La batalla energética que sacude a EE.UU.: ¿Adiós definitivo a la energía limpia?

La nueva propuesta del Senado liderado por republicanos amenaza con desmantelar la legislación climática de 2022 e imponer impuestos inéditos a la energía eólica y solar

El regreso del carbón y la ofensiva contra las energías renovables

La administración del expresidente Donald Trump regresa al foco público con una nueva propuesta legislativa que ha sacudido las raíces del sector energético en Estados Unidos. Se trata de un proyecto de ley que pretende eliminar paulatinamente —y en algunos casos abruptamente— los incentivos fiscales a la energía limpia, concretamente a tecnologías como la eólica y la solar. Lo que comenzó como una fase de reducción de incentivos financieros se ha convertido, según palabras del senador Ron Wyden, en una “masacre absoluta”.

La ley climática firmada en 2022 bajo el gobierno de Joe Biden, considerada por muchos como un pilar crucial para la transición hacia una economía sostenible, está ahora en jaque ante una ofensiva legislativa que busca restaurar la supremacía de los combustibles fósiles y abolir cualquier tipo de subsidio favorable a las energías limpias.

¿Una sentencia de muerte para la energía verde?

Durante el fin de semana, fue revelado un borrador más severo de lo esperado. No solo recorta los créditos para las energías renovables, sino que introduce nuevos impuestos a proyectos de energía eólica y solar que no cumplan con ciertas normas. Como si esto no fuera suficiente, ofrece créditos fiscales positivos al carbón metalúrgico, usado principalmente en la producción de acero, una fuente de energía altamente contaminante.

“Este proyecto de ley mata las industrias del futuro mientras subsidia las del siglo XIX. ¡Es una locura!”, exclamó en redes sociales Jesse D. Jenkins, profesor de la Universidad de Princeton.

Los impactos previstos: precios, empleos y red eléctrica

Los defensores de la energía renovable no tardaron en calificar la medida como un retroceso descomunal. La senadora Ron Wyden advirtió que, de aprobarse sin modificaciones, la medida elevará los costos de servicios públicos para los estadounidenses, provocará despidos masivos y pondrá en peligro cientos de gigavatios de capacidad energética que se proyectaban como la respuesta a una demanda creciente, impulsada por el auge de los centros de datos, la inteligencia artificial y otros consumos tecnológicos.

Mattea Mrkusic, directora de políticas energéticas de Evergreen Action, utilizó expresiones aún más contundentes:

“Este plan asegurarïa facturas de energía más altas para los hogares, eliminaría empleos estadounidenses y prendería fuego a nuestro futuro.”

La lógica económica detrás (o la falta de ella)

El proyecto también propone eliminar los créditos fiscales para vehículos eléctricos, parte de la ley climática de 2022. Además, propone bloquear cualquier subsidio para empresas que utilicen componentes provenientes de países considerados adversarios, como China, una práctica que muchos consideran inviable dada la dependencia actual de la cadena de suministro global.

Jason Grumet, CEO de la American Clean Power Association, no se contuvo al expresar su opinión, calificando el proyecto como “un vertido de media noche” que busca beneficiar a sectores energéticos tradicionales sacrificando a las industrias más prometedoras del país.

“Es asombroso que el Senado prefiera subir los precios a los consumidores antes que fomentar el crecimiento económico y aliviar la crisis de asequibilidad que enfrentan los hogares estadounidenses”, lamentó Grumet.

Una revisión de números y tendencias

  • Según la International Renewable Energy Agency (IRENA), en 2023 la energía solar y eólica proporcionaron un 21% de la electricidad generada a nivel mundial.
  • Más de 250,000 estadounidenses trabajaban directamente en la industria solar a finales de 2023, según la Solar Energy Industries Association.
  • Desde la aprobación de la ley climática de Biden en 2022, más de 150,000 empleos en energía limpia habían sido anunciados o creados, entre ellos, fábricas de paneles solares, turbinas eólicas e infraestructura de carga para vehículos eléctricos.
  • La inversión privada en renovables superó los $270 mil millones solo en 2023 en Estados Unidos, según BloombergNEF.

