Lukashenko, Putin y Macron: piezas de una geopolítica incompleta

La estrategia de perdones en Bielorrusia, el pulso entre Macron y Putin, y lo que estas señales mixtas revelan del tablero de poder en Europa Oriental

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El presidente autoritario de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, ha optado por unas sorprendentes oleadas de perdón a prisioneros en los últimos meses. Mientras tanto, el presidente francés Emmanuel Macron reabre el canal de comunicación con Vladimir Putin tras casi tres años de silencio. ¿Qué revelan estos movimientos sobre la geopolítica en Europa del Este y las relaciones entre Occidente y el bloque liderado por Moscú?

Un patrón conocido: represión selectiva y liberaciones estratégicas

A finales de 2020, Bielorrusia vivió protestas sin precedentes contra un proceso electoral percibido ampliamente como fraudulento. Alexander Lukashenko, en el poder desde 1994, fue declarado ganador de una sexta reelección. Las calles de Minsk y otras ciudades vieron manifestaciones masivas, seguidas de una brutal represión.

Desde entonces, más de 30.000 personas han sido detenidas, y actualmente hay al menos 1.164 prisioneros políticos reconocidos por el grupo de derechos humanos Viasna, incluidos 38 periodistas y Ales Bialiatski, su fundador y Premio Nobel de la Paz 2022.

Los recientes perdones de Lukashenko, primero a 14 prisioneros en junio y ahora a otros 16, suman más de 300 liberaciones desde julio de 2024. ¿Un gesto humanitario? No del todo. Pavel Sapelka, abogado de Viasna, compara esta dinámica con “una puerta giratoria” donde “nuevos presos políticos reemplazan a los liberados”.

El objetivo parece claro: construir apariencias de apertura frente a Occidente mientras se incrementa la represión interna. Lukashenko, de hecho, afirmó con cinismo: "Dios no quiera que alguno de los liberados muera en prisión. Nos culparían por eso".

Una llamada de alto nivel: Macron y Putin vuelven a hablar

Paralelamente, Francia y Rusia realizaron su primer contacto directo en casi tres años. El presidente Emmanuel Macron telefoneó a Vladimir Putin el pasado martes, tras un periodo caracterizado por tensiones, sanciones y hostilidad diplomática. El foco de la llamada fue la situación en Medio Oriente, pero también se discutió —aunque superficialmente— la guerra en Ucrania.

¿Significa esto una inflexión en la postura francesa? Depende de quién lo lea. Para Moscú, representa una victoria simbólica: una prueba más de que su aislamiento internacional es sólo un mito. Para París, es un delicado ejercicio diplomático, según explicó Tatiana Kastouéva-Jean del IFRI: “O dejamos el diálogo con Putin enteramente en manos de los estadounidenses, o reabrimos el canal para mantener influencia”.

En Moscú, el escepticismo reina. Dmitry Peskov, portavoz del Kremlin, confirmó que fue Francia quien solicitó la llamada. El analista Pavel Timofeev la calificó como “una posible señal inicial”, pero sin garantías de un cambio real.

Relaciones glaciales, guiños simbólicos

La relación Macron-Putin ha pasado del entusiasmo al desencanto. En 2017, Macron recibió a Putin en Versalles con honores reales. En 2021, co-firmaron la presentación de una muestra de arte en París. En llamadas telefónicas, usaban el “tu”, según filtraciones del Palacio del Elíseo, sugiriendo una cercanía poco frecuente en diplomacia internacional.

Pero todo cambió tras la invasión rusa a Ucrania en febrero de 2022. Macron apostó por mantener canales de diálogo abiertos durante los primeros meses de ofensiva, incluso viajando a Moscú días antes de la invasión. Pero nada surtió efecto. Francia endureció su postura, apoyando sanciones y armamento para Ucrania, y fue blanco de bromas en los medios rusos. El gesto cariñoso —o pelea trivial— entre Brigitte y Emmanuel Macron se volvió meme en Moscú.

¿Putin en busca de oxígeno político?

Putin sabe manejar los tiempos. En medio de los esfuerzos bélicos prolongados en Ucrania, requería una narrativa de que no está aislado. La llamada con Macron; la reciente reunión de Lukashenko con el emisario de Trump, Keith Kellogg, en Minsk; o las liberaciones humanitarias exprés, forman parte de una política exterior de fachada aperturista diseñada con precisión.

Recordemos que después de liberar a 14 prisioneros —incluido el opositor Siarhei Tsikhanouski— en junio, el hecho coincidió exactamente con el encuentro entre Kellogg y Lukashenko. Una pieza más del rompecabezas.

Contexto internacional: oportunidad o distracción

Las recientes liberaciones en Bielorrusia podrían ser vistas como gestos filtrados para suavizar sanciones, recuperar inversiones o mejorar imagen en organismos internacionales. Sin embargo, el trasfondo se mantiene: la represión continúa. Y la guerra en Ucrania sigue, sin señales claras de resolución.

Además, el momento no es casual: Europa se prepara para elecciones importantes, y en EE.UU. hay tensiones sobre la continuidad de la ayuda militar a Ucrania dependiendo de quien gane la Casa Blanca. Putin y Lukashenko están jugando al ajedrez con la comunidad internacional.

¿Y Europa?

El viejo continente enfrenta un dilema: ¿persistir con la presión o abrir canales semiclandestinos de diálogo? Macron parece inclinarse por lo segundo, aunque los resultados hasta ahora han sido limitados.

El riesgo es caer en lo que el experto Nicolas Tenzer llama “normalización peligrosa”: otorgar ventaja narrativa al Kremlin mientras las tropas rusas bombardean ciudades ucranianas y periodistas siguen presos en Minsk.

Una Europa dividida ante una Eurasia firme

Más allá de gestos diplomáticos, los hechos muestran una Europa dividida, pragmática, pero con la brújula en mano. Francia tantea el terreno, Alemania cautelosa, Polonia firme y los Bálticos inflexibles. Del otro lado, Putin refuerza vínculos con China e Irán, mientras Lukashenko hace malabarismos políticos en un intento de reinsertarse globalmente sin ceder demasiado.

La liberación de presos políticos es positiva en sí, pero no representa un giro real hacia mayores libertades. Y el diálogo entre líderes, aunque vital en diplomacia, requiere consistencia, transparencia y voluntad de cambios estructurales, no sólo cosméticos.

¿Estamos ante una redefinición del tablero?

La respuesta aún es incierta. Pero hay patrones que se repiten. Desde la llamada Macron-Putin a las liberaciones tácticas de Lukashenko, pasando por la necesidad de Occidente de mantener su influencia pese al cansancio diplomático. La historia contemporánea nos recuerda que, en política internacional, los pequeños gestos pueden anticipar grandes movimientos… o simplemente disfrazarlos.

Como advierte Tatiana Kastouéva-Jean, “No hay opciones ganadoras para Europa, sólo diferentes grados de riesgo”. En este complejo ajedrez político, la empatía y la firmeza deben combinarse con una lectura aguda y estratégica del adversario.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press