Trump, Ucrania e Irán: ¿Un nuevo equilibrio en la política exterior de Estados Unidos?
El expresidente desafía al Partido Republicano con decisiones estratégicas que dividen a su base conservadora: ¿responde a una doctrina o a intereses electorales?
Un nuevo giro en la postura de Trump sobre Ucrania
Donald Trump, en su segundo mandato como presidente de los Estados Unidos, ha detenido el suministro de misiles Patriot, artillería guiada por precisión y otros equipos clave a Ucrania. Esta decisión sacude tanto la política exterior estadounidense como el equilibrio dentro del propio Partido Republicano en un momento crítico del conflicto entre Ucrania y Rusia.
Después de haber llevado a cabo ataques militares sobre instalaciones nucleares en Irán —una acción que generó incomodidad incluso entre sus más fieles seguidores del movimiento "Make America Great Again"— ahora Trump intenta reforzar su imagen como líder que evita "guerras estúpidas", en sus propias palabras.
Un equilibrio precario entre disuasión y aislamiento
Según Dan Caldwell, exasesor del secretario de Defensa, la decisión de Trump de priorizar el abastecimiento interno sobre los intereses en el extranjero responde a una cuestión de pragmatismo militar: "La elección fue esta: o priorizamos equipar a nuestras propias tropas con una munición escasa, o se la damos a un país donde hay intereses estadounidenses limitados".
Para los sectores más nacionalistas, esta pausa en el armamento hacia Ucrania reafirma la narrativa de "América primero". Jack Posobiec, influyente figura de derecha, lo celebró en redes sociales con un rotundo "America FIRST".
Tensión en el ala intervencionista del Partido Republicano
Sin embargo, no todo el partido está alineado con la estrategia de Trump. Legisladores republicanos como Brian Fitzpatrick y Michael McCaul levantaron la voz en contra de esta decisión. McCaul, por ejemplo, subrayó: "Ahora es el momento de demostrarle a Putin que hablamos en serio, y eso comienza con garantizar que Ucrania tenga las armas que el Congreso autorizó".
Esta fractura interna refleja cómo la política exterior bajo Trump divide a los tradicionalmente militares intervencionistas de los nuevos aislacionistas dentro del GOP.
¿Un premio a Putin?
La pausa en el suministro se da en un momento en que Rusia intensifica sus ataques en el este de Ucrania. La llamada telefónica recientemente sostenida entre Trump y Vladimir Putin, donde discutieron temas como Irán y Ucrania, sin mencionar específicamente la suspensión del armamento, ha generado aún más sospechas.
Yuri Ushakov, asesor de Putin, confirmó que fue la sexta conversación entre ambos líderes desde el regreso de Trump a la presidencia, lo que ha alimentado teorías sobre una cooperación más directa o, al menos, permisiva respecto a las ambiciones rusas.
Cambio de foco hacia Asia y el Indo-Pacífico
La decisión también puede entenderse dentro de la nueva doctrina geopolítica impulsada por figuras como Elbridge Colby, jefe de política del Pentágono. Colby ha sido enfático en afirmar que Estados Unidos debe centrar su estrategia en China, considerado el principal competidor económico y militar.
En su audiencia de confirmación en el Senado, advirtió que EE.UU. "no tiene una fuerza militar para múltiples guerras simultáneas" y que el Pacífico debe ser la prioridad.
Mark Montgomery, almirante retirado y analista en la Foundation for the Defense of Democracies, resumió el trasfondo de esta postura: "Esto es Colby y los ‘restrictores’ marcando territorio: el Pacífico es más importante".
El impacto en Ucrania
Desde febrero de 2022, Estados Unidos ha suministrado más de 70 mil millones de dólares en ayuda militar a Ucrania. Muchos analistas creen que esta pausa puede tener efectos devastadores en la capacidad de defensa ucraniana, especialmente ante el uso intensivo que han tenido los misiles Patriot para interceptar misiles rusos en ciudades clave.
El presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy manifestó desde Dinamarca su intención de hablar con Trump para revertir la decisión. No obstante, la administración estadounidense insiste en que no se trata de un abandono total, sino de una "auditoría de reservas" como parte de una evaluación integral del arsenal nacional.
Presiones en el complejo militar-industrial de EE. UU.
Con más de tres años de guerra en Ucrania, el sistema de defensa estadounidense enfrenta tensiones crecientes. Jennifer Kavanagh, analista principal en Defense Priorities, advirtió: "Está llegando un punto en el que seguir proporcionando ayuda a Ucrania pone en riesgo la capacidad operativa de EE. UU. en futuras crisis".
Este tipo de advertencias están provocando que pensemos en la sostenibilidad a largo plazo de un compromiso indefinido en conflictos ajenos, algo que resuena profundamente en la política exterior trumpista.
¿Doctrina o electoralismo?
La pregunta clave es si estas decisiones forman parte de una visión doctrinaria clara o son maniobras inteligentes de cara a las elecciones de 2028. Trump ha sido hábil para presentarse como un candidato anti-establishment, tanto ante la élite demócrata como ante su propio partido.
En este contexto, pausar las ayudas a Ucrania podría atraer a un electorado cansado de guerras lejanas y que ve con preocupación los niveles de gasto militar exterior.
Según una encuesta de Pew Research (2024), el 57% de los republicanos consideran que EE. UU. debería reducir su involucramiento en el conflicto de Ucrania, mientras que un 68% cree que China representa una amenaza mucho mayor a la hegemonía estadounidense que Rusia.
Un enfoque estratégico o un retroceso moral
El debate moral es inevitable. Incluso si hay argumentos estratégicos válidos para pausar el apoyo, muchos consideran que detener el flujo de armas a Ucrania en medio de una ofensiva rusa podría interpretarse como un abandono de los valores democráticos que EE.UU. históricamente ha defendido.
¿Qué mensaje se envía al mundo cuando la primera potencia democrática del planeta se retira en un punto crítico de una guerra que simboliza la lucha entre autoritarismo y soberanía nacional?
El futuro del aislacionismo estadounidense
Trump ha reconfigurado la política exterior estadounidense hacia un aislacionismo selectivo. A diferencia del aislacionismo clásico, el nuevo paradigma acepta intervenciones esporádicas como en Irán, pero bajo criterios de interés nacional inmediato, evitando compromisos prolongados y costosos como la guerra en Ucrania.
La gran incógnita de los próximos años es si los Estados Unidos podrán mantener su liderazgo global mientras retroceden en compromisos internacionales, o si este repliegue estratégico abrirá la puerta a potencias como China o Rusia para llenar ese vacío.
En cualquier caso, la política exterior de Trump ha dejado de ser simplemente una anomalía: es ya una doctrina con consecuencias globales.