Todos estos logros se verían comprometidos con una normativa que no solo corta el financiamiento, sino que penaliza nuevas inversiones en energías limpias.

¿A quién beneficia esta ofensiva energética?

Los defensores del proyecto, como el senador Mike Crapo, aseguran que el mismo busca “restaurar la asequibilidad energética y reforzar la fiabilidad energética nacional”. Según Crapo, eliminar los subsidios a renovables representará el paquete de recorte fiscal más importante de la historia reciente de EE.UU., al tiempo que recupera “la producción doméstica tradicional: petróleo, gas y carbón”.

El presidente del American Energy Alliance, Tom Pyle, fue incluso más directo:

“Si eliminar estos subsidios ‘mata’ a la industria renovable, entonces quizás nunca debió existir. Extender dádivas verdes a costa de los contribuyentes es miope e irresponsable”.

La declaración de Pyle resume la percepción del bloque conservador: la prioridad no es el medio ambiente, sino la autosuficiencia energética y la rebaja fiscal. Pero esta visión omite otro eje crucial: el cambio climático, cuyos efectos son cada vez más tangibles en forma de incendios, olas de calor, sequías e inundaciones récord.

La voz de la industria solar y eólica

Desde la Solar Energy Industries Association, Abigail Ross Hopper lanzó una de las advertencias más claras:

“Este proyecto de ley es un ataque directo a la energía estadounidense, sus trabajadores y consumidores. Si se aprueba, los estadounidenses literalmente pagarán el precio: facturas más altas, pérdida de empleos industriales y dependencia creciente de energías extranjeras.”

Hopper además resaltó que los sectores más afectados no serán las grandes metrópolis, sino las comunidades rurales, donde los parques solares y eólicos han sido vehículos decisivos para la dinamización económica local.

Perspectiva histórica: ¿una marcha atrás a los tiempos del carbón?

Esta batalla legislativa recuerda las políticas energéticas pre-Obama, cuando el carbón era el protagonista estelar del sistema energético. La Comisión de Energía de EEUU indica que desde 2010, más de 300 plantas de carbón fueron clausuradas gracias en parte a la presión legislativa, pero también porque tecnologías limpias como el gas natural, el viento y el sol se volvieron más económicas.

Hoy, con propuestas como la actual, no solo se podría revertir esta tendencia, sino fortalecer un modelo energético que históricamente ha contribuido a la contaminación ambiental, la dependencia extranjera —paradójicamente— y a crisis sanitarias en comunidades cercanas a plantas de combustibles fósiles.

El panorama geopolítico y el costo de la inacción

Países como China y la Unión Europea están apostando agresivamente por las energías limpias como factores estratégicos tanto ecológicos como económicos. Mientras tanto, Estados Unidos corre el riesgo de perder liderazgo global en un sector que representa la columna vertebral de la economía del futuro.

Como dijo el profesor Jenkins: “Menos inversión, menos empleos, precios más altos y menos confianza en el mercado. Todo en un solo paquete legislativo”.

Aunque aún no está claro si las versiones más duras del proyecto se aprobarán sin modificaciones, lo que sí es evidente es que la lucha por la energía ya no es solo una disputa ambiental: es una batalla económica, política e ideológica por el alma del futuro estadounidense.

¿Qué sigue?

En las próximas semanas, el Senado deberá revisar versiones alternativas del proyecto, incluyendo intentos de senadores moderados como John Curtis para suavizar los impuestos propuestos a la energía solar y eólica. Sin embargo, la incertidumbre reina y cualquier movimiento podría tener repercusiones duraderas en cómo Estados Unidos produce, consume y regula la energía en el siglo XXI.

Como ha quedado patente, no se trata solo de kilovatios y créditos fiscales. Es, más bien, una profunda discusión sobre el tipo de país que Estados Unidos quiere ser: uno anclado en las energías del pasado o uno con visión hacia un futuro más limpio, más justo y, quizás, más sabio.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press