Bryan Kohberger y el asesinato de los estudiantes de Idaho: Un crimen sin respuestas

Análisis del caso que sacudió a Estados Unidos y aún plantea incógnitas sobre el porqué detrás de la masacre en Moscú, Idaho

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Un crimen que conmocionó al país

El 13 de noviembre de 2022, una pequeña comunidad universitaria en Moscú, Idaho, se convirtió en el epicentro de una historia de horror que acaparó titulares en todo el mundo. Cuatro estudiantes de la Universidad de Idaho —Kaylee Goncalves, Madison Mogen, Xan Kernodle y Ethan Chapin— fueron brutalmente asesinados en la casa que compartían cerca del campus.

La noticia del asesinato no solo sacudió al estado, sino que generó una ola de especulaciones, temores y demandas por justicia. Más de dos años después, el caso sigue generando preguntas, especialmente después de que el acusado, Bryan Kohberger, se declarara culpable recientemente en un intento por evitar la pena de muerte.

¿Quién es Bryan Kohberger?

Kohberger, de 30 años, no era un desconocido del ámbito criminal, al menos desde el punto de vista académico. Era estudiante de doctorado en criminología en la Universidad Estatal de Washington, ubicada apenas a pocos kilómetros de Moscú, Idaho. Esa proximidad —sumada a sus conocimientos avanzados sobre procesamiento de escenas del crimen— ha teñido el caso con una capa inquietante de precisión y planificación.

Según el fiscal principal Bill Thompson, Kohberger incluso había elaborado un artículo académico sobre escenas del crimen durante su doctorado, algo que, a criterio de la fiscalía, pudo haber contribuido a la meticulosidad con la que ejecutó tanto la matanza como el posterior intento de encubrimiento.

La cronología de una noche de terror

En la madrugada del 13 de noviembre, cámaras de vigilancia captaron un vehículo circulando cerca de la residencia de las víctimas. A las 4 a.m., Kohberger habría ingresado a la casa por una puerta corrediza trasera. Se dirigió al tercer piso, donde asesinó a Madison Mogen y Kaylee Goncalves. Junto al cadáver de Mogen se encontró una funda de cuchillo con ADN.

Posteriormente bajó al segundo piso, donde encontró a Xana Kernodle —quien había ordenado comida a través de Door Dash momentos antes— y a su novio Ethan Chapin. Ambos fueron asesinados también. Curiosamente, dos personas más que estaban dentro de la casa sobrevivieron, una de las cuales aseguró haber visto a un hombre con cejas tupidas, vestido de negro y con pasamontañas.

DNA, cámaras y una Q-tip: La pieza clave del caso

La investigación fue minuciosa y compleja. El ADN encontrado en la funda del cuchillo fue la pista definitiva. Pero lo más impactante fue cómo los investigadores obtuvieron la muestra que permitió confirmar la identidad del sospechoso.

A través de una técnica llamada trash pull (extracción de basura), agentes buscaron residuos en la casa de los padres de Kohberger en Pensilvania. Allí, entre otras cosas, recolectaron un Q-tip que contenía ADN del padre del acusado. Esa coincidencia permitió conectar definitivamente a Bryan Kohberger con la escena del crimen.

Experticia criminal y superficie inmaculada

Cuando las autoridades llegaron a intervenir su apartamento en Pullman, Washington, se encontraron con un espacio que el fiscal describió como “espartano”. No había evidencia útil. Su coche, un Hyundai Elantra blanco, había sido limpiado de manera “meticulosa” y “desarmado por dentro”, según testigos. Toda esta información sugiere que Kohberger utilizó tanto su conocimiento teórico como práctico para evitar dejar rastros.

¿Por qué ellos? El gran misterio sin resolver

A pesar de la abundancia de pruebas forenses, el caso sigue teniendo una gran incógnita en su núcleo: ¿Por qué esos cuatro estudiantes? ¿Tuvo contacto previo con ellos? ¿Fue seleccionada la casa al azar o hubo una motivación oculta?

“No tenemos evidencia de contacto directo entre el acusado y las víctimas”, dijo el fiscal Thompson. Sin embargo, el teléfono celular de Kohberger estuvo presente en las cercanías de la vivienda en múltiples ocasiones, hasta 23 veces en horarios nocturnos, incluso meses antes del crimen.

División entre las familias de las víctimas

La decisión de Kohberger de declararse culpable cambió el camino del juicio. A cambio de evitar la pena de muerte, aceptó cuatro cadenas perpetuas consecutivas y renunció a cualquier apelación futura. Esto ha dividido profundamente a las familias de las víctimas.

  • La familia de Madison Mogen apoyó el acuerdo. “Ahora empezamos un nuevo camino; un camino de esperanza y sanación”, declararon.
  • La familia de Kaylee Goncalves, en cambio, lo rechazó rotundamente. Su padre se negó a asistir a la audiencia. Su hermana, Aubrie Goncalves, escribió que “Kohberger viviendo significa que aún puede hablar, formar relaciones y participar en el mundo. Mientras tanto, nuestros seres queridos han sido silenciados para siempre”.

Un juicio evitado... ¿pero a qué costo?

Si bien el acuerdo ha permitido cerrar legalmente el caso, el hecho de que no hubiese un juicio completo ha dejado a la sociedad —y particularmente a las familias— sin acceso a ciertas respuestas vitales. Algunas de estas podrían revelarse el próximo 23 de julio, cuando se celebra la audiencia de sentencia.

Entre los documentos bajo sello judicial se encuentran listados de testigos, evidencias, análisis forenses, mociones de la defensa, solicitudes de otros sospechosos y elementos que podrían arrojar luz sobre lo que realmente motivó este crimen.

Un reflejo de la obsesión moderna con el crimen

En tiempos recientes, la criminología ha dejado de ser una simple disciplina académica para pasar a formar parte del imaginario popular gracias a series de televisión, podcasts de true crime y documentales. La fascinación con los asesinos, los perfiles psicológicos y los procedimientos forenses está en auge. Este caso parece el epítome de esa dualidad: un sujeto que estudiaba la criminología y terminó encarnando el papel de criminal.

Incluso hay quienes se preguntan si existió una especie de narcisismo intelectual detrás del crimen. ¿Fue para probar que podía cometer el crimen perfecto? ¿Quería confundirse con el sistema judicial que afirmaba estudiar?

Idaho ya no será igual

El caso Kohberger ha marcado un antes y un después en una ciudad que ni siquiera había registrado un homicidio en cinco años. Esta tragedia pone en evidencia la fragilidad de nuestra seguridad percibida y las grietas en individuos aparentemente normales, pero peligrosamente preparados para el crimen.

La sociedad, mientras tanto, sigue esperando respuestas. Y aunque la justicia legal haya sido servida con la condena de Kohberger, la justicia emocional, psicológica y moral parece aún muy lejana.

¿Qué sigue ahora?

Este caso, como tantos otros de alto perfil, puede servir para replantearnos la importancia de una mayor seguridad en campus universitarios, el papel de la salud mental en estudiantes de posgrado, y los límites éticos de quienes estudian el crimen como fenómeno social. También evidencia cómo la tecnología —cámaras de vigilancia, análisis de ADN, rastreo de celulares— fue clave en atrapar a un asesino que hasta cierto punto se había preparado para no ser atrapado.

Pero por sobre todo, este crimen nos recuerda que incluso en los pueblos más tranquilos y entre los jóvenes más prometedores, el mal puede hacerse presente sin previo aviso.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press