Represión y resistencia en Armenia y Hungría: ¿el regreso del autoritarismo europeo?
Entre arrestos de religiosos en Armenia y prohibiciones al movimiento LGBTQ+ en Hungría, Europa oriental enfrenta una preocupante ola de represión estatal
Una Europa oriental cada vez más autoritaria
Durante los últimos años, hemos observado transformaciones políticas profundas en países del este de Europa, que en pleno siglo XXI parecen retroceder en términos de derechos civiles, libertades individuales y convivencia democrática. Dos eventos recientes —la represión del clero crítico en Armenia y la criminalización del movimiento LGBTQ+ en Hungría— ofrecen una impactante radiografía del regreso de políticas represivas que se creían superadas.
Un obispo armenio, en el ojo del huracán político
El 27 de junio de 2025, fuerzas de seguridad armenias intentaron arrestar sin éxito al arzobispo Mikael Ajapahyan, en la sede de la Iglesia Apostólica Armenia en Etchmiadzin, cerca de Ereván. El intento se dio en un contexto de creciente tensión entre la jerarquía eclesiástica y el gobierno del primer ministro Nikol Pashinyan.
Ajapahyan, que había sido acusado de incitación al derrocamiento del gobierno, denunció “ilegalidades” y se negó a entrar en el vehículo policial. “La verdadera amenaza para Armenia está en el gobierno”, declaró con firmeza ante feligreses y medios.
Una Iglesia enfrentada al Estado
El conflicto no es reciente. Desde que Pashinyan aceptó entregar varias aldeas fronterizas a Azerbaiyán en 2023 tras una relámpago ofensiva que recuperó el control del disputado enclave de Karabaj, las protestas han sido masivas. La Iglesia, una institución venerada y con gran peso simbólico, se ha convertido en un bastión de la oposición.
El arresto del arzobispo Bagrat Galstanyan días antes, líder del movimiento de oposición "Sacred Struggle", fue calificado por muchos como un acto de represión política. Galstanyan es una de las caras más visibles del rechazo a las concesiones territoriales, pero también del descontento general hacia lo que muchos ven como un alejamiento del legado armenio.
Turquía, genocidio y diplomacia frágil
Las tensiones también ocurren en medio del proceso de normalización diplomática entre Armenia y Turquía, un país con el que las heridas históricas persisten. El genocidio armenio de 1915, reconocido por múltiples organizaciones y gobiernos, sigue siendo negado por Ankara. Pashinyan, al reunirse con Erdogan, no solo reabre relaciones diplomáticas, sino también viejas heridas nacionales.
No es la primera vez que intentos diplomáticos cruzan con conflictos internos. En 2009, el llamado “Protocolo de Zúrich” entre ambos países también fue muy criticado desde sectores conservadores y terminó sin aprobarse en el Parlamento.
Hungría: la cruzada de Orbán contra las disidencias
En Budapest, otra batalla por las libertades se libra, esta vez sobre el cuerpo de las minorías sexuales. La edición número 30 del Budapest Pride se celebró el 28 de junio de 2025 enfrentando la abierta hostilidad del gobierno de Viktor Orbán. Una ley aprobada en marzo de ese año prohíbe eventos que “promuevan la homosexualidad entre menores”, apuntando directamente contra el desfile.
Pese a la prohibición, los organizadores anunciaron que el evento se desarrollaría como un acto oficial del municipio. El alcalde de Budapest, Gergely Karácsony, liberal y progresista, fue amenazado con prisión por contribuir al evento. “El gobierno siempre necesita un enemigo. Esta vez somos nosotros”, denunció ante los medios.
La ley de la vigilancia digital y las multas
Hungría es uno de los países europeos pioneros en implementar vigilancia con reconocimiento facial para identificar participantes en eventos prohibidos. Asistir al Pride podía implicar una multa de hasta 200.000 forints (unos 586 dólares). Los organizadores denunciaron esta práctica como una violación generalizada a los derechos de privacidad y expresión.
La Unión Europea toma nota
La respuesta internacional no se hizo esperar. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, advirtió: “No puede haber sanciones ni arrestos contra manifestantes pacíficos. La UE no es neutral ante el odio”. Más de 30 embajadas se sumaron a una carta conjunta exigiendo respeto a los derechos fundamentales.
La Comisión Europea ya ha iniciado procesos contra Hungría por violaciones al Estado de derecho en el pasado. Orbán, sin embargo, se presenta como el líder de una Europa “cristiana y tradicional”, lo que lo ha convertido en ícono de la ultraderecha continental.
Un patrón común: demonizar la disidencia
Tanto en Armenia como en Hungría, el patrón es inquietantemente parecido. Ambos gobiernos utilizan el aparato del Estado para perseguir voces disidentes: ya sea un arzobispo que denuncia al poder político en nombre de la identidad nacional o un alcalde que apoya los derechos LGBTQ+. Las herramientas utilizadas —acusaciones penales, vigilancia, multas y arrestos selectivos— muestran hasta qué punto el autoritarismo contemporáneo se ha modernizado: en lugar de tanques, se usan algoritmos.
“El autoritarismo de baja intensidad parece cada vez más alta”, comenta el profesor Ivan Krastev, especialista en Europa del Este. “No se trata de dictaduras clásicas, sino de democracias degradadas que mantienen elecciones pero socavan sistemáticamente las bases liberales del sistema”.
Un contexto geopolítico crucial
Ambos países ocupan lugares cruciales en la tensión entre Rusia y Occidente. Armenia, aliada histórica de Moscú, ha buscado acercarse a Occidente tras sentirse abandonada durante los enfrentamientos en Karabaj. Hungría, por su parte, es considerada el “caballo de Troya” de Rusia dentro de la UE. Viktor Orbán se ha posicionado como defensor de una soberanía nacional que muchas veces choca con las instituciones europeas.
Estos contextos geopolíticos permiten entender por qué los derechos civiles se ven como “moneda de cambio” o herramientas de control.
Reacciones populares: resistencia desde abajo
A pesar de la represión, tanto Armenia como Hungría muestran una creciente movilización ciudadana. En Etchmiadzin, decenas de clérigos y feligreses se enfrentaron pacíficamente a los cuerpos de seguridad. En Budapest, se espera que la marcha del Orgullo sea una de las mayores en la historia del país, con más de 70 parlamentarios europeos confirmando su participación.
“No hay ciudadanos de primera ni de segunda”, dijo Karácsony en rueda de prensa, ganándose ovaciones. Mientras tanto, Ajapahyan declaraba: “No me esconderé. Lo que viven los armenios hoy no es justicia, sino persecución”.
Un futuro inquietante para las libertades
Estos episodios nos obligan a repensar el presente de Europa oriental. ¿Qué dice de nuestra época que los derechos fundamentales retrocedan justo en los países que más pelearon por alcanzarlos tras el colapso soviético? ¿Estamos ante un renacimiento del autoritarismo maquillado de democracia?
Como observadores internacionales, ciudadanos y defensores de los derechos humanos, no podemos mirar hacia otro lado. Las campanas que suenan en Etchmiadzin y Budapest no solo llaman a misa o a la reivindicación: son el eco de una Europa que se debate entre libertad y control.