresado su alarma por este intercambio entre Rusia y Corea del Norte, especialmente en lo que respecta a la transferencia de tecnología estratégica. Tal tecnología podría ser utilizada no sólo contra Ucrania, sino también contra vecinos como Japón o Corea del Sur en futuros escenarios de conflicto.

“Lo que estamos viendo es una exportación de tecnología disruptiva que podría alterar los equilibrios de toda la región”, indicó un portavoz del Departamento de Estado de EE.UU. en mayo de 2024.

Además, si Corea del Norte obtiene tecnología para mejorar su programa espacial —hasta ahora rudimentario—, podría desarrollar vehículos capaces de lanzar misiles de largo alcance con precisión mejorada, complicando aún más los operativos de defensa de Washington y Seúl.

Los riesgos humanitarios y diplomáticos

Mientras tanto, los soldados norcoreanos desplegados en Rusia podrían estar siendo utilizados en condiciones que rozan, o cruzan, la línea del trabajo forzado. Organizaciones internacionales como Human Rights Watch han documentado previamente la explotación de trabajadores norcoreanos en proyectos extranjeros, especialmente en Rusia y China, bajo regímenes de vigilancia y sin derechos laborales.

No solo están en juego consideraciones de seguridad, sino asuntos de derechos humanos. ¿Hasta qué punto aceptarán Moscú o la comunidad internacional las consecuencias de esta cooperación a toda costa?

Kim Jong Un como actor conciliador o incendiario

Kim ha demostrado una inusual audacia geopolítica en estos movimientos. Ya no funciona como el temido "paria nuclear" que solo aparece con advertencias. Hoy, busca posicionarse como un actor relevante en conflictos globales, desde Ucrania hasta Medio Oriente, con una agenda militar clara y una red de aliados que ha sorprendido a analistas internacionales.

El desprecio por sanciones, la resiliencia económica de su régimen —al menos en su elite— y ahora la autonomía diplomático-militar que Pyongyang está ejerciendo lo convierten en una pieza clave dentro del nuevo ajedrez internacional.

¿Una guerra por terceros al estilo siglo XXI?

Este fenómeno también revuelve el debate sobre las guerras de poder o “proxy wars”. Ya no se trata solo de que las grandes potencias usen países pequeños para sus disputas ideológicas o económicas: ahora son estos pequeños actores —como Corea del Norte— quienes se insertan estratégicamente en las guerras de otros para obtener beneficios materiales y simbólicos.

El resultado, sin embargo, puede ser incontrolable. Como advierte el experto en relaciones internacionales Victor Cha: “Cada nuevo acuerdo entre Kim y Putin representa una escalada más allá del intercambio de misiles o tanques; está reconfigurando las expectativas globales sobre la disuasión y la acción militar directa”.

El silencio de China y el dilema de Seúl

Por otra parte, China se mantiene en una silenciosa ambivalencia. Aunque oficialmente no apoya estos movimientos, tampoco los condena. Esta pasividad aparente es significativa, pues Beijing juega un papel histórico como regulador de los excesos norcoreanos.

Corea del Sur, por su parte, ha intensificado su cooperación con Estados Unidos y Japón para vigilar las actividades de Pyongyang. Sin embargo, el equilibrio interno es delicado: una respuesta militar directa podría desencadenar represalias sobre Seúl, una ciudad a escasos kilómetros de la DMZ y altamente vulnerable.

Una nueva normalidad geopolítica

Más allá del impacto inmediato en Ucrania, esta alianza emergente entre Rusia y Corea del Norte representa una nueva arquitectura de poder multipolar y autoritario. Mientras Occidente sigue comprometido en contener las acciones de Moscú en Ucrania, otros focos de tensión multinivel —Irán, Corea del Norte, Venezuela— se alimentan de estos desplazamientos tectónicos.

El envío de soldados norcoreanos a Rusia no es solo una jugada táctica: es una advertencia clara de que el orden internacional basado en reglas está siendo probado en múltiples frentes. Y hasta ahora, las respuestas del sistema occidental parecen ir detrás de los eventos, no delante de ellos.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press