Mercurio y abandono: la tragedia silenciosa que avanza en la Amazonía peruana
Más de 80% de la población ribereña del río Nanay vive contaminada por mercurio debido a la inacción del gobierno frente a la minería ilegal
Una queja que sacude a la Comunidad Andina
En pleno corazón de la Amazonía peruana, a orillas del río Nanay, decenas de comunidades indígenas y rurales han decidido alzar la voz. Lo han hecho no solo por ellas, sino también por las futuras generaciones que podrían pagar el precio de décadas de negligencia estatal frente a una amenaza que avanza como una plaga silenciosa: la minería ilegal de oro.
El pasado viernes, una delegación de líderes indígenas de la región de Loreto viajó a Lima para presentar una denuncia ante la Secretaría General de la Comunidad Andina, organismo que integra a Perú, Bolivia, Colombia y Ecuador. La acusación es clara y contundente: Perú está incumpliendo la Política Andina de Lucha contra la Minería Ilegal, adoptada en 2012.
“El Estado ha permitido que la minería ilegal se expanda, amenazando nuestras vidas y derechos”, señaló César Ipenza, abogado ambientalista que lidera la denuncia junto a las comunidades afectadas.
Un veneno en el agua y en el cuerpo
La extracción ilegal de oro utiliza mercurio, un metal pesado altamente tóxico. El mercurio se utiliza para amalgamar el oro, pero termina derramándose en los ríos y contaminando toda la cadena alimenticia. ¿El resultado? Un nivel de contaminación alarmante, tanto en los peces que alimentan a las comunidades como en los cuerpos de sus habitantes.
Un estudio reciente realizado por el Centro de Innovación Científica Amazónica (CINCIA) y la Sociedad Zoológica de Frankfurt arrojó cifras perturbadoras: el 79% de los 273 participantes de seis comunidades tienen niveles de mercurio por encima del límite seguro de 2,2 mg/kg establecido por la Organización Mundial de la Salud. En niños de hasta 4 años, los niveles superaban seis veces ese límite.
“Más del 80% de nuestra población está contaminada”, afirma Jhonny Huaymacari Yuyarima, líder del pueblo indígena Ikito y representante de 33 comunidades de la cuenca del Nanay. “Los peces están envenenados. Los niños sufren retrasos en el desarrollo, los adultos constantes dolores de cabeza, de articulaciones, enfermedades en la piel. El mercurio ya está dentro de nosotros”.
Loreto, la nueva Madre de Dios
Durante años, la región sureña de Madre de Dios fue el símbolo más visible de la devastación ambiental causada por la minería ilegal en Perú. Pero hoy, los investigadores aseguran que Loreto, una vasta región selvática que abarca el 30% del territorio peruano, se está convirtiendo en la nueva frontera minera.
Un informe de 2023 del Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP) documentó la expansión de actividades mineras dentro de las cabeceras del río Nanay, incluyendo áreas protegidas. Iquitos, capital regional con cerca de 500.000 habitantes, depende del río como fuente principal de agua potable.
“No se trata solo de casos aislados”, sostiene Ipenza. “Estamos hablando de una exposición sistemática y generalizada. Y una población cuya dieta diaria depende del pescado está en alto riesgo, aunque los niveles no siempre superen los límites internacionales.”
Loreto tiene el mayor consumo per cápita de pescado del país; muchas familias ribereñas consumen peces dos o tres veces al día.
Violencia, explotación y ausencia del Estado
El daño de la minería ilegal no se limita al ecosistema. La presencia de bandas armadas, trata de personas y explotación sexual en las zonas de extracción minera se está normalizando, según varios líderes locales. “Los defensores ambientales reciben amenazas, y la gobernanza comunal está siendo socavada por estos intereses”, explica Huaymacari.
Al menos 60 dragas mineras operan en la cuenca del Nanay, muchas controladas por ciudadanos extranjeros. En una comunidad, incluso fue izada una bandera colombiana. “Ya ni se siente Perú”, lamenta.
Ante esta situación, la policía y las fuerzas armadas ubicadas en la zona no cuentan con recursos suficientes para hacer frente a esta amenaza. “Hacen lo que pueden, pero no tienen las herramientas para luchar contra esta plaga”, denuncia Huaymacari.
El rol de la Comunidad Andina y un llamado desesperado
La Política Andina contra la Minería Ilegal compromete a los países miembros a combatir de forma coordinada esta actividad. Aunque el bloque regional no puede emitir sanciones, un fallo que declare a Perú como país en violación de sus compromisos podría generar presión diplomática y reputacional para que se adopten medidas correctivas.
“Esto no es solo un problema peruano. El mercurio y el oro ilegal cruzan fronteras. El daño es ambiental, pero sobre todo humano”, advierte Ipenza.
La denuncia no incluye reclamos económicos. Las comunidades piden reconocimiento de sus derechos, protección de sus territorios y responsabilidades claras. “Después de veinte años de lucha, la respuesta del Estado sigue siendo el silencio. No pedimos dinero, pedimos justicia”, dice Huaymacari.
El caso podría convertirse en un precedente regional si la Comunidad Andina lo acepta como tal. Aún no ha emitido una declaración oficial, pero las comunidades aguardan con esperanza.
“Somos 33 pueblos que decimos basta. ¡Queremos acción, no promesas!”, concluye su mensaje Huaymacari. Su voz, cargada de dolor, no es una excepción. Es el grito desesperado de una selva que, poco a poco, se convierte en desierto de vida y derechos.
La amenaza invisible que permanece
- El mercurio puede permanecer en el ambiente por décadas y sus efectos sobre la salud pueden transmitirse incluso a través de generaciones.
- En el cuerpo humano se acumula principalmente en el cabello, sangre y órganos, causando daños neurológicos severos, sobre todo en niños y mujeres embarazadas.
- Según estudios de la Organización Panamericana de la Salud, América Latina es una de las regiones más afectadas por intoxicaciones con mercurio debido al auge de la minería artesanal e informal.
El río Nanay, alguna vez fuente de vida y cultura para miles de peruanos, amenaza hoy con convertirse en un símbolo de muerte silenciada. Las comunidades ya están alzando la voz, y el mundo —y especialmente el gobierno peruano— deberá decidir si las escucha o las olvida.
Porque, como recuerda un líder ikito: “el río ya nos está atravesando el alma con su veneno, pero también con nuestra memoria”.