Hermès redefine el lujo masculino en París: la colección Primavera-Verano 2026 que desafía las modas ruidosas

Véronique Nichanian seduce con sobriedad, precisión y texturas exquisitas en un desfile que demuestra que el verdadero lujo no necesita gritar

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Una lección silenciosa de elegancia

En medio del bullicio y la grandilocuencia que reinan en cada edición de la Paris Fashion Week, la firma Hermès ha vuelto a marcar diferencia con una colección Primavera-Verano 2026 masculina que pone en primer plano lo esencial: la materia, el corte y el placer de vestir. Bajo la dirección creativa de Véronique Nichanian, quien lleva más de tres décadas al frente del prêt-à-porter masculino de la maison, se presentó una propuesta que seduce sin esfuerzo, con una quietud que raya en lo radical.

Minimalismo con ADN artesano

El desfile, ambientado en un espacio dominado por espejos elevados y luz natural que jugaban con las proporciones, sirvió de escenario para prendas que hablan de savoir-faire, no de fuegos artificiales estéticos. Los modelos desfilaron con chaquetas estructuradas con precisión quirúrgica, pantalones de cuero trenzado de talle alto y tops sin mangas que capturaban un aire desenfadado, cómodo, pero profundamente sofisticado.

La paleta cromática fue un guiño más a la contención: café, pizarra, topo y beige, cuidadosamente balanceados para expresar sobriedad sin caer en la neutralidad aburrida. Como bien dijo Nichanian en otras ocasiones: “El color es un acto de respiración del tejido”, y aquí cada tono fue una respiración contenida, elegante, necesaria.

El lujo como experiencia íntima

En el contexto de una industria cada vez más volcada al espectáculo, Hermès presentó un ideario que se resiste al vértigo del TikTok y el like fácil. La colección fue rica en texturas: sedas ligeras como plumas, bandanas con destellos de flecos, cuero finamente trabajado. Todo ello colocó al espectador frente a un universo donde la calidad material y el lenguaje táctil pesan más que la estridencia visual.

Donde otros van en expansión, Hermès se contrae para ganar foco y coherencia”, escribía un crítico de Le Monde tras el desfile. Y no le faltaba razón. En un año marcado por las turbulencias económicas y los relevos en casas icónicas como Gucci o Lanvin, esta marca francesa de raíces ecuestres ha decidido plantarse con la convicción tranquila de quien sabe que su verdadero público no necesita discursos rimbombantes.

Un lenguaje estético sin fecha de caducidad

Las silhouettes entalladas, lejos de parecer estáticas o puramente clásicas, respiraban modernidad gracias a detalles minúsculos pero significativos: motivos zigzag en dobladillos, camisas sutilmente desabotonadas, el destello de un broche metálico apenas visible. Estos toques introducían un juego visual que invitaba a mirar de nuevo, a detenerse.

Este enfoque no es nuevo para Hermès, pero adquiere relevancia renovada cuando lo que abunda es la sobreinformación visual. Mientras que otras casas apuestan por colaboraciones con celebridades e influencers para viralizarse —como Balenciaga o Loewe—, Hermès se mantiene austera y se niega a comprometer su voz en el altar de la moda fugaz.

Las cifras respaldan el sigilo

La estrategia de no seguir tendencias por el simple hecho de alimentar ciclos de novedad parece estar dándole resultados a Hermès. En 2024, la maison experimentó un aumento del 15,6% en sus ventas anuales, según su informe financiero publicado en marzo de 2025. Este crecimiento fue impulsado en gran parte por el segmento masculino, donde la línea prêt-à-porter registró un incremento interanual del 22%.

El hombre Hermès no busca atención; busca autenticidad”, afirmó Nichanian en una entrevista a GQ France. Y parece que ese hombre está aumentando en número, fortalecido por generaciones más jóvenes que comienzan a apreciar el culto a la calidad sobre la cantidad.

Nichanian: la figura silenciosa de la revolución masculina

Muchos dentro del circuito de moda consideran que Véronique Nichanian es una especie de gran maestra silenciosa. Aunque su nombre raramente domina titulares como los de Jonathan Anderson o Demna, lleva redefiniendo el vestir masculino desde su entrada a Hermès en 1988. Y lo ha hecho sin una sola reinvención exagerada, sino con una evolución meditada, casi filosófica.

“Ella es la razón por la que el cuero dejó de ser símbolo de robustez y pasó a leerse como segunda piel”, decía el curador Olivier Saillard, responsable del Museo de la Moda de París. Nichanian representa una resistencia serena en una industria marcada por el ruido como signo de relevancia.

Una colección para quienes visten para sí mismos

Este desfile no fue para las cámaras. No hubo zapatillas gigantes ni hombreras distorsionadas. Pero sí vestimentas aparentemente simples con un nivel de confección impecable, que requerían de una mirada atenta para revelar toda su riqueza. El fast fashion podía estar a millones de kilómetros de distancia mientras cada prenda caminaba con orgullo silencioso por la pasarela.

En un momento en que el propio concepto de moda masculina se debate entre la androginia radical y el regreso a lo clásico, Hermès propone una tercera vía: vestirse como un acto de placer privado, no como performance pública.

Un futuro sostenido por la coherencia

En tiempos donde la fidelidad a una estética puede parecer anticuada, Hermès demuestra que la consistencia puede ser, paradójicamente, revolucionaria. En lugar de seducir por sorpresa, lo hace por constancia. Mientras otros cambian de dirección cada temporada, aquí la brújula apunta siempre hacia la excelencia atemporal.

La propuesta de Nichanian para la primavera-verano 2026 no clama por atención, pero será celebrada en los probadores de los conocedores, en los cuerpos de quienes visten para sentirse bien, no para ser vistos. Y en ese gesto íntimo, silencioso y poderoso, yace el verdadero corazón del lujo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press