Jimmy Swaggart: El auge, la caída y el legado del televangelista que conmovió a Estados Unidos

De los campamentos pentecostales al centro de un escándalo nacional, repasamos la historia del predicador que marcó una época en la televisión evangélica

Un niño llamado por Dios en Louisiana

Jimmy Swaggart, nacido el 15 de marzo de 1934 en Ferriday, Louisiana, creció en el seno de una familia muy marcada por el Evangelio y la música. Primo del icónico pianista de rock Jerry Lee Lewis y del cantante country Mickey Gilley, Swaggart desarrolló desde joven un talento singular para el piano y la música gospel.

Según declaró en múltiples entrevistas, escuchó el llamado de Dios por primera vez a los 8 años: “Todo se sintió diferente después de ese día frente al Arcade Theater. Sentí como si algo me lavara por dentro”, rememoró en una entrevista con el Jacksonville Journal-Courier en 1985.

De campos petroleros a cruzadas de fé: los inicios de su ministerio

En su adolescencia y juventud, Swaggart trabajó ocasionalmente en los campos petroleros, mientras predicaba los fines de semana en pequeños templos y campamentos religiosos de la Asamblea de Dios. Fue a los 23 años cuando se dedicó completamente al ministerio, combinando sus sermones con música góspel, piano y un entusiasmo comparable al de su primo Jerry Lee en el escenario.

Comenzó con un pequeño programa radial y una revista que distribuía entre los creyentes. Más tarde incursionó en la televisión en un momento clave: cuando la televisión evangélica comenzaba a tomar impulso en los EE.UU. a finales de los años ‘70.

El ascenso fulminante: millones escuchando su palabra

Para mediados de los años 80, Jimmy Swaggart Ministries era una organización multimillonaria. Solo en 1986, sus ingresos alcanzaron los $142 millones, captados principalmente a través de donaciones de espectadores de sus transmisiones televisadas.

Transmitiendo desde su Family Worship Center en Baton Rouge, sus sermones carismáticos incluían curas religiosas, evangelismo ferviente y una teología combativa. Denunció públicamente al catolicismo como “una religión falsa” y alegó que los judíos sufrían por “haber rechazado a Cristo”, comentarios que causaron polémica incluso dentro de su comunidad evangélica.

Una caída ejemplar en la era del escándalo

El año 1987 marcó el comienzo de un período oscuro para Swaggart y para la industria del televangelismo en general. Aquel año, Jim Bakker, otro popular pastor televisivo, cayó en desgracia debido a su propio escándalo sexual. Swaggart no tardó en entrometerse y lo condenó públicamente.

Pero en 1988, fue el propio Swaggart quien terminó cesado de su ordenación tras la publicación de fotografías suyas junto a Debra Murphree, una mujer que había admitido ser prostituta, aunque luego ella afirmó que sólo posó desnuda para él y no mantuvieron relaciones sexuales.

La reacción fue cinematográfica. En un sermón emitido a nivel nacional y entre sollozos, Swaggart pronunció la frase que sería eternamente recordada:

He pecado contra ti, y te ruego que me perdones”.

Sin embargo, no aceptó el castigo propuesto por la Asamblea de Dios: un año sin predicar y un programa de “rehabilitación moral” de dos años. Pronto fue expulsado formalmente de la denominación y decidió continuar de forma independiente.

El escándalo se repite: 1991 y el Jaguar en sentido contrario

En 1991, cuando su figura parecía estabilizarse tras el golpe de 1988, Swaggart volvió a caer en controversia. En California, fue detenido por la policía al conducir su Jaguar en sentido contrario. Dentro del auto iba acompañado por Rosemary Garcia, también trabajadora sexual, y se detectaron revistas pornográficas ocultas bajo un asiento.

Los informes indicaban que se puso nervioso al ver un coche de policía. Según la propia Garcia: “Intentó esconder las revistas, pero perdió el control”. El predicador fue acusado de conducir un vehículo no registrado y en dirección contraria.

Esta segunda caída no tuvo el mismo dramatismo público que la primera. Swaggart se mantuvo silencioso, evitando declaraciones. Mientras tanto, el comediante Phil Hartman lo inmortalizó en una parodia en “Saturday Night Live”, intensificando el daño a su imagen.

Rivalidades peligrosas: la trampa que lo hundió

El caso más infame involucró a otro predicador rival, Marvin Gorman, a quien Swaggart había acusado previamente de conductas inmorales. Gorman, herido y desplazado, decidió vengarse contratando a un fotógrafo privado que logró capturar las imágenes de Swaggart y Debra Murphree.

Tras la batalla mediática y legal, Swaggart tuvo que pagarle $1.8 millones a Gorman en un acuerdo extrajudicial.

Fuera del foco, pero en el púlpito

A pesar de sus escándalos, Swaggart logró conservar una pequeña pero estable audiencia. Continuó predicando desde Baton Rouge, acompañado por su hijo Donnie Swaggart. Su emisora de radio transmitía música góspel y servicios religiosos en 21 estados. Además, su presencia digital le permitió obtener fieles desde distintos continentes.

En 2004, volvió brevemente a los titulares tras declarar —en tono sarcástico— que mataría a cualquier hombre homosexual que “lo mirara con deseo”. A pesar de la risa en la congregación, tuvo que disculparse públicamente después.

Swaggart también fue invitado para cantar “Amazing Grace” en el funeral del Secretario de Estado de Louisiana, Fox McKeithen, en 2005. En 2022, compartió en el funeral de su primo Jerry Lee Lewis sus recuerdos y anécdotas.

Un legado de controversia y persistencia

Desde su complejo en Baton Rouge, donde permanecen sus instalaciones de grabación y un inmenso centro de adoración, Swaggart mantuvo su influencia dentro de un nicho religioso y cultural en EE.UU. A pesar de haber sido una figura central de los escándalos religiosos de los años 80 y principios de los 90, nunca dejó de predicar.

La historia de Jimmy Swaggart es un retrato de los altibajos de los predicadores mediáticos en Estados Unidos. Refleja el poder transformador de los medios de comunicación en los movimientos religiosos, pero también sus trampas: egos inflados, lucros desmesurados y una moral pública expuesta de forma cruda ante millones.

Murió a los 90 años, dejando tras de sí una institución todavía activa y una historia que continuará siendo objeto de análisis entre creyentes, historiadores y periodistas por décadas.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press