Silenciadores y armas de cañón corto: el debate que divide a Estados Unidos
Mientras los republicanos intentan suavizar las regulaciones sobre armas silenciosas, la oposición advierte sobre sus peligros para la seguridad pública
El debate sobre la regulación de armas en Estados Unidos ha vuelto a encenderse, esta vez con el foco puesto en los silenciadores de armas de fuego y las armas de cañón corto. En un intento por incluir cambios significativos en la legislación fiscal e inmigratoria, los republicanos propusieron suavizar las restricciones sobre estos dispositivos. Sin embargo, la parlamentaria del Senado consideró que la medida no cumple con los requisitos de la "Regla Byrd", lo que representa un serio revés para los defensores de esta política.
¿Qué está en juego?
La discusión gira en torno al tratamiento legal de los silenciadores o supresores y las armas de cañón corto —rifles o escopetas con cañones recortados para ocultación, normalmente debajo de los 16 pulgadas—. Bajo la Ley Nacional de Armas de Fuego (NFA) de 1934, estos artefactos están regulados debido a su potencial uso criminal. Para adquirir uno, los interesados deben pagar un impuesto de $200 y someterse a una verificación de antecedentes meticulosa basada en huellas digitales. Aunque este proceso puede demorar semanas o meses, es considerado uno de los filtros de seguridad más estrictos en el universo armamentista estadounidense.
El argumento republicano es que, al eliminar este gravamen y reducir la burocracia, se facilitaría el uso de estas herramientas para cazadores y tiradores deportivos. Según Larry Keane de la National Shooting Sports Foundation, el objetivo de los silenciadores es puramente acústico: “Todo lo que intentan hacer es reducir el estruendo del arma a niveles que no dañen la audición”. Sin embargo, los detractores del proyecto, como Emma Brown de Giffords —grupo de prevención de violencia armada— consideran que esta flexibilización pondría en riesgo a los cuerpos de seguridad y a los civiles, y facilitaría la comisión de delitos.
La historia detrás de los silenciadores
La invención del silenciador se remonta a 1902, cuando Hiram Percy Maxim —hijo del creador de la ametralladora Maxim— diseñó este artefacto. Su idea era mitigar el ruido de las armas de fuego y facilitar su uso recreativo. Con el tiempo, comenzaron a usarse en crímenes organizados, lo que llevó al Congreso estadounidense a intervenir. Así nació la National Firearms Act, una de las leyes más restrictivas y duraderas en la historia armamentista del país.
En la actualidad, solo hay aproximadamente 2,7 millones de silenciadores registrados en Estados Unidos, según la ATF (Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos). Pese a su estigma, diferentes estudios demuestran que su uso en crímenes violentos es extraordinariamente bajo. Sin embargo, esa baja incidencia también puede deberse precisamente a su alto grado de regulación.
¿Qué implica la "Regla Byrd"?
Muchos se preguntan por qué una ley de armas aparece vinculada a una iniciativa fiscal o migratoria en el Congreso. La respuesta está en los llamados proyectos de reconciliación presupuestaria, una herramienta legislativa que permite aprobar proyectos con mayoría simple en el Senado. No obstante, para evitar abusos, existe la "Regla Byrd", que prohíbe incluir disposiciones "incidentalmente relacionadas" a los presupuestos si no son esenciales para los compromisos fiscales o de ingresos.
La parlamentaria del Senado determinó que las disposiciones del proyecto relativas a armas de fuego violaban esta regla, ya que su efectividad no recaía en las finanzas sino en un cambio de política sustancial, lo que requeriría 60 votos en lugar de una mayoría simple.
Silenciadores y peligro público: puntos de vista enfrentados
- Defensa: Diversas asociaciones de derechos de armas —como la NRA y la NSSF— defienden los supresores como elementos necesarios para proteger la audición de los usuarios y facilitar la caza responsable. Alegan que los supresores no eliminan el sonido por completo, sino que reducen los decibeles a niveles más seguros, similares a los de una cortadora de césped o motocicleta (rango de 120-140 dB sin supresor a 100-110 dB con uno, aún por encima del límite de daño auditivo de 85 dB).
- Oposición: Los opositores argumentan que los silenciadores podrían permitir que personas armadas cometan delitos sin alertar a las víctimas o a las autoridades. Además, su uso en espacios cerrados o multitudes podría ocultar disparos y retrasar la respuesta policial. Emma Brown subraya que “quitar protecciones permitiría a criminales escapar más fácilmente y traer armas ocultables a multitudes”.
El caso de las armas de cañón corto
Las armas de cañón recortado, como escopetas o rifles que pueden ocultarse bajo un abrigo, han sido foco de legislación desde hace casi un siglo. En Estados Unidos, la mayoría de los crímenes con armas de fuego son cometidos con pistolas, pero las armas de cañón corto presentan un riesgo particular en situaciones de violencia callejera o masacres masivas. Su facilidad de ocultación representa un dilema para los cuerpos de seguridad.
Un caso paradigmático es el del ataque en 1929 por los integrantes de la mafia de Chicago —la famosa "Masacre del Día de San Valentín"— que incluyó el uso de armas automáticas y de cañón corto. Ese y otros episodios culminaron en la aprobación de la NFA. Desde entonces, su regulación ha sido considerada una medida imprescindible por defensores de la seguridad pública.
¿Una agenda oculta?
Senadores como Ron Wyden (D-Ore.) han criticado lo que consideran una estrategia partidaria para incorporar reformas polémicas bajo el paraguas de la reconciliación presupuestaria. “No sorprende que los republicanos aprovechen cualquier oportunidad para congraciarse con el lobby armamentista”, dijo Wyden, “pero esa clase de políticas no pertenecen a una ley de reconciliación fiscal”.
Por otra parte, John Commerford (NRA) ha cuestionado la imparcialidad de la parlamentaria, recordando que fue designada durante el mandato del demócrata Harry Reid. Aun así, aseguró que seguirán promoviendo la derogación del impuesto de $200 y la simplificación del sistema de adquisición, argumentando que los ciudadanos tienen derecho a portar armas bajo la Segunda Enmienda.
¿Retroceso o modernización?
Estados Unidos se encuentra en un momento de gran polarización política donde temas como el control de armas son utilizados como banderas ideológicas. La lucha entre una interpretación extensiva de la Segunda Enmienda y una preocupación creciente por la violencia armada ha llegado ahora al ámbito técnico: los dispositivos, piezas y modificaciones que pueden significar una derrama de sangre menor... o una catástrofe mayor.
Este controvertido episodio legislativo sugiere que cualquier intento por flexibilizar la normativa sobre armas, incluso si es con fines recreativos o médicos, será equivalente a entrar en un campo minado político. Mientras tanto, los supresores y las armas de cañón corto continuarán bajo estricta vigilancia federal, a menos que el Congreso reúna una mayoría lo suficientemente sólida para abrir esta caja de Pandora legislativa.
¿Silenciadores que salvan o silencian la verdad? Esa es la pregunta que divide a legisladores, ciudadanos y fuerzas del orden. Y mientras esa brecha persista, cualquier debate sobre controles armamentistas será tan ruidoso como los disparos que busca acallar.