Funerales, heridas y olvido: la historia de Reba Caroline Bailey, la veterana que murió sin nombre
Una investigación forense logró devolver la identidad y el honor militar a una mujer desaparecida durante décadas, conocida solo como 'Seven Doe'
Un nombre olvidado durante décadas
El funeral militar realizado en Chicago a comienzos de julio de 2025 no fue uno cualquiera. Cerca de una tumba en el cementerio Mount Olivet, Mark Bailey abrazaba con fuerza una bandera estadounidense doblada, con los ojos cerrados y un torrente de emociones difíciles de describir. La ceremonia fue en honor a su tía, Reba Caroline Bailey, veterana del Women’s Army Corps, quien murió en 2015 como una persona sin identificar, reducida a un número: Seven Doe.
Durante años, nadie sabía quién había sido. Una mujer sin historia visible, sin identidad legal, desaparecida del radar familiar. Fue una investigación meticulosa, liderada por la unidad de personas desaparecidas del Departamento del Sheriff del Condado de Cook, la que logró reconstruir el rompecabezas que devolvió a Reba su identidad y, con ella, el reconocimiento que merecía como veterana estadounidense.
Seven Doe: el enigma sin resolver
Reba Bailey murió de causas naturales en 2015 en un centro de cuidados asistidos en el sur de Chicago. Había pasado décadas siendo conocida únicamente como “Seven”, y según quienes la conocieron en sus últimos años, se identificaba como hombre y hablaba de sí misma en tercera persona. No recordaba su nombre real ni su familia. Las autoridades la consideraban una persona desaparecida con severa pérdida de memoria, y fue enterrada como un número más entre los casi cinco mil casos sin resolver ese año.
El nombre “Seven Doe” era solo otra entrada fría en la base de datos forense, hasta que en 2023 todo cambió.
La investigación forense: buscar identidad en lo imposible
Gracias a una revisión detallada de registros dactilares post mortem, la oficina del Sheriff encontró una coincidencia con un registro del Ejército de 1961. El archivo correspondía a Reba Caroline Bailey, oriunda de Danville, a más de 200 kilómetros al sur de Chicago. Había servido en el Women’s Army Corps y luego simplemente desapareció del mapa.
Commander Jason Moran, quien lidera la unidad de casos fríos, explicó: “Es un privilegio poder ayudar a cerrar el capítulo para estas familias. No siempre tenemos finales como este”.
Misterios detrás de su desaparición
La familia Bailey, que durante años narró historias sobre una tía que había desaparecido en los años 70, también fue pieza clave en la reconstrucción. Se mencionaba que, tras dejar el ejército y casarse, Reba habría tenido conflictos familiares debido a su orientación sexual o identidad de género, un tema sensible en la época.
En 1970, apareció por primera vez en una comunidad de ayuda para personas sin hogar en el barrio sur de Chicago, usando el nombre de Seven. Llevaba una chaqueta militar y un gorro estilo aviador. Se convirtió rápidamente en el cocinero de la casa St. Francis Catholic Worker, un centro de apoyo. Atraía a multitudes con sus comidas, pero nadie conocía su nombre real ni su pasado.
Factores médicos y el olvido
Se teorizó que la pérdida de memoria severa de Reba podría deberse a múltiples factores. Un accidente automovilístico en los años 50, en el cual murió su madre, podría haberle causado daño cerebral. Además, Bailey sirvió en bases militares de alto riesgo como Fort McClellan en Alabama, donde se entrenaban con armas químicas, y Fort Ord en California, ambos sitios donde el gobierno ha reconocido exposición a toxinas.
Con el paso de las décadas, el personaje de “Seven” se convirtió en un ícono particular en el refugio, pero siempre envuelto en misterio.
Redescubrir la historia personal
La gran sobrina de Reba, Amanda Ingram, genealogista aficionada, nunca dejó de buscarla. Su árbol genealógico es meticuloso, con registros del Censo, fotografías antiguas y más. Cuando se enteró de la identificación, encargó una lápida militar con su nombre real y su rango: “Reba Caroline Bailey, PFC US Army”.
No pudo asistir al entierro pero hizo que voluntarias del capítulo local de Daughters of the American Revolution acudieran en su nombre: “Ahora, cada persona que pase por ahí sabrá quién fue ella”, dijo Ingram desde Alabama.
Una ceremonia para sanar generaciones
El homenaje incluyó oraciones, un saludo de 21 disparos, y un bugle interpretando la melodía de taps, una de las más emotivas en ceremonias militares. Mark Bailey llevó una gorra de béisbol de los Chicago Cubs, el equipo favorito de su tía, con el número “7”, y la colocó sobre la lápida. “Hay muchas formas de llorar por una vida tan compleja”, confesó.
El Sheriff Tom Dart, visiblemente emocionado, declaró: “Este caso me ha dejado casi sin palabras. Reba merecía mucho más que ser recordada como un número anónimo.”
Con varios veteranos en su familia, Mark consideró fundamental compartir esa memoria con su hijo Cole, de 19 años, quien planea alistarse en el ejército. “Esta historia será parte de su vida por siempre”, concluyó.
El peso del anonimato
En Estados Unidos, miles de personas mueren sin ser identificadas cada año. Se estima que hasta 40,000 personas no identificadas permanecen en bases de datos nacionales, según el National Missing and Unidentified Persons System (NamUs). Muchos son indigentes, veteranos o víctimas de enfermedades mentales cuya historia se pierde tras años de desconexión social.
Bailey no solo representa a los olvidados por sus familias, sino también a una generación de veteranas cuyas historias están plagadas de silencio institucional y social. Su historia básica —una veterana con severa pérdida de memoria, viviendo y muriendo sin nombre— es un reflejo de un sistema que todavía tiene grandes deudas con quienes sirvieron bajo su bandera.
Historias que merecen ser contadas
Reba Caroline Bailey vivió entre dos nombres, entre dos identidades, y quizás entre dos formas de ser. Lo que es innegable es que merece ser recordada por todo lo que fue: una soldado, una persona sin hogar, una cuidadora de su comunidad, y finalmente, un símbolo de resiliencia.
El estandarte azul de los Cubs y el uniforme militar en su lápida son, ahora, un recordatorio tangible de una vida compleja, llena de sombras, pero también de humanidad. En un país que muchas veces olvida a los más vulnerables, contar la historia de Bailey es un acto de justicia, de memoria y de reconocimiento.