Choque diplomático entre Azerbaiyán y Rusia: ¿Hasta dónde llegará la tensión?

Registros policiales, muertes de ciudadanos azeríes y cancelación de eventos culturales marcan un nuevo capítulo en una relación cada vez más agria entre Moscú y Bakú.

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Un clima de tensión creciente

Las relaciones entre Rusia y Azerbaiyán atraviesan una de sus etapas más delicadas en los últimos años. Lo que comenzó como una investigación policial en territorio ruso ha escalado hacia un conflicto diplomático con potenciales ramificaciones geopolíticas.

La reciente muerte de dos ciudadanos azeríes en Ekaterimburgo, tras una redada de la policía rusa contra la comunidad migrante, desató una tormenta política. Según testigos y familiares, los fallecidos fueron víctimas de tortura y violencia extrema por parte de las autoridades, algo que está lejos de ser un incidente aislado según denuncias previas sobre maltratos a minorías en Rusia.

La muerte que avivó el conflicto

Los hermanos Ziyaddin y Huseyn Safarov perdieron la vida durante la operación. Uno de ellos tenía ciudadanía rusa y el otro, doble nacionalidad ruso-azerí. La versión oficial rusa sostiene que uno murió de un fallo cardíaco, mientras que el gobierno de Azerbaiyán exige una investigación transparente y responsabilidades claras.

“Los agentes irrumpieron a media noche, golpearon y electrocutaron a las personas sin juicio ni investigación. Fue inhumano”, declaró Sayfaddin Huseynli, hermano de las víctimas, a la televisión pública ITV.

La respuesta del gobierno de Azerbaiyán fue casi inmediata: canceló una visita diplomática a Moscú, suspendió actividades culturales relacionadas con Rusia y denunció públicamente la conducta de las fuerzas del orden rusas como “violencia extrajudicial basada en la nacionalidad”.

Un precedente: el avión derribado

Este incidente se suma a una cadena de eventos que han deteriorado los lazos bilaterales. El pasado 25 de diciembre de 2024, un avión azerí fue derribado cerca de Grozni al cruzarse con un sistema de defensa aérea en medio de una supuesta operación contra un ataque con drones ucranianos. El resultado: 38 muertos y un malestar profundo en Bakú.

El presidente Ilham Aliyev acusó al Kremlin de “ocultar los hechos” durante varios días, y aunque Vladimir Putin pidió disculpas, nunca asumió plena responsabilidad por el “incidente trágico”.

La raíz: tensiones étnicas y geopolíticas

Durante décadas, las minorías étnicas en Rusia, incluyendo a los azeríes, han sido blanco de discriminación estructural. En Rusia viven más de 1,3 millones de ciudadanos de origen azerbaiyano, según datos oficiales de Moscú, muchos de ellos migrantes trabajadores en condiciones precarias.

Las tensiones aumentan cuando la situación geopolítica favorece movimientos de poder. Azerbaiyán, tras su victoria en el conflicto de Nagorno-Karabaj, busca afianzar un rol preponderante en el Cáucaso, mientras que Rusia queda atrapada en múltiples frentes: Ucrania, las sanciones internacionales, y ahora, un deterioro con sus vecinos caucásicos.

Golpe a la libertad de prensa

Como señal de crispación adicional, la policía de Azerbaiyán allanó las oficinas de la agencia estatal rusa Sputnik en Bakú. La razón oficial fue la supuesta operación sin licencia del medio, cuyo registro fue revocado en febrero de 2025. Sin embargo, para muchos analistas, el movimiento fue una represalia por las muertes en Ekaterimburgo y una presión directa sobre Moscú.

“No podemos comunicarnos con nuestro personal en Azerbaiyán después del operativo. Los representantes de la embajada rusa están intentando acceder al lugar”, declaró Margarita Simonyan, directora de Sputnik y RT, en la red social X (anteriormente Twitter).

¿Es este el inicio de una guerra blanda mediática entre ambos? En el pasado, recopilaciones de medios como Reporteros Sin Fronteras han incluido a Azerbaiyán en la lista de países con mayor censura y control mediático estatal, aunque Rusia no queda atrás en los índices de libertad de prensa.

Reacciones internacionales y efecto dominó

Mientras el Kremlin expresa “regret” por la tensión causada, y reitera que las redadas fueron parte de investigaciones criminales “normales”, algunos países observan con cautela lo que podría convertirse en una fragmentación total de la ya frágil cooperación en el espacio post-soviético.

Además, las señales de acercamiento entre Azerbaiyán y Ucrania agregan combustible al fuego. El pasado mayo, el vicecanciller ucraniano viajó a Bakú en lo que diversos analistas interpretaron como un intento de atraer a Azerbaiyán a la órbita diplomática del bloque europeo.

Impacto cultural y social

Como medida simbólica, el Ministerio de Cultura de Azerbaiyán ordenó la cancelación de conciertos, festivales y presentaciones organizadas por instituciones rusas, tanto estatales como privadas. La agenda de intercambios culturales se ha visto drásticamente afectada, lo que alimenta aún más el alejamiento entre ambas naciones.

Para poner en contexto, en 2023 más de 500 eventos culturales binacionales fueron realizados entre Rusia y Azerbaiyán. La pausa total representa no solo distanciamiento político, sino una fractura en las relaciones humanas que anclaban vínculos históricos y lingüísticos.

¿Y ahora qué?

Todo esto plantea una pregunta fundamental: ¿estamos ante una crisis pasajera o el inicio de un divorcio geopolítico irreversible?

Mientras Moscú busca minimizar el conflicto, Bakú parece determinado a marcar límites. En medio del juego de poder entre el este y el oeste, Azerbaiyán empieza a perfilarse como un actor con autonomía creciente, ya no dispuesto a permanecer en la sombra de Moscú.

Desde el asesinato de sus ciudadanos hasta el derribo de su avión, pasando por la censura mediática bilateral, el tablero está dispuesto para una lucha diplomática que incluye migración, derechos humanos, desinformación y, sobre todo, influencia estratégica.

Así, más allá de lo que digan las cifras o los comunicados diplomáticos, hay una verdad difícil de negar: la confianza entre Azerbaiyán y Rusia está rota. Y como en todo conflicto geopolítico posmoderno, la guerra ya no solo se libra con armas, sino con narrativas, cultura e incluso, presencia en redes sociales.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press