Cuando la violencia y los recortes chocan con la seguridad ciudadana y climática
Tres historias convergentes sobre odio, clima y seguridad revelan la fragilidad de sistemas clave en EE. UU.
En una semana repleta de eventos perturbadores en Estados Unidos, tres situaciones aparentemente inconexas revelan una preocupante convergencia: violencia por motivos de odio, recortes en ciencia climática y pérdida de oficiales en servicio. Estos hechos no solo reflejan las tensiones sociales y políticas actuales, sino también el debilitamiento de estructuras que deberían proteger a la ciudadanía y garantizar su bienestar presente y futuro.
Odio que prende fuego literal y simbólicamente
El 1 de junio de 2024, Mohamed Sabry Soliman, un ciudadano egipcio que residía ilegalmente en EE. UU., atacó a manifestantes en Boulder, Colorado, lanzando cócteles Molotov durante una protesta pro-Israel. Karen Diamond, una mujer de 82 años, fue una de las víctimas; murió posteriormente debido a las heridas sufridas. Soliman fue acusado de 12 delitos de odio, entre ellos intento de asesinato.
Durante la audiencia, el acusado no habló directamente, pero se declaró no culpable a través de su abogado. Llevaba una chaleco de construcción para camuflarse y acercarse al grupo antes de lanzar los artefactos incendiarios. Según la fiscalía, gritó “Free Palestine” cuando realizó el ataque y expresó su intención de matar a todos los presentes.
Más allá de la tragedia humana, el caso plantea interrogantes complejos sobre la aplicación de la ley de “crímenes de odio”. Paradójicamente, la motivación política detrás del ataque puede quedar exenta de esta consideración según el marco legal federal actual, lo que pone en tela de juicio si existen vacíos legales que deberían abordarse.
Recortes climáticos a la deriva en plena temporada de huracanes
Mientras tanto, desde Washington, la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica) anunció el retraso en la desconexión de datos satelitales clave usados para la predicción de huracanes. La desconexión, planeada para el 30 de junio, fue pospuesta al 31 de julio por riesgo cibernético, en plena temporada alta de huracanes (que abarca de agosto a octubre).
Los datos provienen del programa DMSP (Defense Meteorological Satellite Program), que ofrece información tridimensional crucial sobre la formación e intensidad de ciclones. La NOAA destacó que estos datos forman parte de un “robusto conjunto de herramientas de modelado”, pero expertos como Marc Alessi, de Union of Concerned Scientists, advierten sobre las graves consecuencias de perder dicha fuente.
“Perdemos la capacidad de prever correctamente la intensificación rápida de tormentas”, señaló Alessi. “En el contexto del cambio climático, perder este tipo de datos compromete tanto los pronósticos estacionales como el monitoreo global del calentamiento.”
La NOAA y la Marina han guardado silencio tras el anuncio, pero el recorte responde al contexto de recortes presupuestarios significativos en agencias claves. Esta decisión se da justo cuando el planeta registra una escalada de eventos extremos asociados al cambio climático.
Otro oficial muerto: la violencia también golpea desde la calle
En Milwaukee, el oficial de policía Kendall Corder, de 32 años, murió tras ser baleado mientras respondía a una llamada sobre una persona armada. Su compañero también fue herido, aunque sobrevivió. Los agentes no tuvieron oportunidad de devolver el fuego, y el agresor, de solo 22 años, fue detenido posteriormente. Corder se convirtió en el sexto oficial de Milwaukee asesinado desde 2018.
La policía lo recordó como un héroe y señaló que su muerte deja un vacío irreparable. El tiroteo pone nuevamente en evidencia los riesgos diarios a los que se enfrenta la fuerza pública, con énfasis en la creciente violencia armada en ciudades estadounidenses.
Este caso se suma a una larga lista de tiroteos fatales contra agentes —más de 245 policías fueron asesinados entre 2018 y 2023 solo en EE. UU., de acuerdo con datos del National Law Enforcement Officers Memorial Fund.
Una mirada unificada: los sistemas bajo presión
Aunque distintos en naturaleza, estos tres acontecimientos muestran presiones estructurales compartidas:
- La seguridad pública confronta dificultades múltiples: del extremismo político a la delincuencia común, pasando por la infraestructura debilitada.
- La ciencia climática es socavada por decisiones políticas que privilegian lo inmediato sobre lo estratégico.
- El marco legal no siempre está alineado con los desafíos reales contemporáneos, como los delitos de odio con un componente geopolítico.
No se trata solamente de hechos aislados. El ataque con Molotov en Boulder refleja tensiones globales manifestadas a nivel local. La desconexión de datos satelitales compromete el seguimiento científico en el contexto del cambio climático. Y la muerte del oficial en Milwaukee no ocurre en un vacío: forma parte de una tendencia preocupante de violencia estructurada contra las fuerzas del orden.
La conjunción de eventos nos obliga, como sociedad, a una reflexión más profunda. ¿Estamos preparados para afrontar simultáneamente amenazas tan diversas? ¿Con qué herramientas contamos? ¿Nuestras leyes, presupuestos y estructuras realmente responden a las exigencias del momento?
¿Qué sigue?
Frente a la crispación política, los recortes presupuestarios y la creciente violencia, se requiere una revisión integral de prioridades. La inversión en prevención, tanto en seguridad local como en capacidad científica climática, debería aumentarse, no recortarse. La legislación debe adaptarse a nuevas formas de odio y radicalización, incluyendo aquellas con motivaciones internacionales.
También hace falta fortalecer la narrativa pública en defensa de las instituciones. No se puede permitir que decisiones coyunturales definan el rumbo de asuntos vitales como la predicción de huracanes o la protección de la ciudadanía frente a actos de terror o violencia armada.
Como escribió una vez el historiador Timothy Snyder: “La política de la inevitabilidad es una forma de rendición”. Renunciar a mejorar nuestras instituciones porque “es lo que hay” es condenarnos a un deterioro progresivo.
Esta semana nos deja muchas preguntas abiertas. Pero una sola respuesta clara: cuando los sistemas fallan en su conjunto, sus efectos se sienten en todos los frentes —desde Boulder hasta el Océano Atlántico y las calles de Milwaukee.