Trumpismo, identidad y política: La guerra civil dentro del Partido Republicano
El ascenso de Nate Morris, el derrumbe de Mitch McConnell y la nueva batalla por la pureza MAGA en Estados Unidos
Por: Opinión / Análisis Político
Una nueva ruptura dentro del GOP
La política estadounidense vive una reconfiguración interna sin precedentes, y el Partido Republicano parece estar viviendo su propio proceso revolucionario. La reciente candidatura del empresario tecnológico Nate Morris al Senado por Kentucky ha encendido las alarmas sobre el futuro de la formación conservadora. Su principal estrategia: marcar distancias con Mitch McConnell, el histórico líder del Senado cuya retirada abre un campo de batalla ideológico y estratégico.
Morris no solo compite por un escaño; compite por el alma del partido. Al acusar a McConnell de ser "la cara de la resistencia contra Trump en el GOP", Morris está apelando explícitamente a la base más radical, pro-Trump y MAGA, que exige una renovación completa del establishment republicano.
El legado de McConnell: ¿digno de premio?
McConnell, que anunció que no se presentará a la reelección en 2026, es la figura más influyente en la política republicana del estado y uno de los jugadores clave en la política nacional del siglo XXI. Con más de tres décadas en el Senado, fue artífice de grandes victorias conservadoras, como la confirmación de tres jueces del Tribunal Supremo durante la presidencia de Trump, y el famoso recorte fiscal de 2017.
Sin embargo, para Nate Morris ese legado no es suficiente. El empresario ha exigido que el Partido Republicano de Kentucky revoque el supuesto “Premio a la Trayectoria” que pensaba otorgarle a McConnell. "No se premia a quien llamó 'ser humano despreciable' al presidente Trump", dijo Morris, quien ha llegado a calificar a McConnell como la personificación del viejo orden que debe ser derrotado para que el trumpismo se consolide.
Una estrategia de choque: Divide y vencerás
La candidatura de Morris no es un caso aislado. Dentro del GOP hay ya una división visible: el sector de los moderados, que representa figuras institucionalistas como McConnell, y el sector MAGA, que responde directamente a los impulsos y estrategias de Donald Trump. Este conflicto se refleja con claridad en el caso de Kentucky, donde además de Morris, también compiten Andy Barr y Daniel Cameron, este último exfiscal general del estado y exasesor de McConnell.
Curiosamente, todos tienen vínculos con McConnell. Barr lo considera un mentor, Cameron trabajó para él, y el propio Morris fue pasante en su oficina. Sin embargo, ahora lo convierten en blanco de sus ataques, buscando desesperadamente una bendición electoral: la de Donald Trump.
“Con Trump o contra él”: El nuevo mantra republicano
La frase clave de Morris —“O estás con Trump o estás con Mitch”— resume un nuevo credo dentro del republicanismo. La lealtad no se mide por el historial legislativo, sino por la fidelidad personal al expresidente. A pesar de que McConnell apoyó medidas clave durante el gobierno Trump, como la reducción de impuestos o la confirmación de jueces, su condena a Trump por el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, aunque luego se retractara en parte, selló su ruptura con el trumpismo puro.
Esto ha dejado espacio para candidatos como Morris, que se presentan como ajenos al sistema político tradicional, pese a que han estado conectados con él durante años.
Los otros frentes del trumpismo: Deportes, identidad y ciudadanía
El asalto político no se limita al Congreso. En otras esferas, el trumpismo sigue empujando sus fronteras culturales e ideológicas. Esta semana, la Universidad de Pennsylvania acordó prohibir que mujeres trans compitan en equipos deportivos femeninos, como parte de un acuerdo con el Departamento de Educación tras una demanda federal. El caso emblemático de Lia Thomas, la nadadora trans que ganó un título NCAA en 2022, fue el detonante.
El gobierno federal exigió que la universidad anulara sus récords y títulos, y que se disculpara con las deportistas que compitieron contra Thomas. Un portavoz dijo que se trataba de “rectificar los daños cometidos contra mujeres y niñas”, en línea con la visión conservadora del sexo biológico como base para dividir categorías deportivas.
Este es solo un ejemplo más del esfuerzo trumpista por moldear las instituciones culturales y legislativas a su propia imagen ideológica.
El miedo a la denaturalización: una herramienta política
En paralelo, el Departamento de Justicia también ha intensificado su énfasis sobre la desnaturalización, es decir, revocar la ciudadanía concedida a inmigrantes naturalizados que hayan cometido delitos o que, supuestamente, mintieron en sus solicitudes. Aunque estos casos eran escasos —solo se abrieron unas 300 causas entre 1990 y 2017— ahora se consideran prioritarios, sobre todo si involucran acusaciones de seguridad nacional, pandillaje, fraude o abusos a derechos humanos.
El nuevo jefe de la División Civil del Departamento de Justicia, Brett Shumate, declaró que este procedimiento puede ser usado para “evitar que terroristas utilicen pasaportes estadounidenses”. Sin embargo, abogados y activistas de derechos civiles temen que esta ola de denaturalización tenga una motivación política, y que sirva para intimidar a comunidades enteras.
Christopher Wellborn, presidente de la Asociación Nacional de Abogados de Defensa Penal, advirtió que “cualquier crimen, en cualquier momento, podría ser usado como excusa”. El temor es que el gobierno use expedientes viejos como herramientas de represión contra críticos o activistas.
Una política basada en la exclusión
Definir quién pertenece y quién no es hoy uno de los tornillos principales del engranaje político republicano. Se trata de decidir quién merece un premio, un espacio en un equipo deportivo o una ciudadanía. El trumpismo reconfigura todas estas realidades bajo una lógica binaria implacable: autenticidad vs traición, biología vs identidad, legalidad vs inmigración.
Lo que antes eran debates técnicos o filosóficos, ahora se han convertido en puntos focales de una estrategia política integral. Y cada día parece más claro que el Partido Republicano no solo se enfrenta a los demócratas, sino consigo mismo.
¿Hacia una purga total?
La carrera de Nate Morris por el Senado es emblemática del momento político: no solo busca ganar el escaño, sino erradicar el legado del “viejo GOP”. Propone una limpieza a fondo, una renovación que margina incluso a figuras legendarias como McConnell. Otros candidatos como Barr y Cameron, aunque más cautos, también buscan reinterpretar o abandonar sus vínculos con el “mitchismo”.
Esta guerra civil dentro del partido está lejos de terminar. Es posible que solo veamos el comienzo de una revolución conservadora que quiere redefinir los pilares de la democracia estadounidense contemporánea.