El golpe nuclear que sacudió a Irán: ¿fin de su programa atómico o ilusión diplomática?

Tras los bombardeos estadounidenses e israelíes a instalaciones clave en Irán, líderes mundiales se debaten entre el éxito militar y la permanencia del riesgo nuclear

Una operación secreta con consecuencias globales

En medio de tensiones crecientes entre Irán, Estados Unidos e Israel, los recientes ataques militares contra instalaciones nucleares iraníes han sido calificados como uno de los mayores golpes estratégicos en la región en años. La destrucción del único centro de conversión de metal en Irán, ubicado en la planta nuclear de Isfahan, no solo ha afectado la infraestructura crucial para producir armas nucleares, sino que también ha provocado una oleada de reacciones tanto en Oriente Medio como en las potencias mundiales. Según confirmó el director de la CIA, John Ratcliffe, durante una sesión clasificada con legisladores estadounidenses, la eliminación de esta instalación representa un “retroceso monumental” al programa nuclear iraní, que tardará años en ser reparado. Este tipo de instalación se usa para convertir uranio enriquecido en metal, un paso esencial en la construcción del núcleo explosivo de una bomba atómica.

¿Qué se destruyó realmente?

Los ataques, llevados a cabo con bombas antibúnker y misiles Tomahawk, golpearon tres sitios clave del programa nuclear iraní: Fordo, Natanz e Isfahan. Estos lugares han sido monitoreados por años por la comunidad internacional debido a su implicación en el enriquecimiento y almacenamiento de uranio. Rafael Grossi, director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), declaró en el programa Face the Nation que “tres sitios esenciales para el tratamiento, conversión y enriquecimiento de uranio han sido destruidos en un grado importante.” Sin embargo, advirtió que “algunas estructuras aún están en pie” y que, si Irán lo desea, aún podría reactivar su programa, siempre que se le permita acceso a inspectores internacionales para verificar daños.

Un daño técnico, pero no ideológico

Una de las principales preocupaciones entre los expertos nucleares es que, aunque las instalaciones hayan sido atacadas, el conocimiento técnico y científico detrás del programa nuclear sigue existiendo en la comunidad académica e industrial iraní. “Una nación puede perder infraestructura, pero no pierde conocimiento,” dijo Grossi, al tiempo que subrayó la urgencia de llegar a una solución diplomática: “No se puede desinventar una bomba”. Esta afirmación deja claro que el tiempo podría jugar a favor de un resurgimiento del programa si no se integran soluciones de largo plazo, como acuerdos multilaterales.

La narrativa desde Washington y Tel Aviv

Desde el gobierno de Estados Unidos, el presidente Donald Trump celebró los ataques como una victoria estratégica: “Fue una obliteración como nunca se ha visto antes. Eso significó el fin de sus ambiciones nucleares, al menos por un tiempo.” Por su parte, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, afirmó que las instalaciones “fueron destruidas” y que la capacidad de enriquecimiento en grado armamentístico ha sido neutralizada. Israel, por otro lado, fue igualmente categórico. Uno de los altos mandos militares israelíes, cuya identidad permanece en anonimato, sostuvo que Irán ha quedado sin posibilidad, por varios años, de producir uranio enriquecido en grado militar. Además, señaló que los ataques también se enfocaron en eliminar científicos clave y devastar las instalaciones de producción de misiles.

El eslabón perdido: ¿Dónde está el uranio?

Durante la audiencia con el Congreso de EE.UU., Ratcliffe también mencionó que la mayoría del uranio enriquecido que Irán había acumulado parecería haber quedado enterrado debajo de los escombros en Isfahan y Fordo. Aun si este material ha sobrevivido, sin una planta de conversión funcional, Irán no tiene capacidad inmediata para usarlo en fines militares. La destrucción de la defensa aérea iraní durante la campaña de 12 días también agrava la situación. La vulnerabilidad actual hace que cualquier intento de reconstrucción del programa pueda ser rápidamente detectado y atacado nuevamente, según exponen las agencias de inteligencia occidentales.

El contexto geopolítico: ¿trampa o disuasión?

Este episodio nos traslada inevitablemente al análisis geopolítico regional. Irán, que ha afirmado históricamente que su programa nuclear tiene fines pacíficos, ha sido constantemente acusado por potencias occidentales de encubrir sus ambiciones militares. Las negociaciones del acuerdo nuclear —conocido como JCPOA, firmado en 2015 y abandonado por Trump en 2018— han intentado frenar estas aspiraciones a cambio de la eliminación de sanciones. El reciente ataque podría ser un nuevo punto de inflexión que o bien regrese a Irán a la mesa de negociaciones... o que incendie aún más el avispero regional. “Haber destruido las capacidades no necesariamente significa haber resuelto el problema. Necesitamos un esfuerzo político continuo para evitar una catástrofe mayor”, advirtió Grossi.

¿Qué sigue para Irán?

Si bien los ataques han puesto trabas significativas al avance físico del programa, Irán aún conserva:
  • El conocimiento técnico en sus científicos.
  • Capacidad de reconstrucción futura con apoyo externo (posiblemente de China o Rusia).
  • Motivos ideológicos y estratégicos para mantener viva su causa nuclear.
Además, las repercusiones de las sanciones, la presión popular interna y las tensiones con Israel podrían empujar al gobierno iraní hacia posiciones aún más radicales.

¿Un paso hacia la paz o una bomba de tiempo?

Esta ofensiva, sin duda, ha paralizado el programa atómico iraní. Pero deja abiertas muchas preguntas: ¿Es este un triunfo táctico que se convertirá en un error estratégico? ¿Forzarán estos hechos a Irán a negociar? ¿O veremos dentro de unos años una reconstrucción aún más ambiciosa del programa nuclear? Mientras tanto, el mundo deberá seguir mirando a Teherán, no solo con radares y satélites, sino con un radar diplomático capaz de medir intenciones y anticipar movimientos en el mapa internacional. La “obliteración” celebrada por Trump quizás haya ralentizado la amenaza. Pero sin puentes diplomáticos, las cenizas de Isfahan podrían ser el prólogo de una nueva crisis nuclear.
Este artículo fue redactado con información de Associated Press