La tragedia del samurái de Londres: violencia, drogas y justicia en tiempos modernos
El brutal asesinato de un joven en plena calle expone una sociedad atrapada entre crisis mentales y negligencia social
Un crimen que sacudió el alma de Londres
El 30 de abril de 2024, las calles de Londres, normalmente abarrotadas de escolares, trabajadores y tránsito urbano, se tiñeron de sangre en una escena propia de una pesadilla. Daniel Anjorin, un estudiante de apenas 14 años, fue asesinado a plena luz del día por un hombre armado con una katana de casi 60 centímetros de largo. El agresor, Marcus Arduini Monzo, no se detuvo allí: hirió gravemente a cinco personas más en un ataque frenético que duró 20 minutos y terminó cuando la policía lo detuvo con una pistola de electrochoque.
¿Qué llevó a Monzo a cometer ese acto salvaje?
La fiscalía fue clara al señalar que el estado psicótico que desencadenó la masacre fue provocado por el consumo intensivo de marihuana y otras sustancias alucinógenas, como la ayahuasca. Monzo, de 37 años y con doble nacionalidad española y brasileña, afirmó haber tenido una experiencia mística cuando una lesión de artes marciales mixtas lo llevó por un sendero espiritual errático. Esta búsqueda lo condujo a adoptar creencias extremas, teorías conspirativas —incluyendo que la Tierra es plana y que los ataques del 11S fueron una conspiración— e incluso a prácticas bizarras como beber su propia orina.
“Fue como una escena de guerra. Niños saliendo hacia el colegio, trabajadores dirigiéndose a sus oficinas… y de pronto, gritos, sangre y caos”, relató uno de los testigos durante el juicio, que quedó como evidencia del terror vivido aquel día en el este de la capital inglesa.
El perfil del atacante: ideología extremista y esquizofrenia inducida
Durante el juicio, los fiscales presentaron pruebas de que Monzo no sólo sufría efectos psicoactivos producto de las drogas, sino que también se había radicalizado ideológicamente. Había compartido en redes sociales mensajes que alababan a Hitler, difundido desinformación sobre vacunas y mostrado interés en movimientos de extrema derecha europeos. Además, su conducta se volvió cada vez más errática antes del crimen.
Un episodio alarmante ocurrió antes del ataque: Monzo asesinó a su propio gato, convencido de que el animal estaba drenándole la energía vital.
La violencia como lenguaje de una crisis silenciosa
Este acto horrendo nos lleva a preguntarnos: ¿cómo permitió la sociedad que alguien con señales tan obvias de inestabilidad mental y radicalización ideológica circulara libremente? ¿Cuál es la responsabilidad del sistema de salud mental, la policía o incluso el entorno digital que fomenta discursos conspiranoicos?
Un informe del Mind UK reveló en 2023 que más del 25% de las consultas en salud mental severa estaban relacionadas con el impacto prolongado del consumo de drogas psicoactivas, especialmente el cannabis. Contrario a la creencia popular de que la marihuana no es peligrosa, el uso crónico y fuera de control puede inducir episodios psicóticos severos, como se ha evidenciado en múltiples casos similares en Europa.
La víctima: un joven con futuro brillante truncado
Daniel Anjorin era descrito como un joven dedicado, inteligente, apasionado por la tecnología y querido por su comunidad. Su padre, el Dr. Ebenezer Anjorin, expresó entre lágrimas durante la lectura de la sentencia: “Es la peor pesadilla de nuestras vidas… encontrar a mi hijo en un charco de sangre frente a nuestra casa”.
El crimen no solo arrebató una vida inocente, sino que estremeció los fundamentos emocionales de una familia entera, una comunidad estudiantil y una ciudad entera, recordándonos lo frágil que puede ser nuestra cotidianidad.
La respuesta de la justicia
El juez Joel Bennathan condenó a cadena perpetua a Monzo, subrayando que “Stepping into a busy morning in East London… you, Marcus Arduini Monzo, devastated that scene.” Bennathan no dejó lugar a dudas. Monzo fue hallado consciente de sus actos, desestimando la defensa basada en incapacidad mental. La sentencia se convierte en un parteaguas en cómo los sistemas penales reconocen la responsabilidad en crímenes influenciados por drogas.
Impacto en el sistema legal británico
El caso ha reabierto el debate legal y político sobre el alcance del sistema judicial con respecto a los crímenes derivados de brotes psicóticos inducidos por sustancias. Algunos parlamentarios han pedido reforzar leyes relativas al acceso a drogas alucinógenas, mientras que sectores progresistas claman por más inversión en salud mental preventiva.
Según cifras del Sistema Nacional de Salud (NHS), entre 2019 y 2023 los casos clínicos relacionados con psicosis inducida por cannabis aumentaron un 65%, reflejando un problema creciente que aún no ha tenido una respuesta institucional adecuada.
Violencia sin patrón: ¿caso aislado o síntoma de un problema mayor?
Si bien el ataque de Monzo es particularmente brutal, no es un incidente aislado. En 2022, un hombre atacó a varios peatones con un cuchillo en Birmingham; en 2023, una mujer fue apuñalada al azar en Manchester por un individuo bajo los efectos del spice (una droga sintética similar al THC).
La presencia de armas blancas en delitos en Reino Unido ha crecido notablemente. Londres registró más de 11.000 incidentes con cuchillos entre 2021 y 2022, según datos del Ayuntamiento de Londres. La pregunta no es si volverá a ocurrir otro ataque como el de Monzo, sino cuándo.
¿Qué papel juega el entorno digital?
La proliferación de teorías de conspiración, discursos antivacunas, odio racial y glorificación de figuras extremistas ha encontrado un caldo de cultivo en redes sociales sin regulación efectiva. Monzo mostró interés por estos contenidos, llegando a justificar la violencia como un acto de “revelación divina”.
Los algoritmos diseñados para enganchar usuarios privilegian contenido extremo. Expertos en comportamiento digital advierten que la radicalización digital ya no es únicamente un fenómeno político, sino también psicológico y psiquiátrico.
Entre condenas, duelo y reformas necesarias
El Reino Unido vive uno de los momentos de mayor tensión en cuanto a su seguridad interna y salud mental de su población. El caso Monzo no solo es una tragedia sino un espejo social. ¿Qué medidas deberían tomarse?
- Refuerzo del sistema de salud mental: Acceso gratuito y universal a terapias y seguimiento psiquiátrico.
- Regulación del discurso en redes: Eliminación de contenido que promueva violencia o pseudociencia.
- Leyes de control de armas blancas: Restricciones más severas para la compra, posesión y transporte de armas como katanas.
- Educación preventiva desde la adolescencia: Cursos sobre salud mental, drogas y uso crítico de redes sociales.
La memoria de Daniel Anjorin merece algo más que una sentencia judicial. Su historia puede —y debe— convertirse en chispa de una transformación profunda en nuestra forma de cuidar a los más vulnerables y detectar las señales del caos antes de que se conviertan en tragedia.
“Era un joven brillante, lleno de sueños. No debería haberse ido así.” — Dr. Ebenezer Anjorin