Trump, antisemitismo y recortes: el doble filo de su nueva ofensiva política

Entre polémicas raciales y una ambiciosa ley de recortes que sacude a millones, la campaña de Trump para 2024 prende fuegos históricos en la política estadounidense

Las palabras importan: la controversia del “shylock”

En un discurso pronunciado durante un evento en Iowa, el expresidente Donald Trump utilizó la palabra “shylock” para referirse a prestamistas inescrupulosos. La elección del término –prestado del personaje judío de la obra de Shakespeare "El mercader de Venecia"– desató una tormenta de críticas. Este personaje exige una libra de carne como pago de una deuda, convirtiéndose en símbolo de uno de los estereotipos antisemitas más persistentes: la codicia asociada a los judíos.

Al ser cuestionado por reporteros, Trump aseguró: “Nunca lo había escuchado de esa manera… Para mí, un shylock es simplemente un prestamista con tasas altas”. Sus declaraciones fueron rápidamente cuestionadas por la Liga Antidifamación (ADL), que señaló: “Las difamaciones y conspiraciones que giran en torno a los judíos siguen profundamente enraizadas. Esperamos más del Presidente de los Estados Unidos”.

No es la primera vez que Trump hace comentarios que tocan mitos antisemitas. En 2015 dijo ante la Coalición Judía Republicana: “Ustedes quieren controlar a sus políticos”. Y más recientemente, acusó de deslealtad a los judíos estadounidenses que apoyaban al Partido Demócrata por sus críticas a Netanyahu, avivando el viejo prejuicio de la doble lealtad.

Trump y los recortes: el arma política de los demócratas

Sin embargo, la controversia lingüística quedó eclipsada por lo que los líderes demócratas consideran el verdadero “regalo electoral” de cara a las elecciones intermedias: la aprobación de la nueva ley de recortes fiscales y sociales, calificada por Trump como “grande y hermosa”.

La ley, que incluye 4.5 billones de dólares en reducciones fiscales y 1.2 billones en recortes a programas sociales como Medicaid y asistencia alimentaria, ya ha provocado fuertes reacciones. Según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), este paquete sumará 3.3 billones de dólares al déficit fiscal en la próxima década.

Entre las medidas aprobadas destacan:

  • Eliminación del impuesto a la herencia.
  • Permiso para deducir propinas y horas extras.
  • Reducción del presupuesto para asistencia alimentaria.
  • Requisitos laborales para beneficiarios de Medicaid.
  • Desmantelamiento parcial de inversiones en energías verdes.

La respuesta de los demócratas ha sido contundente. Desde caravanas en autobuses verdes bajo el lema “Stop the Billionaire Giveaway”, hasta vigilias de 60 horas en el Capitolio y jornadas nacionales denominadas “Families First” programadas para el 26 de julio en los 50 estados.

¿Una jugada política audaz o un boomerang electoral?

Ken Martin, presidente del Comité Nacional Demócrata, fue claro: “Esto es un desastre que está atado al cuello de los republicanos como un albatros rumbo a las elecciones”. La estrategia del Partido Demócrata es capitalizar el malestar social generado por los recortes.

Una de las preocupaciones es que muchas provisiones de la ley no entrarán en vigor antes de 2026, lo cual podría diluir el impacto en el electorado. No obstante, grupos progresistas advierten que la impopularidad general de la ley basta para movilizar a los votantes. Según una encuesta de Washington Post/Ipsos, el 60% de los adultos considera “inaceptable” el incremento al déficit federal producto de la ley.

Algunos elementos individualmente gozan de mayor aceptación, como el aumento al crédito tributario por hijos, pero la mayoría de la población rechaza las reducciones en asistencia alimentaria y los fondos destinados a centros de detención de migrantes.

Desconexión y apatía: el talón de Aquiles demócrata

Pero, aun con la impopularidad del proyecto, los demócratas enfrentan sus propios obstáculos. La marca del partido sigue siendo impopular, y carece de un liderazgo claro. Incluso con hechos tan políticamente aprovechables como esta ley o las declaraciones ofensivas de Trump, la coordinación del mensaje deja mucho que desear.

En Iowa, una convocatoria demócrata contra la ley movilizó a solo un centenar de personas. Algunos asistentes manifestaron no haber visto publicidad del evento. Como señaló Michael Rieck, un asistente de 69 años: “Faltó publicidad. Todavía no estoy impresionado con cómo organizaron esto”.

Danielle Butterfield, directora ejecutiva del super PAC demócrata Priorities USA, insistió en que “no podemos asumir que porque nosotros estamos enojados, los votantes también lo están”.

2024, 2026 y más allá: una estrategia a largo plazo

Como parte de su “verano de organización”, el Comité Nacional Demócrata ha planeado actividades en 35 distritos considerados competitivos. También esperan que la indignación causada por la ley tenga arrastre hacia la elección presidencial de 2028 si no logra detenerse antes.

Kansas, estado tradicionalmente conservador, ha sido uno de los territorios donde la crítica demócrata se ha hecho sentir con más fuerza, con su gobernadora Laura Kelly dirigiendo parte de esta campaña. “Tenemos que mantener el contenido de esta ley en la mente de la gente como cuestión central”, sostuvo.

La estrategia se ha centrado en ubicar a los votantes directamente afectados por los recortes: enfermos crónicos que perderán acceso a Medicaid, madres solteras sin acceso a cupones de alimentos, jóvenes dependientes de programas de ayuda estatal. Si logran personificar los efectos del paquete fiscal, los demócratas podrían transformar la fría estadística en una narrativa emocional.

Política, retórica y simbolismo estratégico

La comparación entre el uso de términos como “shylock” y una política fiscal que desmantela la seguridad social no es fortuita. Ambos representan una visión específica del poder, la riqueza y la identidad nacional. El lenguaje de Trump, muchas veces incendiario, suele venir acompañado de leyes que buscan redibujar el contrato social estadounidense.

Así, lo que para sus seguidores representa reafirmaciones patrióticas, para sus detractores son “bombas culturales” diseñadas para dividir y polarizar. El nacionalismo de Trump, según sus críticos, se nutre tanto del miedo financiero como de símbolos culturales excluyentes. Su agenda ha puesto en tela de juicio tanto los programas sociales como los límites de la corrección política.

El reto para los demócratas será sostener un mensaje de inclusión y justicia económica sin alienar a segmentos moderados, en un país donde el desempleo y la inflación todavía marcan el pulso cotidiano.

Como dijo Kristen Crowell, directora de la organización Fair Share: “Sabemos que estamos remando contra la corriente, pero cuando la gente se entera realmente de lo que esta ley contiene, se opone firmemente”.

¿Un nuevo contrato social o un retroceso político?

El paquete fiscal de Trump, bajo una aparente promesa de alivio impositivo, puede estar remodelando la infraestructura estatal estadounidense de forma profunda, al tiempo que plantea interrogantes sobre el papel del gobierno, la solidaridad intergeneracional y el futuro de la desigualdad.

Una frase célebre de la historiadora Jill Lepore resume el momento: “La verdadera lucha en la política estadounidense ha sido siempre sobre quién pertenece y quién paga el precio por ese sentido de pertenencia”. Este debate, que atraviesa desde el uso de palabras cargadas de prejuicio hasta el intento de redefinir el acceso a salud y comida, tendrá efectos que alcanzarán más allá de las elecciones inmediatas.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press