Cosecha sagrada en el desierto: El legado vivo del pueblo Tohono O’odham y el fruto del saguaro
Cada junio, el desierto de Sonora se convierte en un altar viviente donde tradición, espiritualidad e identidad ancestral florecen con la recolección del bahidaj
El gigante del desierto que alimenta el alma
El saguaro (Carnegiea gigantea), ese coloso espinoso que domina el horizonte del sur de Arizona, es mucho más que un icono paisajístico. Para el pueblo Tohono O’odham —cuya traducción es “Gente del desierto”—, este cactus que puede alcanzar hasta 7,6 metros de altura y vivir más de 200 años, es familia. Cada año, entre junio y principios de julio, el fruto del saguaro, conocido como bahidaj, madura, desencadenando uno de los rituales más antiguos y sagrados del suroeste estadounidense.Un vínculo milenario entre humano y planta
Desde tiempos ancestrales, los Tohono O’odham han desarrollado con el saguaro una relación profundamente espiritual. Según su cosmogonía, los saguaros son personas transformadas: almas de ancestros que emergieron de la tierra tras la creación del mundo. Al recolectar su fruto, no se produce solo una actividad de supervivencia o subsistencia: es una comunión. "Todos fuimos enseñados que ellos son nuestra familia", dice Maria Francisco, una recolectora Tohono O’odham durante una jornada de cosecha cerca del Parque Nacional del Saguaro, en las afueras de Tucson. "Les oramos, les agradecemos. Los saguaros están vivos con nosotros".Cómo se realiza la cosecha
La recolección del bahidaj no es tarea sencilla. El fruto crece alto, en los brazos del cactus, por lo que las familias usan largas varas hechas de costillas secas de saguaro llamadas kuipad, de unos 6 metros de largo, para alcanzar el fruto sin dañar la planta. Una vez recogidos, se cortan cuidadosamente por la mitad para exponer su interior escarlata repleto de semillas.De fruto a ritual: el bahidaj como símbolo
El fruto no solo se consume fresco. Tras ser hervido y colado, se convierte en una miel espesa y dulzona que puede almacenarse durante meses. Pero una parte especial se fermenta y se convierte en vino ceremonial. Este licor no es para festines desenfrenados: se emplea en la Ceremonia de la Lluvia, durante la cual se pide al Creador que envíe las ansiadas lluvias monzónicas que harán florecer el desierto. Esta celebración, que también marca el inicio del nuevo año O’odham, es un momento de reconexión comunitaria, introspección espiritual y reafirmación identitaria.Un resurgir intergeneracional
En las últimas décadas, muchas tradiciones indígenas han sido erosionadas por la asimilación cultural, la urbanización y las restricciones territoriales. Sin embargo, la cosecha del bahidaj está viviendo una revitalización. Jóvenes como Tanisha Tucker Lohse han decidido honrar el legado de sus ancestros participando activamente en la recolección y transmisión del conocimiento tradicional. “Es vital que las nuevas generaciones estén aquí, que vean esto”, afirma Tucker Lohse. Su compromiso también honra a su tía abuela Juanita Ahil, una voz clave en los años 60 que luchó por el derecho de los Tohono O’odham a seguir recolectando frutos dentro de lo que hoy es el Parque Nacional del Saguaro.Cuando la tradición se encuentra con la fe
Como muchas comunidades indígenas, los Tohono O’odham han integrado aspectos del catolicismo con sus creencias ancestrales. Cada 24 de junio, durante la festividad de San Juan Bautista, celebran una misa campestre bajo una ramada cubierta con costillas secas de saguaro. El altar improvisado incluye fotos de seres queridos fallecidos como la tía Juanita, junto con estatuillas y ofrendas. John Vasquez Bedoy, miembro de la comunidad, bendice la ramada con salvia antes de la misa, mientras el padre Aro Varnabas oficia la ceremonia. Todo esto ocurre mientras el jugo de saguaro aún se enfría o alcanza su fermentación. No hay contradicción: aquí, la fe indígena y la fe católica conviven como distintos lenguajes para invocar lo sagrado.Identidad, resistencia y ecología cultural
En un contexto de crisis climática, pérdida de biodiversidad y desarraigo cultural, la recolección del bahidaj actúa como una forma de resistencia ecológica e identitaria. Al preservar esta práctica milenaria, los Tohono O’odham también resguardan conocimientos sobre ciclos agrícolas, manejo del territorio y resiliencia en un ambiente extremo que podrían tener relevancia global. El fruto del saguaro es altamente nutritivo. Contiene vitamina C, hierro, potasio y fibra dietética, favoreciendo una dieta tradicional saludable. De acuerdo con el Desert Museum de Arizona, hasta el 40% del volumen de un fruto maduro es pura semilla comestible. Además, la recuperación de esta tradición ha sido vinculada con mejoras en la salud mental y espiritual de las comunidades.Obstáculos persistentes
No todo es celebración. Las tierras ancestrales de los Tohono O’odham se han visto divididas por la frontera entre México y Estados Unidos, permitiendo que muchas familias queden desconectadas. Asimismo, conflictos sobre el libre acceso al Parque Nacional del Saguaro persisten a pesar del activismo de décadas. Más allá de lo físico, el peligro de que estas tradiciones queden marginadas por políticas públicas o dejadas de lado por la juventud también es real.Un llamado desde el cactus
Cada verano, cuando el sol parece incendiar el desierto de Sonora, los saguaros florecen y luego ofrecen sus frutos. Pero lo que ocurre bajo esas espinas es mucho más grande: un pueblo entero devuelve la vida al relato fundacional de su existencia. El canto de los pájaros, los rezos entre cardones, el dulzor del bahidaj derritiéndose en la lengua y el eco del viento sobre la arena... Todo se une en un lenguaje ancestral que recuerda que el futuro también se escribe con raíces. Mientras continúe la cosecha, allí estará la historia, la identidad y la esperanza.Autor: Redacción Cultura Desértica
Fuente secundaria de datos: Arizona-Sonora Desert Museum, National Park Service
Este artículo fue redactado con información de Associated Press