Evin, Gaza y Adré: Las nuevas trincheras del conflicto global
Del ataque a la prisión más temida de Irán al colapso humanitario en Gaza y Chad, los límites entre guerra, justicia y supervivencia se desdibujan en un mundo cada vez más en crisis.
El ataque a la prisión de Evin: cuando la guerra golpea el símbolo de la represión iraní
El 23 de junio de 2025, Israel bombardeó uno de los sitios más simbólicos y temidos de la represión política en Irán: la cárcel de Evin, ubicada en Teherán. El ataque —de acuerdo con las autoridades judiciales iraníes— resultó en al menos 71 muertos, entre ellos personal penitenciario, soldados, prisioneros y familiares de visita, según cifras oficiales.
Este evento, que coincide con los últimos días antes del cese al fuego entre Israel e Irán, generó una oleada de cuestionamientos por parte de organizaciones de derechos humanos. El Center for Human Rights in Iran (CHR), con sede en Nueva York, condenó el bombardeo, recordando que Evin es conocido por albergar a periodistas, disidentes y activistas, y destacó que atacar ese lugar viola el principio legal de distinción entre objetivos militares y civiles.
Evin: entre el miedo colectivo y el silencio institucional
La prisión de Evin no es una cualquiera. Desde la revolución islámica de 1979, se ha vinculado directamente a la represión sistemática del pensamiento crítico en Irán. En sus celdas estuvieron figuras influyentes como la premio Nobel de la Paz Narges Mohammadi, lo que convierte al recinto en un símbolo tanto del aparato judicial iraní como del control autoritario estatal.
Si bien algunas víctimas del bombardeo fueron atendidas en hospitales, el silencio del gobierno iraní tras el ataque y la falta de evacuación o socorro oportuno, ha sido duramente criticado por activistas de derechos humanos, quienes acusan al régimen de negligencia e incluso complicidad al no proteger a los prisioneros en una zona reconocidamente sensible.
Gaza: el conflicto interminable y el llamado de Trump a "hacer el acuerdo"
Mientras Irán y su gobierno lloraban a sus muertos, Israel continuaba su ofensiva en Gaza, que ya ha cobrado más de 56,000 vidas, según cifras del Ministerio de Salud palestino. El conflicto, que empezó con el ataque de Hamas en octubre de 2023, no solo ha devastado la infraestructura gazatí, sino que ha desplazado a la mayoría de su población, generando una catástrofe humanitaria sin precedentes.
El expresidente de EE.UU. Donald Trump, desde su plataforma Truth Social, pidió con urgencia un acuerdo para acabar con el conflicto. Aunque su influencia política actual es limitada, sus palabras buscan presionar tanto a Hamas como a Israel para lograr la liberación de los rehenes y la desmovilización de los cuerpos militares. Sin embargo, las condiciones impuestas por ambas partes parecen inamovibles: Hamas exige la retirada completa de tropas israelíes y el fin de la guerra; Israel, en cambio, solo acepta si Hamas se desarma y sus líderes son forzados al exilio.
El desplazamiento forzado en Gaza: ¿una política de transferencia encubierta?
Una nueva orden del ejército israelí solicitó a las familias gazatíes evacuar barrios completos del norte de la Franja. Bajo la justificación militar de limpiar áreas para combatir militantes, la medida ha sido denunciada por grupos de derechos humanos como una forma de traslado forzoso de población civil, una potencial violación del derecho internacional humanitario.
A pesar de los cese al fuego anteriores, las hostilidades persisten y la incertidumbre sobre el futuro de más de dos millones de personas continúa creciendo. Mientras tanto, el proceso de paz sigue estancado.
Chad y el otro epicentro: 235,000 sudaneses atrapados en el limbo
Muy lejos de Evin y Gaza, otro conflicto latente condena a cientos de miles de personas a sobrevivir sin recursos: el que estalló en abril de 2023 en Sudán. Los enfrentamientos entre el ejército regular y las fuerzas paramilitares han desplazado a más de 1.2 millones de personas. Unos 235,000 refugiados sudaneses ahora viven en la ciudad fronteriza de Adré, en Chad.
Adré era originalmente un pueblo de 40,000 habitantes. Hoy, a la sombra de la guerra en Darfur, se ha convertido en un asentamiento urbano improvisado donde escasea el agua, los precios se incrementan y la criminalidad crece. La organización humanitaria Médicos Sin Fronteras ha instalado bombas de agua, mientras el Comité Internacional de la Cruz Roja busca atender algunas necesidades básicas. Aun así, la situación es crítica.
Una de las refugiadas, Fatima Omas Abdullah, resume el drama con una frase: “Hay días que no sentimos ni que estamos vivas”.
Recortes de ayuda y un futuro sombrío
La disminución de la ayuda estadounidense ha afectado gravemente la respuesta humanitaria en Chad. En 2024, EE.UU. apenas ha contribuido con $6.8 millones USD al programa de emergencia, comparado con los $39.3 millones USD del año anterior. Esta reducción ha obligado a organizaciones como el Programa Mundial de Alimentos (PMA) a recortar sus operaciones en un 30% en ese país.
La agencia de refugiados de la ONU también ha sufrido recortes del 30%, dejando a miles sin acceso a alimentos, salud ni albergue. La situación empeora en Tiné, un nuevo campamento que ha recibido a 46,000 refugiados desde abril. Allí, se reportan casos de violencia sexual, asesinatos y traumas múltiples sin tratamiento.
Los invisibles de la guerra: los refugiados como daño colateral
Lo que une simultáneamente a los conflictos en Evin, Gaza y Sudán es la absoluta fragilidad de las poblaciones civiles frente a decisiones tomadas por líderes políticos y militares. El derecho humanitario internacional exige la protección de los civiles, sin embargo, en todos estos casos hay acusaciones persistentes de violaciones sistemáticas.
Ya sea en Gaza, donde una explosión puede desplomar varios edificios con niños adentro; en Teherán, donde una prisión es atacada sin evacuar a sus prisioneros; o en las arenas del Sahel donde niños viven a la intemperie, la constante es la misma: la pérdida de humanidad.
¿Hay esperanza?
Expertos consultados por medios internacionales señalan que los conflictos actuales tienden a globalizarse no solo por su alcance mediático, sino por la interdependencia de actores internacionales. En ese contexto, los recortes de fondos humanitarios y la falta de respuestas diplomáticas contundentes por parte de potencias influyentes pueden hundir regiones enteras en caos irreversible.
Mientras los políticos debaten acuerdos e intereses estratégicos, la población civil resiste, sobrevive e incluso intenta reconstruir lo perdido. En Adré, por ejemplo, los refugiados han montado sus propios mercados, clínicas y centros educativos. En Gaza, los habitantes de vecindarios devastados todavía vuelven a buscar pertenencias bajo escombros.
Y en Evin, aún hay ecos de gritos acallados por bombas que recordarán, por siempre, el día en que los muros impenetrables de la represión se volvieron cenizas sin haber permitido justicia.
Que no se olvide: en toda guerra, los primeros en caer son los inocentes.